Este fin de semana volví a quedar con una badulera que conocí hace 4 años y a la que solo había visto una vez. Su teléfono lo borré hace ya muchísimo tiempo (se ve que ella no hizo lo mismo), sin embargo la conservé siempre en Facebook, por lo que he podido seguirle la pista y mandarle los clásicos mensajes de cortesía repletos de "ey, todo bien?" y "jajaja's".
Realmente, volvimos a quedar el viernes, ya que teniamos unas cervezas pendientes de hace ya mucho tiempo. Echamos un ratillo interesante, con la promesa de volver a vernos, y ya el sábado fue cuando ella volvió a atacar por SMS, confesando haber bebido un poco aquella tarde, estar sola en casa y que no me arrepentiría si iba. Dicho y hecho, me puse mis calzas y mi capa, y allí que fue, y no, no me arrepiento.
De aquí he sacado dos conclusiones.
La primera, que el tema del badú hay que contemplarlo también como una granja en la que se pueden sacar cosechas con un poco de paciencia.
La segunda, que cuando me fuí de su casa me encontraba totalmente vacío, una horrible sensación de insatisfacción al comprobar que mis relaciones con mujeres se reducen simplemente a eso. Pero esto es otra historia.
Por cierto, si os preguntáis si estaba buena, os diré que es la típica tía a la que Karlitos no se follaría.