¿Por qué NO voy a ir a la huelga general del 14 de noviembre?
Si me conoces seguramente pienses que estoy de broma. No es así. Fui el único en mi empresa que secundó la huelga general contra la reforma laboral de ZP. Acudí a la última también, afortunadamente con más compañer@s. Pero también creo que la gente tiene derecho a cambiar, a replantearse cosas.
No me malinterpreten. Sinceramente entiendo a personas como Ramón Trujillo o Reimer Jiménez (profesor de secundaria y estudiante universitario respectivamente), que no acudirán a sus centros en 14 N. Paran contra el aumento de las tasas universitarias y las ratios en las aulas. Creen que el aumento de las horas lectivas del profesorado y el irrisorio porcentaje del PIB destinado a educación condenará el futuro de millones de jóvenes.
También comprenderé a Alberto Garzón (diputado de Izquierda Unida en el Congreso de los Diputados) cuando no se siente en su escaño el 14N. Él se manifestará contra el déficit democrático que existe en nuestro país. Constata a diario que las decisiones no son tomadas por los gobernantes que salieron elegidos en las elecciones, sino por organismos a nivel europeo o internacional, la banca alemana y las agencias privadas de calificación. Se declara insumiso contra el golpe de estado institucional que ha cedido la soberanía nacional a entidades extranjeras.
Mis grandes amigos Esteban Díaz y Arnaldo González sin quererlo son parte de los cinco millones de parados que según los empresarios no trabajan porque no quieren. Ellos saldrán a la calle contra la reducción de las prestaciones por desempleo, último colchón que separa a millones de personas de la exclusión social. Creen que un 52% de paro juvenil es una vergüenza que hemos asumido con fría normalidad. Piensan que emigrar a otro país debería ser una elección, no una obligación.
Inés Chinea y Jose Manuel González (investigadores en universidades de Canarias y País Vasco) no encenderán el ordenador el 14N en rechazo a los recortes en investigación y ciencia. No paran de oír en la tele a los de siempre hablando de la sociedad del conocimiento, de que la clave de la reactivación económica está en la competitividad y la productividad. Por eso les hierve la sangre cuando ven que lo primero que suprimen es el gasto en I+D+i, en ciencia básica, en innovación tecnológica, al mismo tiempo que precarizan la vida de investigadores que apenas disponen de su ilusión para seguir adelante.
Toño Linares (trabajador sanitario) parará el 14N por la salud de todos nosotros. Se rebela contra el pan de cada día: Plantas de hospital cerradas, listas de espera de años… Opina que la instauración del copago dificultará a muchos pacientes el acceso a los medicamentos. Piensa que es inhumano negar cobertura sanitaria a un inmigrante sin papeles. Cogerá su pancarta el día de la huelga para hacer frente a esos gobernantes usuarios de la sanidad privada que echan personal en la pública, aumentando los horarios del personal y disminuyendo la calidad de la asistencia sanitaria. Odia a los vampiros que juegan con nuestra esperanza de vida.
Javier Bermúdez (amigo y trabajador en el sector de la dependencia) se plantará el 14 porque está harto de no saber si cobrará el mes que viene. Porque los recortes en la aplicación de la Ley de Dependencia dejan a miles de personas, las más necesitadas, sin una atención adecuada, y a miles de trabajadores y trabajadoras sin empleo.
Alberto Rodríguez (trabajador de la refinería y amigo desde los tiempos del IES Ofra 5) tiene más rabia que altura. Rabia de vivir en una sociedad profundamente injusta. De ver cómo la crisis machaca a los débiles mientras que el tertuliano de la radio les pide apretarse el cinturón. Prefiere perder un día de salario porque cree que merece la pena: Por ese uno de cada cuatro españoles en condiciones de trabajar que no puede (uno de cada tres en Canarias). Por los 1,7 millones de hogares españoles que tienen a todos los miembros de su familia en paro. Por los más de 500 desahuciados al día.
Francisco Martín (compañero de Candelaria) es de los que piensa que hay dos orillas. En una están los que se conmueven, en la otra los que no, los que creen que nada va con ellos. Ve cómo cada vez más gente va a las ONG´s a pedir latas de atún. Sabe que las peticiones de ayuda para necesidades básicas (comida, ropa, etc.) se han disparado a niveles de la dictadura. Que el nivel de pobreza infantil ha alcanzado el 26%, desbancando a esa pobreza más invisible de la tercera edad. Se pateará las calles repartiendo panfletos, porque se le revuelven las tripas, porque sabe en qué orilla se encuentra.
Vicent Navarro (Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales en la Pompeu Fabra) irá a la huelga porque no cree en las estafas. No lo entrevistan en antena 3 porque les diría que las políticas de “austeridad” y recortes asfixian la economía. El poder económico y mediático no quiere oír su discurso: Reducir salarios, favorecer los despidos, eliminar las ayudas sociales y reducir el gasto público producen globalmente una disminución del consumo interno. Y cuando la gente no sale a la calle y no consume, las empresas privadas no venden, y tienen que cerrar y echar a los trabajadores. Éstos no salen a la calle y no consu.. Bueno, se imaginan.
Juan Torres (Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla) no irá al campus el 14N porque cree, sin recurrir a Marx o Lenin, que las alternativas a esta estafa pasan por potenciar el sector público. Roosevelt acabó con la Gran Depresión a través del New Deal, expandiendo el gasto y empleo públicos. En Europa, después de la II G.M., se aplicaron fuertes políticas Keynesianas (Un sector público potente dirige y potencia la economía, arrastrando al sector privado). Pero se ve que nuestros gobiernos no han leído libros de historia, siguen pensando en que la empresa privada por si sola va a crear empleo y sacarnos de la crisis.
Frente a esas alternativas enciendes la tele y el analista político de la tertulia de Ana Rosa te invita a usar el sentido común: No hay dinero público, ¿De dónde vas a sacar los fondos para llevar a cabo semejantes planes? Pues parece que hay gente que va a ir a la huelga porque descubrió que (según la oficina de estadística de la UE, Eurostat) los ingresos fiscales de España representaban en 2010 el 32,9 por ciento de nuestro PIB, cuando la media europea es del 40,2 (UE-15). ¿Y esa diferencia quién la tiene?
Mucha gente que no es imbécil secundará la huelga porque sabe que el dinero para salir del hoyo está, pero en las manos equivocadas. Se expondrán a la brutalidad de los antidisturbios porque saben que se podrían haber conseguido 5.600 millones revertiendo la bajada del impuesto de sociedades de las empresas que facturan más de 150 millones de euros al año; que se podrían haber conseguido 2.100 millones manteniendo el impuesto sobre el patrimonio, o 2.552 millones eliminando la bajada de impuestos de sucesiones. No duermen pensando en qué harían con el dinero que sustenta los privilegios de la Iglesia Católica o el gasto militar.
Más de uno acabará en comisaría porque un día escuchó (y no se lo podrá quitar de la cabeza) que el Estado podría conseguir fácilmente más de 120.000 millones de euros corrigiendo la enorme regresividad en las políticas fiscales y combatiendo con más inspectores el fraude fiscal (que está altamente concentrado en las grandes fortunas, en las grandes empresas y en la banca).
A mi madre, Loly Segovia, le sube la tensión porque sabe que ahí está el dinero. En las cuentas de los que no sufren la crisis, de los que vivieron por encima de sus posibilidades, de los que prefieren echar a un trabajador antes que dejar de irse de vacaciones a NY. De tanta inmoralidad no se ve capaz de abrir la tienda el 14.
Ah, me olvidaba. Tanto rollo era para decirles por qué no voy a la huelga. Muy simple. Porque no tengo trabajo. Soy hijo de la reforma laboral, un despido objetivo de 20 días por año trabajado. Curiosamente fui a la huelga pasada contra las condiciones del futuro despido que iba a tener. No haber ido hubiera sido atentar contra mí mismo, y eso es muy duro. Por eso tengo suerte de haber elegido bien, duermo como un angelito por las noches.
Piénsalo bien. Creo que es un lujazo poder secundar una huelga general, ya que implica que aún conservas tu trabajo. Busca tus razones para ir o no ir. Ahí yo no entro. Pero te aseguro que haré todo lo posible para que sea un éxito, aunque nadie me pueda quitar esa espina clavada que tengo… Porque a fin de cuentas estoy en el banquillo.
Antonio Chamorro