ClásicoEn el siglo VI a.c, en la entonces conocida como Magna Grecia, se encontraba
la ciudad de Síbaris, cuyos habitantes gozaban de fama de buenos vividores
en todo el Mediterráneo.
Se decía de ellos que disfrutaban de las excelsas comodidades propias de una
existencia dedicada por entero a ingeniar un culto a los aspectos más
banales del hedonismo, llegando los sibaritas al extremo de encumbrar hasta
la categoría de arte todas las facetas del ocio y los placeres que la
naturaleza les pudiese proporcionar.
Los Sibaritas debían gran parte de su reputación al conocimiento de los
esquistos placeres de la buena mesa, si bien estaban muy versados en lo
referente a otros deleites, como el baile, al que también adoraban.
Por lo tanto no es extraño que supiesen hallar refinamientos estéticos
incluso a su milicia, dando al término Arte Militar un significado más...
escénico.
Entrenaban a sus caballos y jinetes de tal forma que entrasen en combate al
ritmo de estudiadas coreografías, al son de una música especialmente
compuesta para estas ocasiones; deberían ser pues las primeras marchas
militares de la historia.
El objeto que los Sibaritas pretendían dar de estos bailes bélicos equinos
era amedrentar al adversario mediante la demostración de tan subjetiva
disciplina militar. Pensaban que sus enemigos apreciarían y temerían al
ejército Sibarita por las horas de entrenamiento que habían de tener sus
tropas para llegar a alcanzar tal maestría en la monta de caballos.
Hacia el 550 a.c. al parecer los habitantes de Sibaris deciden llevar por la
fuerza su cultura de la buena vida a los habitantes de la ciudad de Crotona,
a unos 112 km. de distancia.
Los jinetes sibaritas guían a su artística caballería hasta la ciudad
antagonista, hasta llegar frente al ejército de la polis de Crotona.
La batalla comienza con las evoluciones de los caballeros Sibaritas, en las
que todos cargan al unísono al compás de sus marchas. Esto es lo que los
hombres de Crotona esperan, y comenzaron a tocar sus flautas con melodías
diferentes a las de los Sibaritas, lo cual confunde a los caballos, que no
saben que sonidos deben interpretar, y su armonioso avance se convierte en
un caos estrepitoso.
Los habitantes de Síbaris adivinarían el destino de su melómano ejército
cuando los soldados de Crotona se plantan ante su ciudad.
Prácticamente indefensa, Sibaris es arrasada.
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Gracias a De Re Militari
la ciudad de Síbaris, cuyos habitantes gozaban de fama de buenos vividores
en todo el Mediterráneo.
Se decía de ellos que disfrutaban de las excelsas comodidades propias de una
existencia dedicada por entero a ingeniar un culto a los aspectos más
banales del hedonismo, llegando los sibaritas al extremo de encumbrar hasta
la categoría de arte todas las facetas del ocio y los placeres que la
naturaleza les pudiese proporcionar.
Los Sibaritas debían gran parte de su reputación al conocimiento de los
esquistos placeres de la buena mesa, si bien estaban muy versados en lo
referente a otros deleites, como el baile, al que también adoraban.
Por lo tanto no es extraño que supiesen hallar refinamientos estéticos
incluso a su milicia, dando al término Arte Militar un significado más...
escénico.
Entrenaban a sus caballos y jinetes de tal forma que entrasen en combate al
ritmo de estudiadas coreografías, al son de una música especialmente
compuesta para estas ocasiones; deberían ser pues las primeras marchas
militares de la historia.
El objeto que los Sibaritas pretendían dar de estos bailes bélicos equinos
era amedrentar al adversario mediante la demostración de tan subjetiva
disciplina militar. Pensaban que sus enemigos apreciarían y temerían al
ejército Sibarita por las horas de entrenamiento que habían de tener sus
tropas para llegar a alcanzar tal maestría en la monta de caballos.
Hacia el 550 a.c. al parecer los habitantes de Sibaris deciden llevar por la
fuerza su cultura de la buena vida a los habitantes de la ciudad de Crotona,
a unos 112 km. de distancia.
Los jinetes sibaritas guían a su artística caballería hasta la ciudad
antagonista, hasta llegar frente al ejército de la polis de Crotona.
La batalla comienza con las evoluciones de los caballeros Sibaritas, en las
que todos cargan al unísono al compás de sus marchas. Esto es lo que los
hombres de Crotona esperan, y comenzaron a tocar sus flautas con melodías
diferentes a las de los Sibaritas, lo cual confunde a los caballos, que no
saben que sonidos deben interpretar, y su armonioso avance se convierte en
un caos estrepitoso.
Los habitantes de Síbaris adivinarían el destino de su melómano ejército
cuando los soldados de Crotona se plantan ante su ciudad.
Prácticamente indefensa, Sibaris es arrasada.
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