Después de mucho sin entrar en esa sacrosanta web, me dio por registrarme hace unos días. El caso es que quedé para tomar un té verde con una chavala muy pancha. En principio la cosa prometía, una chica con estudios, con un seat panda a falta de tres letras por pagar, una tía interesante, hace unos años había estudiado con las carmelitas.
Pues bien, nos vamos a un bar zen, tranquilo. Sonaba Metallica. Empezamos a hablar. Su anterior relación había sido con un moro, pero no quiero entrar en detalles. El tío tenía hongos en el pene. La verdad que no entendí muy bien por qué me soltó esa perla.
La tía era un poco fantasma, a decir verdad, me gustó. No tendrá un coche tan potente como el mío, pero un panda tampoco es moco de pavo.
La conversación era interesante, el té era verde. Ya sabéis, soy un tío culto, hablamos de algoritmos, de la crisis, de Rosa Benito y Amador Mohedano. La chavala se desataba, no sé si era lo verde del té o que estaba de nevera, pero se calentó y me llevó a su casa.
El panda cogía los 50 como la seda, íbamos por ciudad pero casi nos zampamos un alcornoque. Definitivamente, la tía era una tarada mental. No sé si realmente aquello era un alcornoque, una encina o qué cojones era, no sé si lo que había tomado era té o era droja en el colacau.
Cuando llegamos a su casa, se tiró en la cama. Oía ladridos y algún que otro gemido. Yo no veía ni para cantar, por eso buscaba la lámpara de mesa. Cuando la encontré, la encendí. La tía estaba abierta en la cama, mientras, un perro le estaba lamiendo el potorro. En ese momento me quedé perplejo, no sabía si irme, apartar al perro y seguir yo o si ponerme a ver la tele.
Una situación muy tensa.