Casa Granero (Cantó de la Torre, 9. Serra, Valencia. Teléfono 961 688 425) celebró la XVI Edición de la matanza del cerdo. En un ambiente festivo y popular, el matrimonio propietario agasajó a todos los invitados con su hospitalidad y generosidad. Cuatro importantes personalidades recibieron los galardones de la matanza.
El esmorzaret informal que tiene lugar a partir de las 9.30 horas es uno de los mayores alicientes de la tradicional y consitudinaria matanza del cerdo de Casa Granero (Serra), prólogo de las, en este caso, XVI Jornadas Gastronómicas, que concluirán el 23 de marzo.
El esmorzaret reúne a algunos de los amigos de Víctor Vicente Navarro (a) Granero, hosteleros o no. En la mesa hay, naturalmente, generosas raciones ofrendadas por diversos colegas.
El otro día (21-F), cuando llegamos, el desayuno ya había empezado. La gente común y los médicos, sobre todo los dietistas, harán bien en no aceptar la invitación para los Desayunos de la Matanza.
(Pero nosotros defendemos que más vale morir con dignidad que vivir con vilipendio.)
Carlos Calero (Casa Salvador) aportó unos callos estupendos; Teresa, gran cocinera popular, del restaurante Gambrinus (Siete Aguas), puso en el mantel morteruelo y ajoarriero. También desayunamos bacalao frito, titaina y torreznos de Embutidos Caba (Garray, Soria).
Carlo D’Annna, de la trattoria napolitana Da Carlo, colaboró con el postre: cannollo (cilindros rellenos de ricotta y más cosas dulces).
Cuando alguien ya iba por el primer gin-tonic (preparado convenientemente por Ferriz, el hombre orquesta de Serra), los armoniosos sonidos y melodías del tabalet i la dolçaina anunciaron a los presentes que el cerdo estaba a punto de morir.
12.05 horas. La temperatura era algo fresquita. La mayoría de los del esmorzaret salió para asistir al ancestral rito, actualmente suavizado por unas descargas eléctricas para anestesiar al cochino. Recordamos todavía que, en una matanza precedente, falló el sistema (al parecer, alguien se equivocó de enchufe), hubo chispazos y el cerdo pudo morder al ejemplar e histórico matarife Aliaga, quien, no obstante, rápido de reflejos, evitó que el animal lo hiriera de consideración.
El cerdo de este año pesaba 189 kilos y fue donado, como siempre, por Carlos Grau, yerno del entrañable Enrique Grau, fundador del Palacio de la Bellota, la Catedral del Jamón.
Puede que alguien se pregunte cómo se llamaba el cerdo, pues todos los años bautizan al reo de turno, antes de morir, para que no vaya al limbo de los justos, que ni es carne ni pescado.
Se llamaba Marcel, en recuerdo y homenaje al boxeador Marcel Cerdan, pareja sentimental que fue de Edith Piaf. Ella se hizo célebre con la canción La Vie en Rose. Y Marcel, el cerdo, también la tuvo (bien alimentado y visitado por el veterinario) hasta el fatídico 21-F.
A nosotros nos gusta mucho el jamón y todo lo que regala el cerdo a la sociedad cristiana y occidental, pero cuando se produce el sacrificio permanecemos sentados a la mesa del esmorzaret, apurando los platos, algunos de los cuales aún están intactos.
El espectáculo del cerdo, ya muerto y descuartizado artísticamente, es una fuente de reflexiones.
¿Cómo se puede transitar de la vida a la muerte en un minuto o dos? ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? Y observando definitivamente descuartizado a Marcel, ¿será consciente del favor que le ha hecho a la humanidad y de que su muerte no ha sido inútil? Abierto en canal (véase la foto en la otra página), es inexplicable, metafísicamente, que fuera un cerdo y que días antes anduviera por la finca de Grau con la morfología de cerdo vivo. En fin...
Los Caballeros de la Matanza 2011 fueron Pedro Morán (Casa Gerardo, Prendes: una estrella Michelin). Morán comentó que de joven participó en las matanzas de su casa paterna. Se atribuye el sacrificio, y es verdad, de más de 300 cerdos (gochos, en asturiano). 300 muescas en su Colt 45.
Otro Caballero, ilustrísimo, fue Celestino Ricote, delegado de Comunicación de Renfe de la Comunitat Valenciana, Cuenca, Albacete y Murcia, con motivo de la llegada del AVE a Valencia. Ricote es también asturiano. Le entregó a los Granero, Mónica y Víctor, y a Morán, una preciosa maqueta de este raudo tren.
Ricardo J. Vicent Museros, impresor, editor y fundador del Museo de la Imprenta y las Artes Gráficas (en su fondo editorial hay joyas maravillosas), fue otro de los galardonados. El pintor José Antonio Lozano (hijo adoptivo de Albacete y predilecto de Yeste) no pudo recoger su trofeo a causa de su avanzada edad (91 años). Lo recogió, en su nombre, Elvira Aparicio, viuda de Ramón Ferrando, director que fue de La Cartelera. Acto seguido, comimos opíparamente en el restaurante Rossinyol (Náquera). Un día inolvidable.