cuellopavo
El hombre y la caja
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- 23 Abr 2006
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Este mes de enero se han cumplido ya 75 años de los terribles sucesos de Casas Viejas (Cádiz), cuando el Gobierno de la República, presidido por Azaña, reprimió un pequeño brote revolucionario de signo anarquista en esta por entonces mísera población gaditana: más de 20 campesinos pobres de solemnidad fueron masacrados sin piedad y sin juicio previo por un batallón de la Guardia de Asalto, el cuerpo de orden público creado por la República.
Los campesinos, liderados por el audaz "Seisdedos", desesperados por las incumplidas promesas de Reforma Agraria, proclamaron el comunismo libertario en los límites de la pequeña aldea, de`pués de tomar el Ayuntamiento tras enfrentarse al destacamento de la Guardia Civil y matar a uno de los guardias. Según se dijo las órdenes que recibió el capitán Rojas, que comandaba el destacamnento de la Guardia de Asalto enviado para la represión, fueron tajantes: "Ni heridos ni prisioneros: tiros a la barriga".
La historia de los sucesos de Casas Viejas deja a las claras el carácter represivo y violento de aquel Gobierno de izquierda que la izquierda de hoy pretende poner como paradigma de la democracia. El mismo trato que le dieron a la Iglesia desde 1931, también se lo dieron a los anarquistas que osaron disentir o criticar su actuación política.
Una característica que hacía muy atípico al anarquismo andaluz, era su rechazo de cualquier fórmula colectivista. A lo que aspiraban era a disponer cada familia de un lote de tierra propio que le sirviera para el sustento, y a organizarse políticamente mediante la autogestión y el asambleísmo. Su lema era "Tierra y libertad"; es decir, dame tierra y déjame hacer lo que me dé la gana. En definitiva lo único que pretendían era disfrutar de una mejor posición -como propietarios- dentro del sistema capitalista, en el que cada cual hace con el fruto de su trabajo lo que le da la gana.
Los teóricos y líderes anarquistas tenían, sin embargo, otras ideas de signo colectivista. Ideas que nunca llegaron a aclarar del todo, porque sabían que los campesinos nunca las habrían aceptado. Pero utilizaban su fuerza y su sacrificio, como el de Casas Viejas.
Los campesinos de Casas Viejas también merecen un poco de memoria histórica.
Los campesinos, liderados por el audaz "Seisdedos", desesperados por las incumplidas promesas de Reforma Agraria, proclamaron el comunismo libertario en los límites de la pequeña aldea, de`pués de tomar el Ayuntamiento tras enfrentarse al destacamento de la Guardia Civil y matar a uno de los guardias. Según se dijo las órdenes que recibió el capitán Rojas, que comandaba el destacamnento de la Guardia de Asalto enviado para la represión, fueron tajantes: "Ni heridos ni prisioneros: tiros a la barriga".
La historia de los sucesos de Casas Viejas deja a las claras el carácter represivo y violento de aquel Gobierno de izquierda que la izquierda de hoy pretende poner como paradigma de la democracia. El mismo trato que le dieron a la Iglesia desde 1931, también se lo dieron a los anarquistas que osaron disentir o criticar su actuación política.
Una característica que hacía muy atípico al anarquismo andaluz, era su rechazo de cualquier fórmula colectivista. A lo que aspiraban era a disponer cada familia de un lote de tierra propio que le sirviera para el sustento, y a organizarse políticamente mediante la autogestión y el asambleísmo. Su lema era "Tierra y libertad"; es decir, dame tierra y déjame hacer lo que me dé la gana. En definitiva lo único que pretendían era disfrutar de una mejor posición -como propietarios- dentro del sistema capitalista, en el que cada cual hace con el fruto de su trabajo lo que le da la gana.
Los teóricos y líderes anarquistas tenían, sin embargo, otras ideas de signo colectivista. Ideas que nunca llegaron a aclarar del todo, porque sabían que los campesinos nunca las habrían aceptado. Pero utilizaban su fuerza y su sacrificio, como el de Casas Viejas.
Los campesinos de Casas Viejas también merecen un poco de memoria histórica.