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pulga
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Más cosas:
Mi compañero de cuarto se metía de todo en las salidas, claro que después controlaban con análisis de orina si te drogabas o no. Él evitaba esto trayendo dentro de condones orina de terceros que estaba limpia de drogas y era ésta la que metía en los botes de análisis.
También había un panchito:
Era colombiano, padecía de psicosis. Era muy blanco, rubio, de ojos azules pero achaparrado y con cara de simio. No paraba de dar vueltas inclinándose a los lados a cada paso mientras mostraba una mirada perdida y unos ademanes temblorosos. Un día que estaba jugando al guiñote con otros tres pacientes nos encaró el panchito y sin venir a cuento nos dijo: "Es que yo si quiero voy y los mato a todos ustedes porque soy muy macho". Yo me le quedé mirando fijamente y le dije con acento andaluz aspirando las eses: "¡Ole tuh cojoneh!". Entonces el desgraciado de él agarró un vaso lleno de agua que teníamos para apagar y depositar las colillas y me lo estampó en los morros. Yo no me lo pensé dos veces y agarré la silla y con ella le abrí la cabeza. Esto nos costó a ambos dos días en la celda de castigo, atadicos a una camilla en una habitación con las paredes acolchadas. Allí hice muy mala uva, tan mala uva que me llegué a poner de pie con la camilla atada y todo de la fuerza que hice para intentar liberarme. Recuerdo que la enfermera que me descubrió de esa guisa se quedó atónita, dijo: "Jamás había visto a alguien con tanta fuerza en mi vida como para ponerse en pie con camilla incluida mientras está atado a ésta". Después de esto el panchito estuvo muy, muy suave conmigo. Si es que estas razas inferiores el único lenguaje que entienden es el de la violencia.
Mi compañero de cuarto se metía de todo en las salidas, claro que después controlaban con análisis de orina si te drogabas o no. Él evitaba esto trayendo dentro de condones orina de terceros que estaba limpia de drogas y era ésta la que metía en los botes de análisis.
También había un panchito:
Era colombiano, padecía de psicosis. Era muy blanco, rubio, de ojos azules pero achaparrado y con cara de simio. No paraba de dar vueltas inclinándose a los lados a cada paso mientras mostraba una mirada perdida y unos ademanes temblorosos. Un día que estaba jugando al guiñote con otros tres pacientes nos encaró el panchito y sin venir a cuento nos dijo: "Es que yo si quiero voy y los mato a todos ustedes porque soy muy macho". Yo me le quedé mirando fijamente y le dije con acento andaluz aspirando las eses: "¡Ole tuh cojoneh!". Entonces el desgraciado de él agarró un vaso lleno de agua que teníamos para apagar y depositar las colillas y me lo estampó en los morros. Yo no me lo pensé dos veces y agarré la silla y con ella le abrí la cabeza. Esto nos costó a ambos dos días en la celda de castigo, atadicos a una camilla en una habitación con las paredes acolchadas. Allí hice muy mala uva, tan mala uva que me llegué a poner de pie con la camilla atada y todo de la fuerza que hice para intentar liberarme. Recuerdo que la enfermera que me descubrió de esa guisa se quedó atónita, dijo: "Jamás había visto a alguien con tanta fuerza en mi vida como para ponerse en pie con camilla incluida mientras está atado a ésta". Después de esto el panchito estuvo muy, muy suave conmigo. Si es que estas razas inferiores el único lenguaje que entienden es el de la violencia.