Rastrer0
Freak total
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Pues sí, a veces me dan ganas de salir a la calle a manifestarme, pancarta en mano, por mi derecho a ser gratamente sorprendida por un hombre o, al menos, dejar de ser la víctima de todos esos hombres que no sólo no me sorprenden positivamente, sino que me hacen plantearme seriamente un cambio inminente de acera o el enclaustramiento definitivo en un convento en las montañas.
A veces pienso que alguien debería advertir a los hombres que salen el fin de semana con la única intención de ligar que acercarse a mí cuando estoy felizmente entretenida tomando una copa con unas amigas es un deporte de riesgo y poco aconsejable si no eres capaz de preguntar algo original, responder con un poco de gracia o si no estás lo increíblemente bueno como para que todo lo que digas o hagas me resulte genial.
Por alguna extraña razón los tíos normales de conversación interesante no se te acercan por la noche ni te dan conversación desinteresada. Éstos, si es que realmente existen, rara vez se dan a conocer sin más.
Obviamente una no pretende ni aspira ya a encontrarse a ningún tío increíble en un pub a las tres de la mañana, pero eso no es razón suficiente como para que cualquiera se crea con derecho a merecer mi más sincero respeto sólo por haber tenido la gentileza de dirigirse a mí con la original pregunta del “estudias o trabajas” cuando una tiene ya una edad. Porque yo, si me lo propongo, puedo ser una tía simpática y puedo hacer reír al más sieso, pero necesito un poco de motivación, y eso no se consigue riéndome las gracias que ni siquiera lo son o dándome la razón como si fuera tonta. Tampoco se consigue mi respeto “cagándose” encima, y por eso, si uno no es capaz de hablarme de forma natural sin tartamudear o si es incapaz de aguantarme más de medio segundo la mirada, considero que debería dedicarse a otra, que para eso hay millones de mujeres más impresionables que yo o con muchas más ganas de que alguien les regale el oído.
Y que nadie se confunda, que no es un problema mío porque soy espectacular e intimido a los hombres con mi belleza deslumbrante. Ojalá, pero no. El problema es que los hombres que se me acercan en un pub a las tres de la mañana son los hombres que se le acercan a todas las mujeres que haga falta hasta que pique una. Son los hombres que han optado, a la hora de ligar, por la cantidad frente a la calidad de sus acercamientos y son aquellos que cuando ven que tú no sonríes con carita de embobada ante un piropo, reculan y se van a por la siguiente, que el tiempo apremia si uno tiene que conseguir algo antes de que amanezca.
Por eso, cuando se me hinchan las narices, y probablemente con el que menos lo merece, saco a relucir esa mala leche que me caracterizaba y de la que poco hago gala últimamente. Entonces es cuando me crezco y mi escasa estatura deja de ser reflejo de mi persona y cuando esa verborrea que en otras ocasiones se me queda corta fluye a borbotones de mi boca y me recreo con la facilidad que de repente tengo para caricaturizar al tonto del bote que osó acercarse a mí sin más recursos que un par de frases típicas y aburridas.
Y cuando el sujeto en cuestión se aleja por fin de mí con cara de haberse cruzado con satanás es cuando me giro, me vuelvo hacia mis amigas y digo:
- Mierda, lo he vuelto a hacer.
- Eres incorregible, contigo no hay manera. ¿qué ha hecho este?
- Nada, exactamente nada.
Y dejo de sentirme orgullosa de mí misma o satisfecha por lo que hago o digo, y ese ego que estaba a punto de reventar, me estalla de golpe en la cara.
Entonces no puedo evitar recordar los buenos tiempos. Cuando yo disfrutaba del derecho que hoy reivindico. Cuando en un pub a las tres de la mañana te podías encontrar a un hombre interesante que consiguiese dejarte embobada con cuatro frases y que fuera capaz, por ejemplo, de rematar la jugada como lo hizo un ex conmigo la noche que lo conocí:
- Preferiría seguir discutiendo contigo que irme a la cama con esa rubia que, casualmente, es mi novia.
- Demuéstramelo. – contesté temblorosa.
Y me lo demostró.
Para que hagamos un poco de autrocritica, no todos nuestros problemas residen en los demas, muchas veces hay que saber tambien reconocer los propios errores y aprender de ellos.
Mas o menos, este el sentimiento generalizado de una mujer cuando sale de marcha pero claro ellas tampoco hacen nada para remediarlo, simplemente esperan, nunca se deciden.
Y asi estaran seas chico o chica cantando la eterna cancion,.
Realmente no hay ninguna solucion al problema salvo tu propia experiencia.