CAPÍTULO 1:
[26 OCTUBRE – 3 NOVIEMBRE] - LA SEMÁNA TRÁGICA DE SPAWNER. PARTE 2.
VIERNES 26 DE OCTUBRE [NOCHE]:
- ¿Sabes? A los 30 segundos de empezar del último asalto, ya sabía qué te iba a decir cuando sonara el crono.
Mi entrenador tiene la sana costumbre de soltarnos una frase a cada uno cuando nos bajamos del ring, una especie de conclusión o reflexión que nos haga pensar cómo hemos peleado, si vamos por el buen camino o si nos merecemos una reprimenda.
- Tal y como ha acabado la cosa, espero que sea algo bueno.
Hemos salido del Hospital, con un diagnóstico que no nos convence a ninguno, aunque mi entrenador trata de ser optimista. Sin embargo, su gesto lo delata y es evidente que tiene tantas dudas como yo. Estamos en un bar cutre tomando un café haciendo tiempo hasta que me toque entrar a trabajar en el gimnasio.
- Si peleas como has peleado en el último asalto, no hay quien te pare. Le estabas pasando por encima.
- Pues al Campeonato de Andalucía va a haber que decirle adiós, me parece a mí, Mickey –no se llama así, obviamente, pero es un buen pseudónimo.
- Bueno, ya habrá más; de todas formas, esperemos a ver que te dicen el martes. Aún así, deberíamos llamar al Presidente, ¿no? Para eso hay un seguro médico, quizá podamos ir a la clínica que tenga aquí la Federación, sea cual sea.
- Imagino que sí, llámalo y hablamos con él.
- Salgo fuera, que hay ruido y ahora entro.
Me quedo con otro compañero que nos ha acompañado al Hospital. Su novia actual es una brasileña demasiado joven y que está demasiado buena, el padre de ésta es portero de discoteca y, según me cuenta, se rompió el bíceps hace cosa de un año, cuando su hermano, que cargaba una lavadora junto a él en una mudanza, tropezó y le tiro el cacharro encima.
- Tío, es imposible que te hayas roto el bíceps, al menos no del todo.
- ¿Y eso?
- El padre de mi novia se lo jodió y yo lo llevé al Hospital. Iba llorando como un cerdo, un tío de casi dos metros llorando de dolor y tú casi no has sentido dolor. ¿Te duele ahora?
- No, la verdad, ya has visto que he venido conduciendo sin problemas.
- Qué va, tío, imposible que estés roto. ¿Puedes hacer fuerza?
- Pues, la verdad, es que no me ha dado por probar, no vaya a ser que eso esté medio pillado ahí y la termine de joder.
- Claro.
Pero la semilla de la duda estaba sembrada y uno, que es de natural gato, lleva la curiosidad muy adentro.
- Voy a hacer un gesto de curl con ambas a la vez -le digo a mi compañero- ya me has hecho dudar y quiero quedarme tranquilo, dime cómo lo ves y sé sincero, cabrón.
- ¿Estás seguro?
- Sí, o no, no lo sé. Tú dime lo que ves.
Me remango, extiendo ambos brazos y, desde el principio, se ve que eso no está normal. El brazo derecho está
plano desde el codo hasta la mitad de lo que debería ser mi bíceps. Muy lentamente empiezo a realizar el movimiento, casi sin hacer fuerza, lo justo para congestionar algo el brazo y no, qué va, eso no está nada bien; mientras el brazo izquierdo, el sano, está perfectamente elástico, tenso en ambos extremos, hombro y codo, el derecho hace cosas raras. Es difícil de explicar la sensación que recuerdo, lo más gráfico será decir que es como si un gusano enorme se deslizase dentro de mi piel, entre mi carne y mi hueso, y avanzase caracoleando por el brazo hasta el codo.
- Para, tío, es muy raro. Es como cuando en las películas uno de los buenos, el negro que se muere, tiene un parásito que le avanza por debajo de la piel. ¿Qué sientes?
Me toco un poco, mientras intento mantener la congestión.
- En el hombro está tenso, duro, como siempre, pero por abajo no, por el codo no noto tensión ninguna, está blando. Y la sensación es muy rara, esto no está bien.
Me da por pensar cómo explicarle qué siento al intentar congestionar y lo único que se me ocurre decirle es que cuando desvirgan a una tía debe sentir algo parecido a esto.
- Mira que eres burro, cabrón.
Entra mi entrenador. Trae muy mala cara, no se lleva muy bien con el Presidente; yo si me llevo bastante bien desde que en una velada mi rival no pudo pelear y me quedé haciendo las veces de hombre de la campana y el Presi, un viejo más cercano a los 80 que a los 70, se pasó los 8 combates contándome batallitas.
- Hola, ¿cómo va la cosa?
- Hombre, pues, ahora mismo, asustado, la verdad.
El Presidente además de mayor, es un sevillano de estos de pantalón de pana, camisa, polo de cuello de pico, chaqueta, gafas ahumadas y voz estridente que, a la mínima, se lía a dar voces. Midiendo 1.60 y poco, es muy gracioso verlo enfadado.
- Bueno, tranquilo, que eso seguro que no es nada, aunque ya me ha dicho Mickey que este año al Campeonato no llegas, ¿no?
- Hombre, pues tiene mala pinta.
- Es una pena, este año lo tenías muy bien
encarrilao. Pero la salud es lo primero. Hablando de eso, ya se lo he dicho a Mickey, la Federación Andaluza tiene médico, claro.
- Ya, ya lo sé, para algo nos hacemos el reconocimiento, la cosa es saber dónde por si podemos acelerar el jaleo. Si puedes dame el teléfono o la dirección, ¿mañana me recibirá? ¿Tienen Urgencias?
- Sólo tenemos UN médico.
- No te sigo.
- Que sólo hay un médico, aquí en una clínica en Sevilla.
- ¿Cómo?
- Que si quieres hacerte una prueba, tienes que venir aquí y, claro, el lunes.
- No me jodas.
- Mi consejo es que te lo hagas en Granada en Urgencias, a fin de cuentas el resultado es el mismo.
- …
- Ya sabes cómo son estas cosas, los seguros los hacemos porque nos obligan pero, sinceramente, no sirven para nada. De hecho si la lesión no ha sido en competición puede ser que te hagan el lío y que la póliza no te cubra nada.
- Y, si tuviera que operarme, ¿también sería en Sevilla?
- Eh… sí, claro.
- Cojonudo.
Me despido como buenamente puedo, pero estoy un poco en shock. Sé que voy a estar subiéndome por las paredes hasta el martes. Aún no he comentado nada a mi Vegui, que está en el trabajo, ni a la familia, que para qué.
Salimos del bar y me voy al trabajo, mi entrenador se ha quedado muy afectado, está muy preocupado y se siente algo culpable. Después de decirme mil y una vez que lo llame para cualquier cosa, coge el coche y se van él y el otro compañero. Así que, ya, por fin solo para pensar un poco, voy camino al trabajo y, como es normal, me voy tocando el brazo. Cierro los ojos para que el aspecto no me impresione ni condicione y toco alternativamente un brazo y otro, intentando buscar similitudes y diferencias, rezando porque no note nada raro. Y una polla.
Mientras un brazo es MI BRAZO, el otro no. Es grande, claro que es grande, pero está fofo y nada congestionado. Con los ojos aún cerrados, me da por reír porque lo que se me viene a la cabeza cuando agarro mi brazo malo con una mano, es que estoy agarrando una teta, bueno, más bien una ubre. El tacto, el movimiento, la textura… son exactamente idénticos. Y me río pensando que, por la noche, le pondré el brazo entre las tetas a mi chica y le diré que es la puta de Desafío Total.
Y en éstas ando cuando, por fin llego al trabajo, y ya todo el mundo se ha enterado de que es muy probable que esté lesionado.
- ¿Qué te han dicho? –Me pregunta mi jefe, un ex-culturista majo como él solo.
- Pues que es una rotura parcial y que se curará sólo. Que ibuprofeno y reposo.
- ¿Puedo verlo?
- Claro. –Me quito la camiseta. Me agarra los dos brazos, los mira con detenimiento. Me los gira, ambos a la vez y, después, alternativamente. Se tira como 10 minutos meneándome los brazos, lo que viene a ser 10 veces más tiempo del que duró el examen médico de Urgencias.- ¿Y bien?
- Mira, yo no soy médico, pero esto de parcial…
- Tiene poco, ¿verdad?
- Hombre, ya te digo que yo no soy médico, yo lo que sé lo sé por los módulos de anatomía que hice hace años…
- Si yo pienso lo mismo, no te preocupes.
- ¿Te van a hacer alguna prueba de contraste?
- Sí, una ecografía el martes.
- Mierda de Seguridad Social.
Me disculpo para entrar a dar mi clase. Entro y los alumnos están más por mirarme el brazo que por entrenar, es viernes y los viernes los estudiantes sólo quieren sudar, pero no en un gimnasio. La clase es más ligera que otra cosa y yo no me atrevo a poner manoplas, así que trabajan técnica y poco más.
Yo mientras intento hacer el gesto de pegar al saco sin pegarle y las sensaciones son raras de narices. Mi brazo se bambolea con el tríceps de una sexagenaria pasada de kilos cuando baila sevillanas. Cada movimiento que hago me convence, aún más, de que eso no está bien.
Llega un whatsapp, mi señora, que nos vemos en el bar de siempre. Recojo mis cosas y me voy para allá mientras voy pensando cómo se lo cuento.
Llego, está contenta, lleva poco tiempo en un trabajo nuevo y quiere celebrarlo cada día. Empieza a contarme de todo: sus compañeros, los clientes, los horarios… Pero, evidentemente, me ve distraído.
- ¿Qué te pasa?
- Bueno, verás, hoy me he lesionado.
- ¿Otro esguince? Tienes que cambiar de botas, que están hechas una mierda y te vas a acabar haciendo algo serio. Mira, con el primer sueldo, te compro unas y las llevas a los Campeonatos de Andalucía.
- No, no es un esguince.
- ¿Entonces? La nariz la tienes bien.
- El brazo.
- ¿Cómo?
- Mira.
Me quito la camiseta y le enseño ambos brazos; los extiendo como si estuviera pidiendo limosna, con las palmas hacia arriba. Se me queda mirando, es evidente que no le gusta NADA lo que ve.
- La puta. ¿Qué te han dicho? ¿Qué te han hecho?
- Que es una rotura parcial.
- Y una polla.
- Tengo una ecografía el martes.
- Vámonos a casa, cariño, y me lo cuentas todo.