Yo llevé a Franklin al hospital en una carretilla, cuando lo del rayo.
Soy peninsular, aunque viajo con frecuencia a Baleares.
Créame que no. Lo realmente interesante es el comportamiento de aquellos jóvenes, en comparación con otras épocas anteriores.

Nuestras caras no suponían una amenaza. Tampoco nuestro outfit. Pero sí es cierto que, fuéramos donde fuéramos, cantábamos como una mosca en la leche.
El ejemplo más exacto sería como si estuviéramos viendo el mundo a nuestro alrededor con unas gafotas -@GoogleTM- de realidad virtual. Parece como que uno está dentro, pero en realidad ni se puede interactuar ni se puede tocar, ni nadie repara en nuestra presencia porque, directamente, no existimos.
Nos metimos en un garito porque parecía que ponían Rock y Folk. Fue entrar y cambiaron la música a esos horrísonos bodrios que suenan ahora por todos lados, donde un subnormal canta con voz más subnormalizada aún sobre la base rítmica de un Casio PT-1. Las jóvenes sentadas en grupos en las mesas, sólo apartaban las miradas de sus móviles para decir una breve frase a la otra. Los camareros, pese a no haber ningun cliente más que nosotros en la barra, ni siquiera nos miraron una fracción de segundo, pese a estar mirándolos fijamente. Hablaban entre ellos, secaban vasos... la invisibilidad total y absoluta

Salimos de ahí y nos metimos en otro donde parecía haber más alegria para el oído y la vista. En ese sí se nos dirigió enseguida el camarero, para invitarnos amablemente a irnos, porque estaban celebrando una fiesta privada
Salimos y nos metimos en otro garito más colorido y con fauna más variada. En ese había un grupo de jovencitas que empezaban a ser abordadas por machos en celo de todo pelaje, pero todos guardando las formas. A causa de las habilidades sociales de
@redpo, interactuamos con un matrimonio de polacos jóvenes bastante peculiar. La primera frase que le suelta el tío a Redpo:
What happens in Mallorca stays in Mallorca. Más tarde comprenderíamos el alcance de dicha frase.
La joven esposa estaba francamente bien, y tras haber ingerido incontables cócteles, ella gustaba de adentrarse entre la gente e interactuar a fondo como lo hace un perro en una playa, acercándose a otros perros y revolcándose en la arena. Y el marido siempre detrás, al acecho, pero con despreocupación.
To be continued, que me pilla el toro.