Socorro (micro-relatos)

Die verwandlung

Aquella mañana el gordo infecto despertó convertido en un gigante perro desprovisto de órganos reproductores.
Si bien ya le era dificil distinguir su pene de entre los neumáticos pliegues de su carne, aquella mañana la nada habitaba en su entrepierna.

No se asustó, se levantó y se sentó en el water con su primer ducado.
La deposición fue tal que le dolieron las entrañas mientras dudaba entre las vestiduras que luciría. Le vinieron aquellos cuentos nunca contados sobre el hermoso traje del emperador tejido con invisible hilo de lol y como aquel gordo gilipollas nunca entendió que iba en pelotas por la calle .
La baba le caía mientras adoptaba una mueca mongoloide.

Se sentó en el puesto de mando y mientras se logueaba su cerebro recibió una explosión de ingenio y horchata de fresa.
Se sentía fresco, superior, diferente. Había sido poseido otra vez por el juguetón dios mongolo al que adoraba. La luz no le había abandonado.

Aquella mañana aquel ser había decidido casi involuntariamente convertirse en George Constsansa y su luz duraría hasta que llegara el momento de masturbarse.
 
Kowalsski rebuznó:
No se si es más triste lo de ni tan siquiera intentar tapar el plagio a Buko o el usar nombres anglosajones para una historia de mierda.

Tengo este otro en la página 6.

ENEMIGOS NATURALES

Me quedé callado, aguantado sus descargadas de palabras como ráfagas de ametralladora lanzadas contra mi cabeza. Era una asesina profesional, sabia pegar duro, podía golpear el centro de tu cerebro hasta enloquecerte. Pero yo era un perro viejo, ya había purgado todos los venenos, ya me sabía todas las trampas, no era más que un juego estúpido y desesperado. Yo seguía callado, concentrado en mi plan. Después de años de guerras, lo había perfeccionado totalmente, era infalible. La clave era no decir nada, dejar que se le acabarán las palabras y la paciencia y terminará explotando como una bomba atómica. Lo siento nena, el viejo Redivivo ya ha pagó su cuenta, búscate a otro primo que quiera ser tu mascota.

-¿No vas a decir nada?
-Estoy cansado -
-¿Cansado de que? ¿De hacer el vago, de estar aquí todo el día bebiendo cerveza y mirando la televisión mientras yo me parto el culo para que tu te llenes la barriga?
-Oh, nena ha sido un día duro, déjame respirar. Aún tengo fuerzas para hacerte el amor. Vayamos a la cama y bailemos un chachachá
-¿Cómo? ¿No has escuchado nada de lo que te he dicho?
-Solo puedo mirar tus ojos. ¡Bésame! ¡CASATE CONMIGO! Montemos una banda
de rock and roll y vayámonos a Las Vegas. Quiero ser como Elvis
-¡Te odio! ¡Eres un cabrón!


No había nada que hacer, nunca nos entenderíamos, ella era una mujer y yo un hombre. Éramos enemigos naturales. Salí del apartamento sin mirar atrás, como quien huye del lugar del crimen, me monté en el coche y me pusé a conducir toda la noche, dejándome llevar por el ritmo obscuro de mi desolación, sin pensar, sin ver nada, tan sólo luces naranjas estrellándose contra el cristal. La vida era algo que sucedía en otro lugar y en otro tiempo distinto al que yo estaba.

Me sentía un poco culpable y un poco triste y sobre todo estúpido por esa conciencia terebrante que rumiaba dentro de mi cabeza. Siempre había una mujer sufriendo por mí en alguna habitación vacía bajo una luz amarilla. Pero no podía volver, pisé aún más el acelerador y las luces naranjas parpadeaban como luciérnagas enloquecidas. No era la solución pero huir me ayudaba a no pensar. A eso me dedicaba, a huir y a olvidar. Por fin había comprendido como funcionaba el negocio.

Ambos dos son una declaración de amor a Hank. Plagio es una palabra muy desagradable, lo mío es un clásico ejemplo del "quiero y no puedo" No es grave ni ofensivo, es una respuesta natural, que nace del amor más que de la imitación. Siempre tiene que haber segundones, frustrados de la vida y la literatura que se consuelan jugando a ser talentosos. Por cada Ricky Martin hay una docena de bisbales moviendo la cadera y poniéndose intensos, tremendos, muy latinos y muy hot.

Te he escrito un haiku. Esta vez no es Bukowski mi referente, no rememoro ni su estilo ni su geografía. Es simplemente amor. Espero que te guste

Una estrella brilla en el cielo.
Tirita y me sonrie.
Eres tu.
 
Redivivo rebuznó:
Te he escrito un haiku. Esta vez no es Bukowski mi referente, no rememoro ni su estilo ni su geografía. Es simplemente amor. Espero que te guste

Una estrella brilla en el cielo.
Tirita y me sonrie.
Eres tu.

¡CASATE CONMIGO! Montemos una banda
de rock and roll y vayámonos a Las Vegas. Quiero ser como Grissom.
 
Un pequeño rayo de luz pugnaba por abrirse paso a traves de las persianas y entre las cortinas. El hedor dentro de la estancia resultaba repugnante. Era una mezcolanza apestosa fruto de los efluvios de fluidos humanos, comida podrida y mierda. El rayo de luz acaricio la cara de Manuel, que maldecia su suerte. Estaba tumbado boca abajo, tratando de recuperar el sueño que aquel rayo de luz traidor le habia robado. Pero no pudo, aquel mundo onirico donde todo era como el hubiera deseado que fuera se habia marchado. Con pena y algo de angustia se fue incorporando.

Tenia ganas de orinar, asi que asió la botella vacia y puso la boca en la punta de su glande. Era algo dificil por la cantidad de grasa adiposa de su vientre que haba que sortear para colocar la botella en el punto justo, con lo cual gran parte salio por fuera, manchando una sabana que permanecia en el suelo.

Lanzo un sonoro pedo y rebusco en los estantes algo de comida que hubiera sobrado de algun otro dia. Una pizza de microondas enmohecida aguardaba medio escondida debajo de un calcetin sudado el triste destino de ser engullida por aquella especie de salvaje.

Despues de cumplir con dos de sus necesidades mas basicas, conectó el ordenador como haca cada mañana y se dispuso a perder horas de su vida conectandose al foro, en un intento en vano de evadirse de lo miserable y pauperrima que suponia su existencia, hasta que llegar la noche y el sueño le volviese a rescatar de si mismo.

Pero aquel dia no era como el anterior, ni el otro, ni el otro. Aquel dia decidió cortar por lo sano. Pero eso seria despues de la ultima paja.


Kowalsski rebuznó:
Quiero ser como Grissom.

Aun te falta comer muchas sopas para eso, pequeño sucnor.
 
Grissom rebuznó:
Era una mezcloanda

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Dedica a eljose79

SHASKEPEARE CONTRA LAS MAMADAS

Lo intenté muchas veces, fracasé demasiadas y alguna di en el blanco. No todo fue lamerse las heridas. Conquiste algunos coños, doblegué voluntariosas resistencias, fui persistente y feroz. Tenía hambre, tenía ganas, y por fortuna, estaba desesperado. Sentía una amenaza gigantesca esperando su oportunidad, no había escapatoria, era follar o morir. Sentía un impulso primitivo masticándome los huevos, no necesité demasiadas clases teóricas para comprender que se trataba de mi instinto de supervivencia enfrentándome a un momento crucial. La vida era aquello, mi polla enrabietada y mi responsabilidad de comportarme como un hombre.

Algún día una mujer clavará sus rodillas en tierra y te coronará emperador rindiendo tributo a tu glande. Verás la luz celestial y la resurrección al final del tunel de su coño y sabrás que te pertenece, que es tuyo. Y cuando lo tengas comprenderás que vale más que las obras maestras de la literatura, más que el Prado multiplicado por diez, más que las ruinas de Persépolis extendidas en millón de hectáreas, que has perdido tu tiempo al margen de las cosas esenciales, que la vida es atávica y carnal como una caverna paleolítica.

Si algún día estalla la guerra final y el mundo se desintegra bajo una lluvia de fuego serás el primero en correr a salvar los prostíbulos mientras las bibliotecas y los sonetos de Shakespeare se convierte en pálida ceniza.
 
PAGA REDI​

Entro en el bar como en una pecera, como si la oscuridad fuera densa, légamo en suspensión que hay que atravesar hasta llegar a la barra. Él está al otro extremo, como siempre, al final, con la mirada fija en las botellas esperando a que se derramen mágica e infinitamente sobre su copa. Es mejor dejarle solo, que sea él el que empiece a hablar. Hoy estoy de suerte, tiene ganas de palique.

-Redi.
- Hola, Hank.
-Oye, ¿es cierto lo que dicen los muchachos?
-No lo sé, Hank ¿Qué dicen?
-Que me copias, que intentas imitarme y que encima lo haces mal.
-No, Hank, yo nunca haría eso. Yo te admiro. Me inspiras, eso es todo.
-Bien, eso esta bien. No lo intentes, nadie puede imitarme. Soy único Redi, único. Joder, soy el mejor, ¿lo sabes, no?
-Lo sé, Hank. Eres el mejor escritor de la Historia.
-Así se habla, muchacho. ¿Y de que me sirve? Estoy sin blanca, no tengo un centavo. Las putas y lo editores se lo llevan todo. No puedo tomarme ni una maldita cerveza.
-Si tu quieres yo puedo invitarte.
-Claro que quiero. ¿Sabes, Redi? Siempre me has gustado, tienes algo. Sabes conectar con la gente. Bueno con casi toda la gente. Es cierto que a veces te critican, pero no les hagas caso. Te envidian.
-¿De verdad, Hank?
-No, es mentira. La verdad es que les aburres, a mi también, pero al menos intentas ir a lo tuyo si joder el ritmo de los hilos. Con pasar de largo sobre tus ladrillos es más que suficiente.
-Ya, comprendo. Lo siento Hank, yo,..yo sólo,..bueno, ya sabes..
-Maldita sea, no te pongas a llorar como una niñita a la que papá le ha dado unos azotes. ¿Qué importa? ¿Te han donado un órgano? ¿Les debes dinero? ¿Te la han chupado alguna vez?
-No, claro que no.
-Pues entonces, escribe lo que te salga del alma o del culo y deja de preocuparte. Tómate otra cerveza. Te sentará bien. Oye Frank, pon dos más. Paga Redi.
-Gracias, Hank, eres un amigo.
-Claro, Redi, claro, tu amigo del alma. Un amigo sediento, muy sediento. In-fi-ni-ta-men-te, sediento.
 
Cerré la puerta sin hacer ruido y fui a acostar a los niños, dispuesta a lidiar con
juguetes desordenados y ropas revueltas.
—Venga niños, mamá está cansada.
A qué quejarme, cuando no hay momento en el día más dulce que el ritual del
cuento y el beso.
—Dulces sueños, mis dos tesoros; mamá vela por vosotros.
Entorné con cuidado y retorné escaleras abajo. Cuando entré, él padre Martín
contemplaba las fotografías de los niños.
—Buenos muchachos, estará orgullosa —sonrió con timidez e hizo una breve
pausa—. ¿Vamos a ello?
Asentí en silencio y antes de arrodillarme ante él repetí la consigna de rigor.
—Suelo cobrar por adelantado, padre. Es la costumbre.
 
LAS MEJORES INTENCIONES​

Los amores de institutos son los más persistentes, idealizaciones invulnerables al paso del tiempo y sus desgarros. Todo lo soportan, a todo se amoldan y siempre son capaces de descubrir y rescatar los apagados destellos que en otro tiempos nos convirtieron en bobos alucinados persiguiendo estrellas.

Mi estrella se llamaba Jenifer, Karem para los clientes. "Karem, tu llámame Karem, no me vengas con tontadas" Ahora trabajaba de prostituta, la iba bien, se había especializado en retrasados mentales y en dementes seniles y no la faltaba trabajo. A su clientela no les era fácil encontrar profesionales dispuestas a lidiar con pañales, vómitos incontrolables y ataques de ira. Para ella no era problema, sus 120 kilos y los años que había pasado trabajando de enconfradora la daban una robustez tremendamente autoritaria. No tenía miedo de emplear la violencia, la había sufrido durante años y conocía sus efectos.

Conseguí su teléfono gracias a un viejo amigo y no dudé en contratar sus servicios. Había pagado una hora, pero la emoción del reencuentro aceleró la cosa. Pensaba que las cicatrices y la dentadura postiza sumergida en al mesilla de noche me iban a desconcentrar, pero pudo más la emoción de tener por fin aquel cuerpo en el que tantas veces me recree en mis momentos de onanismo.


-Oh dios, me derramooooo....
-Son 30
-Creía que eran 20.
-Ese es el precio que les hago a los mongólicos. Los pobrecitos alguna ventaja tienen que tener.
-¿Y para los viejos compañeros de instituto no hay descuento?
-O me pagas ya o llamo a mi chulo para que fostie y que reviente la boca, malaparido.
-Oui, m'amour


Dejé propina. Quería causarla buena impresión por si nos volviámos a ver.
 
HEREJÍA

Estuve mirando un rato la ciudad enfurecida que había al otro lado de la ventana, apurando la botella hasta casi caer dentro de ella. Ululaba y resplandecía como un animal herido en medio de la noche. Destellos fluorescentes, sirenas, muchedumbres enloquecidas pugnado por un poco de oxígeno y placer. Tenía que salir de aquella habitación o yo también terminaría loco. Baje las escaleras y salí a la calle. Grupos de borrachos me desafiaban con la mirada y buscando el contacto. Grupos de mujeres huían apresuradamente de mi mirada vidriosa. El mundo estaba al revés, mis ojos sólo encontraban ojos rivales.

Entré en el bar y todo estaba como siempre. Patti y Brad en su rincón, a lo suyo; el con la mirada perdida y el gesto idiotizado, tomando tragos cortos y mecánicos, revolviéndose de vez en cuando y marcando el ritmo. Ella de rodillas, con las manos sobre los muslos de Brad, dándole duro, sin descanso, con un martilleo insistente e infinito. Hank seguía al final de la barra, mirando desolado su vaso vacío. En cuanto me vio dio un grito y vino hacia mí. Estaba borracho y desesperado. Se acercó, me rodeo con brazo y me dió un beso en la mejilla. Era como si un perro muerto y podrido me hubiera pasado la lengua por la cara.

-Amigo Redi, ey, ey, ey, dame tu también un beso, no seas arisco.
-Lo siento Hank, hoy no puedo invitarte, estoy sin blanca.

De repente su gesto cambió. Retiró su mano y me la pasó por el pecho con insistencia, como si la tuviera llena de mierda y se la estuviera limpiando en mi ropa. Mientras lo hacía me miraba directamente, como un demente, acercándose cada vez.

-Hijo puta, hijo puta, hijo puta. Cagaladrillos de mierda, joputa, cabrón.


Estaba tan borracho que al día siguiente no recordaría nada. Al primer puñetazo cayó directamente al suelo, doblado sobre su estómago, como si le hubieran clavado un puñal. Entonces comencé a patearle, sin odio, pero con precisión, buscando los espacios libres que quedaban entre sus brazos, con ganas de hacer las cosas bien.Me sentía invencible. Era como si estuviese matando a Dios.
 
Despedida

- Hasta luego, Héctor, gracias por todo

Esas fueron las últimas palabras que Rafael dirigió a su casi prejubilado ex-jefe tras cinco años de trabajo juntos, periodo que aquél recordaría como de sodomía a cámara lenta. Cámara lenta que, merece decirse, implicó moviola final por culpa de los deseos de la central en Madrid de laminar el departamento de marketing de la filial, sito en una ciudad del sur de España. Deseos cumplidos de malas maneras y a destiempo por la zorra lorealista de la responsable de personal.

Tras caminar unos pasos, Rafael efectuó la llamada del desquite, hecho que había planificado en su cabecita con la minuciosidad de un ebanista
- Ionut, vía libre

El rumano, con un autoritario gesto de cabeza, invitó a sus dos compinches a seguirle. Callado y con una mirada fría como una noche en Vladivostok, espero ligeramente en la distancia a que Héctor entrara en el edificio de oficinas. Gritó algo, y sin que la enorme puerta de entrada se cerrara alcanzaron al desdichado, arrastrándolo sorprendido hasta un pequeño cuarto anexo a la portería. Ionut sacó un machete digno de un hutu y pidió que inmovilizaran a la víctima bocabajo, amordazándole.

Los sicarios, veloces y efectivos en su trabajo y al cobrar, cumplieron la orden de su jefe, que de seguido cortó de un certero golpe los talones de Aquiles del desgraciado jefe de Rafael. Se profirió entonces un único y extraño aullido, a causa de los trapos que cubrían la boca del odioso tipo, pero ahí acabó todo, pues el dolor le haría desmayarse en unos instantes.

Rafael, cinco minutos después de la despedida y pagador de todo aquello, se sumergió en la moderada marea humana que poblaba el principal bulevar de la ciudad, y encendió un cigarrillo. Entró en su bar favorito y con una enorme sonrisa pidió al camarero una caña. No sentía ningún enfado, pues era una sensación inútil. El sabor del desquite era mejor con el primer trago de una cerveza.
 
PLAN DE PENSIONES​

Como apenas dormía tenía todo el día para escoger la hora. Al amanecer imposible, siempre se tiene esperanzas al comenzar el día. Las ejecuciones al alba le parecían ahora un gesto de misericordia, un camino de docilidad y paz hacia el patíbulo. Pero como él podía echarse atrás, no había que darse opciones, era mejor esperar unas horas a que el sol comenzara a languidecer y todo pareciera, y en su caso más nunca, perdido, irresoluble y necesario.

A las 5 ya comenzaba a anocher. Recogió la casa, se vistió y sentado en la cama fue tomándoselas una a una, despacio, con una consciencia fría de aquel momento. Se tumbó, colocó la manos pegadas a las sábanas y entonces sintió el pánico del último instante, el arrepentimiento un segundo antes del final. Pero pasó rápido. Un humo blanco comenzó a llenar la habitación. Aún estaba consciente pero su cuerpo ya ha había cedido. Lo último que vio fueron las paredes deshaciéndose en destellos dorados. Después nada.

Abrió los ojos y al no ver las llamar de infierno se dió cuenta de que no estaba muerto. Dos botes de pastillas y nada. El maldito placebo era uno de los mejores trucos de la medicina,había conseguido quitarle el dolor durante meses pero era incapaz de matarle. No podía quejarse, la magia blanca había funcionando. Pero él necesitaba más. Por suerte vivía en un décimo. Salió a la terraza y sintió el frío del anochece invernal. Se acercó a la barandilla y se abrochó la chaqueta. Prefería un suicidio calentito.
 
LO IMPORTANTE​

Hicimos el amor todo el fin de semana, nos reíamos, parábamos a comer cualquier cosa con un hambre limpia, pura, animal y volvíamos a restregarnos como si nos quemara la piel. Éramos igual que cualquier pareja que empezaba a conocerse, pero nos sentíamos especiales y aquella era una mentira que merecía la pena, un poco de luz en la triste ciénaga, reposo y misericordia, los cuerpos rebelándose contra la muerte. Nuestras conversaciones eran estúpidas, pero eran importantes, se trataba de un hombre y una mujer amándose sin concesiones, dispuestos a todo.

-Sabía que acabaríamos acostándonos
-¿Si?
-Si, es el destino.
-Que dices, estas loco. Tú no crees en esas cosas.
-Pero creo en esto, en esto que nos está pasando. Creo en ti y en mí haciendo el amor hasta que estalle el sol
-Que exagerado. Llevamos un día y ya no puedo más.
-¿No puedes? ¿Seguro?
-¿Pero que haces? ¿Otra vez?

A veces, cuando me quedaba sólo, no podía olvidar las palabras de Onetti hablando del adolescente infeliz que cruzaba la tormenta hacia el desastre "Acepto la derrota.."Así la amaba yo, Ahora entendía mejor que nunca aquellas líneas. La dejación, el abandono del cuerpo, la voluntad vencida y la certeza de una felicidad efímera que tendría consecuencias. En la vida no todo es el tumulto de unas sábanas revueltas oliendo a sudor, pero aquel era el momento y ella la persona, no había tiempo que perder.

La historia terminó como tantas otras y hubo más fines de semanas, y semanas enteras y viajes sobrevolando el planeta infinito. Quedan los recuerdos, que casi no son nada, que no consuelan, que se vuelven neutros y ya no me provocan ni una leve sonrisa ni un ataque de nostalgia en el que recrearme. Oh amor, que todo lo fuiste, vuelve y hazme un poco de daño, que sienta que mereció la pena.
 
"No pasa nada por no haber tenido ascensor de pequeño. El resto de la vida ya es una montaña rusa".

Las palabras salían expedidas de sus ojos segunderos como una imprecación desorejada, mientras yo descendía a medio metro por segundo hacia la absoluta ignominia según el baremo oficial. Había sido un destacado dia mediocre para recordar. Y había llegado el momento de completar mi suicidio social irreversible:

¡Brainstorming Fecal on the seventh floor now!. Dije con puro pesar friki-diagnóstico mientras liberaba mi corbata cuántica en el magno parquet presuntuoso, preludio de la nada, henchida antesala del fin del mundo, a la vez que trataba de empequeñecerme para conjugar con ese extrañamente reconocible groove de las esquinas vicioso y virtuoso.

De pronto la jodida berzo-gafapasta lerdindómita con ínfulas de Sharon Tostone targeteó mi culo desde los 18-0º grados. "Yo en la dimensión C hubiera sido Ludita. Pero en este euclidiano mundo de apariencia he derivado en ludópata. Tu doble cuaqueo fue más peligroso que 5 pepetés, fue incómodamente vulvoreciorectal, asi que acompáñanos a una gran epifanía de la infamia cuyo palco VIP y vistas privilegiadas se encuentran en el parking".

Me rEsIsTí mUcHo a que me expulsaran de ese infecto vórtice vasuriento de víboras sobrepasadas por el Botox de emoticón con una indemnización indecente bajo mi pútrida axila. Y mientras me debatía entre maldecir por siempre aquellas calles opulentamente yermas y mi inoportunamente legendaria capacidad para ver el lado lúcido de todos los asuntos a destiempo pensé, inocente de mí, que la mañana me abrazaría inopinada con su risa en descargo de mi estúpida conciencia de pseudo-privilegiado.

A medio camino, una pintada me asaltó interceptando mi firme rumbo hacia el siguiente desatino: "Las palabras desnudas hieren a las mentes vestidas". Y sonreí como el que afrenta al espejo. A pesar de todo, aún era yo.

Dejarlo fue más difícil que al tabaco, pero si cabe aún más saludable.

Ahora podría respirar, vivir en libertad, bracear con la corriente. Salvo por esas cicatrices que colgaban como medallas.

Si tan sólo no hubiera sepultado aquel aciago domingo anodino mi breve memoria junto a los restos de mis padres en la misma tierra que hizo germinar las soluciones para aquellos pagos abusivos de la insigne universidad que me hizo un inútil cualificadamente memorable.

Si tan sólo todo hubiera llovido de otro modo.

Al albor de un cielo de fuego e ira metí las llaves en el contacto.

- ¿Te llevarás a una chica sencilla como yo que un día se equivocó contigo a esos paraísos tortuosos?
- No lo sé, pequeña. La magia nunca sucede dos veces de la misma forma.
 
CARRETERA Y MANTA​


Ella necesitaba alguien que la acercara y yo necesitaba un milagro. Éramos la pareja perfecta. Era como un cometa de fuego, algo mágico, algo más que un cuerpo sin fisuras y "la llamada de lo salvaje". En cuanto subió al coche quise besarla, hacerla el amor, perder el control y caer por un precipicio mientras nuestros cuerpos estallaban en un orgasmo. Había nacido para vivir aquel momento y ahora tenía la oportunidad cumplir mi destino. La muerte me llamaba a través de su piel "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos"

-Si quieres déjame a llegar al desvío. Allí seguro que encuentro a alguien que vaya en mi dirección
-Yo voy en tu dirección, siempre te he buscado. Iremos juntos al fin del mundo.
-¿Como?
-Nada, era un poema.


Como yo no era Keruac, al llegar al cruce donde nuestros caminos se separaban, la dije adiós, la sonreí y ambos sentimos la pena del otro aullando en nuestros corazones. Debíamos amarnos, debíamos hacer una locura. Ella no era una simple autoestopista y yo era algo que un conductor salido que la miraba el escote y las piernas esperando un descuido. Nuestras almas hablaban claro pero nuestro esqueleto estaba podrido y asustado. El miedo y lo conveniente volvían a vencer. La poesía era una bastarda mentirosa.

Vi en sus ojos la aventura, carreteras infinitas, la velocidad y el deseo de un cuerpo bello y hambriento. Pero mi tiempo había pasado, yo era un animal de chimenea y ya no eran para mi los veleros cruzando el Atlántico cabalgando sobre la tormenta. Al llegar a casa bese a mi mujer y la toqué el culo; bese a mi suegro en la calva y me llamó gilipollas; besé a mis hijas y me pidieron la paga. Fui al baño y me hice una paja pensando en ELLA. Comprendí que había hecho lo correcto así que para celebrarlo me serví una copa y brindé por la anestésica rutina y las oportunidades perdidas.
 
SOBREDOSIS DE AMOR​


Su cuerpo se convulsionaba dibujando escorzos imposibles. Se contraía sobre si mismo y se incorporaba de un trallazo hasta quedar detenido, crucificado en el espacio con los brazos abiertos y los ojos en blanco. Parecía un poseído en medio de una exorcismo lanzando dentelladas y aullidos al vacío. Su mujer intentó sujetarle, pero su danza demencial era imparable, un arrebato ancestral dirigido por fuerzas superiores. Era un huracán eléctrico, una animal enloquecido que zigzaguea y se lanzaba contra las paredes.

-¿Que te pasa, amor? ¿Que te pasa?
-Arrrghhh Uug Uug
-Tranquilizáte, por favor. Voy a llamar a Urgencias
-Jusss Ñaj Ñaj
-En seguida vienen, aguanta amor.
-Fiiuuu Fiuuu Grooofffff


El ínclito Redivictor se desplomó sobre el suelo. En ese mismo instante, en la televisión, Raul González Blanco, autor del gol de la victoria en el último minuto del partido, levantaba la copa de campeones de Europa. El Bernabeú se iluminó en un arcoiris de fuegos artificiales. Las cámaras seguían al Gran Capitan. Se acercó a una ellas, dibujó un erre en el aire y lanzó un beso para cumplir un pacto secreto.
 
EL LANZADOR DE CUCHILLOS​


Estuve varios dias dando vueltas sin saber que hacer. Parecía que estuvieran a punto de bombardear la ciudad y me hubieran dejado para que mis huesos cuidaran de los escombros. Todos habían huído. Hank estaba en Hollywod, con su nueva amante, una ex-Miss Universo multimillonaria recién salida del frenopático que había leído sus novelas cientos de veces. Para ella eran como la Biblia, y Hank, por supuesto, su profeta. Le ofreció dinero, le ofreció su cuerpo, le ofreció la dorada gloria en el país perfecto. El viejo perro se lo pensó. Le ofreció ríos de whisky y entonces de un salto se subió al descapotable y desapareció despiéndose con el dedo corazón en todo lo alto.

Decidí explorar nuevos territorios hasta que entré en un bar donde la vida se pudría lenta y agónicamente. El infierno tenía que ser mejor que aquel lugar. Un camarero momificado, una puta de mil años, y yo, la suma imperfecta de los dos. La santísima Trinidad del fracaso. Pedí una cerveza y la me bebí de un trago. Sabía a orín de rata. Repetí y me fui sin pagar. Había decidido escaparme yo también. Iría al desierto, a su corazón de polvo y silencio donde me esperaba la muerte. ¿Porque retrasar lo inevitable?

Paré en mi apartamento a coger unas cosas y cuando llegué vi que me había dejado el televisor encendido. Salía un tipo gordo con bigote vestido de cocinero. El Chef Tony. Parecía un tipo de fiar, alguien que sabia lo que se hacía. Tenía en la mesa un par docenas de cuchillos de distintos tamaños. Merecía la pena sentarse y dejar que muerte esperara un rato. Era algo hipnótico, la forma que tenía de utilizar aquellos filos. Pelaba, troceaba,...destruía con si aquellos cuchillos fueran la mismísima voluntad divina.

Empecé a recuperar el tono. Al menos en ese momento y aquel lugar había algo que merecía la pena. Un hombre manejando cuchillos. Era la clase de persona que estaba conectada con la esencia natural. Era como volver a la prehistoria, donde con unos palos y unas piedras se podía sobrevivir sin volverse loco. Al final terminé telefoneándo para hacer mi encargo. Le debía la vida al magnífico afilado japones de aquellos cuchillos.
 
Tengo derecho a compartir esta celebración con todos vosotros, que no me leéis. No sólo he venido al mundo a recibir críticas y desprecios. Soy una alumna de sobresaliente, una escritora reconocida por mi profesora. Ha calificado uno de mis relatos de excelente premiándolo con un matrícula de honor. Me ha dado la enhorabuena y me ha dicho que soy la mejor de la clase. Vosotros no lo entendéis, pero yo si. Debería escribir otro relato para celebrarlo, pero se me ha subido el éxito a la cabeza y no me conformo, quiero un hilo entero para felicitarme por ser tan buena chica. Lo mismo me gano un ban por imbécil, pero estoy loca de contenta.
 
Yo tt rebuznó:
Esto también es micro-relato?

Si no fuéseis tan pagafantas escribiendo os propondría una historia de esas colectivas, PERO NO

ME HABÉIS DECEPCIONADO

No, eso es real. Un relato mío me ha convertido en una alumna de sobresaliente. Soy la favorita de la profe. Mis relatos son largos y espesos como las eyaculaciones de un caballo.

Lo del relato colectivo ya lo propuse yo en este hilo, y el éxito, una vez más, (enhorabuena Redi, eres un campeón) fue descomunal. Llegó a las dos páginas .

https://foropl.com/foro-general/101107-solo-no-puedo-amigos.html
 
Homenaje a Merodeador

UN ASUNTO MENOR

Se dio cuenta cuando estaba enamorado y en lo alto de la roca Cecropia, observando el claroscuro del atardecer entreverado en el bosque de columnas dóricas del Partenón. Le pasó también en Roma y en Lisboa, el día era perfecto y la ciudad magnífica, el sol refulgía contra los edificios blancos, pero él era consciente de que aquello era sólo una experiencia personal, algo que quedaría almacenado en su memoria y que algún día le provocaría nostalgia, el anhelo por lo hermosa que era la vida y lo que había llegado a ser.

Comprendía que una obra de arte, un premio Nobel, ser un mártir del cristianismo o conquistar la Luna no le serviría de nada. La inmortalidad era para los vivos. A pesar de todo él moriría con todos sus magníficos recuerdos y con sus mejores momentos. Nada le protegería del abismo inminente. Se estaba muriendo, pero jamás estaría muerto, porque estar implica existir, respirar, tener una biología activa y una consciencia. El muerto tan sólo esta ocupando un espacio concreto, cada vez menor, al igual que una roca que se deshace.

Todo lo que había pensado, sentido y escrito estaba aquí. Todo lo que había pensado, sentido y escrito Pérez Galdos estaba en la Biblioteca Nacional. Pero los dos estaban muertos y jamás disfrutarían de la diferencia. Eso le consoló, le hizo darse cuenta de que no había desperdiciado su vida, porque en realidad todas las vidas se desperdiciaban irremediablemente. Llegó al último momento, miró hacia atrás y sintió que había merecido la pena. Eso era todo a lo que se podía aspirar.
 
ESTALACTITAS Y HURACANES

Fui a su casa a intentarlo una vez más. Habíamos discutido un millón de veces pero yo necesitaba un millón una. Confiaba en que mis poemas pudieran arreglarlo, en conseguir que nuestros corazones volvieran a conectar. "Es mi pecho un enjambre de estalactitas furiosas" Podía servir o podía reirse o quedarse callada sin entender mi dolor y la trascendencia de mis palabras. "Soy un triste huracán desarbolado" Un huracán de amor, mi amor. Soy todo lo que necesitas y tú eres la respuesta a mis días.

Pero ella ya había tomado otro camino. Al llamar a la puerta abrió Eddy el cartero, en calzoncillos. Yo la ofrecía emociones puras, la vida latiendo sobre la piel, el deshielo glaciar y ella solamente quería un funcionario y una nómina con quien compartir hipoteca y electrodomésticos. No quería grandeza tan sólo eficacia y un seguro médico. Alli estaba, Eddy y sus catorce pagas. Invencible.

-Es mi pecho un enjambre de estalactitas furiosas.
-Largo de aquí o te parto el culo. Tus trucos son viejos y tus poemas son malos.
-Soy un triste huracán desarbolado
-Tú lo has querido, te voy a patear el culo, mamón.

Me lanzó un puñetazo pero la ira me daba alas. Mi cuerpo reaccionó como un látigo y devolví el golpe a la velocidad de la luz. Mi puño era un rayo cargado de odio y electricidad. Me fui dejando atrás un cuerpo vencido y mis poemas desparramados bajo el umbral de la puerta. Era un día de cadáveres.

Conduje hasta lo alto de la colina y aparque el coche frente al atardecer. La ciudad parecía incendiaba bajo el cielo rojo del último estertor solar. Aquello podía haber sido para los dos, pero estaba sólo y sentí que había menos grandeza y menos magia. Entonces la desgracia cayó sobre mi y comprendí que la belleza de algunas cosas necesita cuatro ojos y dos voces para manifestarse. Las mujeres ya no son lo que eran. Y lo poemas tampoco.
 
OPOSICIONES A NOTARIO

Enfrente de mi casa, al otro lado de la calle, hay un bar de putas. Muchas noches apago la luz y me siento junto a la ventana a esperar a que pase algo: una pelea, una mamada clandestina entre los coches, un asesinato, el fin del mundo…; cualquier cosa que me ayude a no pensar en lo absurdo que es todo me vale y me conviene. No pasa mucho tiempo desde que abre el local y empiezan a llegar los primeros clientes y en seguida uno se da cuenta de que hay poco espacio para la emoción o el morbo.

Una de las primeras cosas que aprendí es que el mundo de la prostitución es tedioso, mecánico, desolador y, sobre todo, triste. Las risas de las de putas llegan como un descarga, a ráfagas, como un latigazo que restalla en la oscuridad de la habitación, rebotando contra las paredes, tableteando en los muebles y haciéndolos crujir. Hay pocas cosas más tristes que las risas de las putas, tan forzadas, tan imposibles y dolorosas. Las usan para todo, y por eso, precisamente por este abuso, se agotan, se desperdicían y terminan no siriviendo para nada. Se ríen por miedo o por estupidez, por no saber que hacer y creer que con ese escándalo impostado y molesto lo solucionan todo.

Otras noches, me atrevo, me envalentona la desesperación y la soledad y bajo a ver el panorama de cerca, carne contra carne, hedores de almas podridas. El mismo paisaje en distinta geografía.Bares de atmósfera cenicienta, putas dormidas, borrachos reincidiendo en sus vicios y yo observándolo todo y anotando. Yo, paseando entre difuntos, enfermo de lucidez y consciencia, obscuro iluminado que ni participa ni se inmuniza.

-Hola, cariño ¿ estas buscando un poco de diversión?
-Estoy buscando la salvación del mundo
-Yo puedo salvarte el rabo ¿Te interesa?
-Mi alma sufre, es mi pecho un ejambre de estalactitas furiosas..
-Vale. ¿Quieres follar o no?
-¿De que serviría? "estas y otras cosas demuestran que el mundo gira sobre un eje podrido"
-Anda y vete a darle la tabarra a otra, pesado.
 
Soñé que a Don Francisco, enfermo ya terminal y moribundo, le vomitaban en la cara. El vomitador era mi amigo Jose, algo retrasadillo peo buen chaval, y don Francisco, mientras le vomitaban en la cara, en su cama del hospital, decía "hijo de puta, hijo de puta".

Me despertaron dos estridetes timbrazos en la puerta de mi casa y me vestí rápidamente. Volvió a sonar el timbre cuando ya estaba en el hall.

-Quién es!- dije malhumorado.

-Policía!

Abrí la puerta con gran confianza en mí mismo y un poco emocionado.

-Policía, tiene que venir con nosotros.

Eran un chico y una chica, jóvenes, vestidos de paisano con ropa deportiva.

-Buenos días. ¿De qué se trata?- dije sonriedo, intentando que no se notara mi azoramiento.

-Esto es rutinario, caballero- dijo la mujer policía en un tono muy imperativo que me repugnó.
Parecían dispuestos a todo, dispuestos a buscarme la ruína a cambio de su salario. Los miré sombríamente y humillé la cabeza. Cualquiera se andaba con bromas. El policía, que se estaba quedando calvo, me paseó por las narices un grueso fajo de papeles, con gran insolencia. La mujer policía no sonreía, pero se la notaba que por dentro se estaba bañando en agua de rosas.

-Está imputado, caballero- dijo bailándole el agua a su compañero.

En un limpio movimiento saqué el revólver del bolsillo de la americana y lo amartillé. Alzé la mano que empuñaba el arma y apunté con los dos ojos abiertos a la boca del hombre. Era un viejo Colt Police calibre 32 de cañón largo y cachas de ebonita, de 1909. Al disparar producía un sonido similar al de golpear una mesa de formica con una regla de madera.
El primer disparo dió en la mandíbula del servidor de la ley, lo que le hizo retroceder espasmódicamente. El segundo le alcanzó en el cuello, por debajo del bocado de adán, y otros tres desgarraron su ajustada camiseta a la altura del pecho y debajo del esternón.
La chavalita, poco agraciada pero muy cuca ella, y con una cara de circunstancias que daba grima verla, tiró la mano para atrás quizás buscando su arma reglamentaria. Volví a amartillar el viejo Colt, alineé miras sobre su frente y apreté el gatillo. No cerró los ojos. De su boca salió un gruñido como de animal, se tambaleó unos segundos y cayó junto al cuerpo de su compañero.

Entonces, empezé a ponerme nervioso. Bajé la escalera de un humor regular, intentando respirar acompasadamente y tratando de mantener la tranquilidad. Pero el corazón me latía con fuerza y las rodillas me temblaban. Quizás no fuera para tanto y me maldije por mi falta de empuje. Encendí un cigarrillo e intenté poner la mente en blanco, pero no había manera.

-¿Elmer?

Alzé la cabeza. Estaba frente a mí, sonreía. Era ella.

-Está usted guapísima.

-Gracias, caballero. Perdone el retraso. Seguro que ya creía que no vendría. Discúlpeme por favor. ¿Hace mucho que me espera?

-No se preocupe; no pasa nada. Lo importante es que ya está usted aquí, a mi lado.

-Qué galante...

Ya no tenía miedo. Me invadió una gran tranquilidad. Había acudido a la cita, estaba sentada junto a mí. Un sueño largamente acariciado que al fín se había hecho realidad. No me intimidaban las sinuosas curvas de su cuerpo, su cabello teñido ni su amplio escote, o las miradas que los hombres la dirigían cuando caminaba por la calle, ni sus fotos del feisbuk haciendo morritos, ni el rubiales guaperas de cuadrada mandíbula que durante muchos años mandó en ella como marido. Estaba a mi lado, cálida y amable, maravillosamente viva, mirándome con una expresión indefinible de suave interrogación, y yo diría que incluso algo avergonzada.

Le tomé las manos y la besé en la mejilla muy suavemente.

-Si usted quiere, podemos vernos otro día, con más tiempo. ¿Le gustaría dar una vuelta por las afueras de mi pueblo, que es tan hermoso? ¿Quiere usted que le guise una sabrosa paella, con conejo, con pollastre y con romero?

-¡Me encantaría!

-Para todo sirvo, y valgo para cualquier cosa. La versatilidad es mi pincipal baza. Me gusta pasear, la buena conversación, las cenas románticas, el cine, la lectura, y sobre todo me gusta hacer feliz a la mujer a la que amo.

-Es usted encantador

-Y usted un bombonazo.

Estaba en el bote. Pero no quise forzar la situación. Me despedí de ella muy cortesmente, en la estación del metro, y nos citamos para el domingo siguiente. Volví a mi casa con una melodía en el corazón. Un par de veces olí la solapa derecha de mi americana, aún impregnada con su perfume, sonriendo sin darme cuenta. Saqué la llave y abrí el portal. Subí la escalera tarareando el Horst Wessel.

Ya se habían llevado los cuerpos.

A medianoche recibí un sms.

Solo quier decirt k m as parecido un encanto d persona. muchs bss. Rosa.
 
Dedicado a los que nacimos en los 70


SUPERQUINQUI

-¿Fue entonces cuando estuviste apunto de abandonar el periodismo?
-Si, pensaba que se trataba de una profesión vendida al morbo y al espectáculo, dispuesta a servir a la causa que mejor pagara.
-Vaya, realmente te afectó aquella historia para que llegaras a pensar algo tan disparatado.
-Lo hizo, sin embargo hoy me doy cuenta de lo equivocado que estaba, de que si personas como Jaime Cantizano o Jorge Javier Vázquez también decidieran abandonar, la democracia estaría indefensa, presa del oscurantismo y la mediocridad. Pero en los primeros 80 las cosas eran muy diferentes. En aquella época la juventud moría pisoteada bajo los cascos del caballo blanco. La heroína se había convertido en una guadaña gigantesca y hórrida que segaba las mejores espigas de nuestra generación. Miles de excelentes muchachos con las venas emponzoñadas, zozobran moribundos por las chabolas del extrarradio en busca de una dosis que les librara de los aguijonazos de la abstinencia. Había mucha competencia entre todos los medios por conseguir el mejor reportaje, así que yo estaba desesperado por entrar sin armadura en el corazón desnudo de la verdad. Gutierrez, el redactor jefe del Ya, me encargó que escribiera un reportaje sobre el tema. Los del ABC habían publicado un especial sobre los protagonistas de Perros Callejeros que había sido un éxito sin precedentes. Necesitaba hacer algo grande. Así que me fui al Pozo del Tío Raimundo y allí conocí a Jony.
-Uff, Jony, un mito y un mártir del periodismo de investigación.
-Me lo presentó el Pirri. Yo conocía a Eloy de la Iglesia y el me puso en contacto con todo este grupo. Pobres muchachos. No habían cumplido los veinte y ya estaban en las últimas.
-Menos mal que hoy nuestros jóvenes son cabales, los futuros rectores de una nueva Ilustración.
-Si, afortunadamente es verdad lo que dices. Jony podía haber llegado a algo, reportero del Tomate o tertuliano con Jordi González, pero tenía demasiadas ganas de probarlo todo. Fue una suerte para mí y una desgracia para él. A cambio de pagarle las dosis estaba dispuesto a todo. Podíamos fotografiarle pinchándose en los tobillos, comprando el jaco, pegando “el tirón” a las abuelas. Estaba claro que iba a convertirse en un fenómeno. Hicimos cientos de fotografías que me dio para escribir varios capítulos que publicamos semanalmente. Se convirtió en una estrella y hasta llegó salir una temporada con Bibi Andersen. Me estaba muy agradecido y siempre que podía se pasaba por la redacción a saludar. Lo que nos reíamos con él, joder, era un LOL, verle caminar como un pato mareado cada vez que se colocaba. Una tarde venía con el doble de ración en el cuerpo y no lo pude resistir. No se que me pasó, el tedio del invierno y las ganas de impresionar a un becaria que quería trajinarme me hicieron perder la cabeza. Forcé la situación y no me di cuenta del riesgo.
-Dicen que fue un suicidio.
-El solito saltó a la Plaza de Callao. Eso te lo aseguro. Pero a veces me siento culpable. Toda la redacción me azuzaba, me pedían que le mandara hacer el perrito, que le ordenara lavarse la cara son su orín, que le convenciera de que intentara atravesar las paredes,…todo le parecía bien y a todo obedecía con tal de cobrar los mil duros que le prometíamos entre todos. Entonces la zorra de la becaria habló de Superman, era la película de moda y quería que Jony volara sobre la Gran Via. Mi sentido común me decía que aquello era una mala idea, pero las dos tetas que tenía aquella hembra me decían que debía decirle a Jony que desplegara sus alas como si fuera el arcángel San Gabriel. Las tetas, más grandes que las de Sabrina, por su puesto, ganaron y le dije que imitara al hombre de acero. El muy cabrón estaba colocado hasta la cejas, pensábamos que nos daría tiempo a cogerle antes de lanzarse a su salto mortal, pero de repente echó a correr como si el espíritu de Carl Lewis le hubiera poseído, esprintó como un rayo y saltó por la ventana, a veinte pisos de distancia del asfalto. Puré de sesos frente a la cafetería Manila. Todos nos quedamos callados, hasta que a la becaría, gracias a Dios, la entró una risa nerviosa. Nos relajamos y empezamos a reir con ella, mientras canturreábamos la banda sonora de la película imitando a Jony en su carrera final. Aquella misma noche, fui a cenar con la ideóloga del desastre y me quitó las penas con un polvazo fetén.
-Tu no tuviste la culpa. Hiciste lo correcto. Jony murió como una estrella, él lo hubiera querido así.
-Lo sé, pero la policía, el juez y el resto de la profesión se cebaron conmigo.
-Envidia, pura envidia, falta solidaridad en el mundo del periodismo.
-Ya te digo, todo por un puto yonki con exceso de velocidad.
 
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