El accidentado en cuestión tiene 20 años y eso le puede ahorrar secuelas, pero todas las ostias de moto te dejan algún recuerdo.
13 meses hace de mi hostia en ciudad y aún tengo la cadera con la que aterricé un poco hinchada, un poco insensible y con picores que no alcanzo a rascar. Y las costillas me dan pinchazos de vez en cuando.
La cosa es que según informes del Samur no perdí el conocimiento, pero no me acuerdo de absolutamente nada del accidente hasta cuatro horas después, cuando la puta enfermera que me llevaba a hacer el escáner me iba golpeando la camilla contra cada esquina mientras se ciscaba en todo por nosequé de sus turnos de guardia.
Al día siguiente tuve que hacer la ruta recostruyendo la historia, andando como la madre de Ángel Garó. Gracias al Maps supe dónde había sido el golpe y fui a la comisaría de policía local correspondiente para toparme con un muro de inutilidad acojonante; al no tener mi DNI (mi cartera no aparecía) no querían darme ningún dato. Al final conseguí los datos del coche con el que me di, pero nada del atestado ni quién había hecho qué ni nada de nada.
Resulta que alguien tuvo la feliz idea de guardar mi cartera en el asiento de la moto y no dejar constancia en ningún lado. Hasta que no fuimos al depósito no la recuperamos. 15 o 20 días después el seguro me dijo que había sido culpa del otro, una ejecutiva que al parecer negaba toda culpa.
Mes y medio de baja, y encima como solo podía dormir boca arriba y luego del lado derecho, tres días antes de volver a currar me jodí el hombro derecho que no podía ni quitarme la camiseta. Pero no reclamé nada de ello, ni las sesiones de fisio que, al ser una lesión producida en el medio en el que se produjo la recuperación, me correspondía.
Ahora cada vez que voy en coche y veo una moto hago un laissez faire de la hostia; que camele lo que quiera, me quedo en mi carril y si hace falta decelero un poco, lo que sea para que la moto me pase y se pire. Que por mi culpa no sea.