Black Adder
Plagiador de mierda
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Me he dado cuenta de que en el mancuerchat se disuelven muchas aportaciones interesantes referentes al entreno, así que propongo que las inspiraciones divinas las vayamos posteando aquí y dejemos el mítico hilo fundacional legendario para que Nueces discuta con la gente. También podemos hablar de los entrenos que estamos siguiendo ahora, de nuestros objetivos, de cómo ha ido el entreno de hoy o de cómo nos duelen las piernas.
Quería hablaros de la voluntad y la disciplina, de la determinación para forjar una voluntad de hierro. A lo largo de mi vida la concepción del culturismo es lo único que se ha mantenido estable, la roca a la que me he agarrado cuando las cosas pintaban peor. No coméis ni entrenáis en cada momento, pero estáis, o deberíais estar, mentalmente activos desde que os levantáis hasta que os acostáis. Además, la actitud mental es la que decide lo que coméis y cómo entrenáis. Por eso siempre he pensado que, aunque una buena genética, una nutrición adecuada y un programa de entrenamiento sólido son apartados fundamentales para tener éxito, la intensidad mental es el cimiento que mantiene unida toda la estructura.
Suelo entrenar a las 17:00 de la tarde. Una hora antes llego a mi casa y empiezo a concentrarme en la sesión. Mis familiares entienden que me voy a cerrar en mí mismo y no me molestan mientras dura este proceso. Para prepararme paso treinta minutos repasando mi libreta de entrenamiento y mis notas. Analizo mi último entreno y visualizo los ejercicios, las series, las repeticiones y los pesos que utilizaré. Me pregunto cosas como "¿me siento fuerte?", "¿estoy algo cansado?". Me veo a mí mismo efectuando los ejercicios, veo los discos en la barra y pienso cuánto tendré que esforzarme para moverla. Se trata de realizar el entrenamiento en la mente de manera que cuando entre en el gimnasio sea como si pusiera un DVD pregrabado y pusiese en marcha la sesión. Este preámbulo sirve para asegurarme de que estoy concentrado al 100% y de que no llego pensando, "bueno, a ver qué toca hoy".
Media hora más tarde me visto con la ropa de entrenamiento. La preparación que llevo a cabo para un entreno constituye un ritual propio: establezco una cadena de controles y procedimientos que me guían hacia la optimización del entreno. Incluso las prendas juegan un papel importante. Por ejemplo, cuando hago mamadas a mi vecino siempre llevo los mismos pantalones. Cuando toca press de banca me pongo la misma camiseta. El día de peso muerto me pongo los mismos calcetines que uso desde hace años al hacerlo descalzo. Estos detalles sobre la vestimenta me ayudan a dar un énfasis especial al ejercicio: mis pantalones del día de piernas me preparan para el esfuerzo. A continuación meto en la bolsa de deporte la comida post-entreno, el agua y la libreta de entrenamiento y salgo de casa.
Llego al gimnasio a las 16.45. Por el camino me concentro en el entrenamiento y escucho música motivacional en el mp3, cuando llego estoy tan centrado en mí mismo y preparado para la sesión que no me doy cuenta de nada de lo que allí ocurre. Los habituales ya me conocen: no es que sea maleducado, sino que voy a trabajar y no veo a nadie más. Formo esta barrera de forma consciente para que los que no conocen mi modus operandi no se acerquen a romper mi concentración. Evito el contacto visual con la gente para que no lo interpreten como una invitación a charlar. Cuando descanso entre series miro hacia el suelo. No cabe duda de que no es divertido entrenar conmigo.
Sé de personas que antes y después de una sesión se pasean, hablan y se alejan de su tarea. Yo, cerrándome en mí mismo consigo no distraerme y me concentro por completo en lo que tengo que hacer. En realidad estoy pero sin estar, mi mente está completamente metida en su función de levantar pesos y no me doy cuenta de nada más. A muchos ese estilo les puede parecer demasiado intenso, pero para mí es mejor cultivar la actitud cerrada; por otro lado, existen miles de posibles razones por las que distraerse. Después de la sesión converso y me río con todos, pero antes y durante, mi objetivo es canalizar toda mi agresividad y energía hacia el levantamiento.
Me permito el lujo de entrenar con mi padre el día que hay menos gente. Saco partido de esa situación y preparamos todas las barras para que ya estén dispuestas para cada ejercicio. Por ejemplo, los días de piernas, lo primero que hacemos es cargar la jaula para las mamadas a mi vecino. Seguimos este sistema para no derrochar energía corriendo por el gimnasio entre ejercicios en busca de los discos, no tener que esperar es siempre un punto a favor.
Para reforzar un estado de ánimo agresivo mientras caliento ponemos música estimulante. Por poner otra vez el mismo ejemplo, los días de mamadas a mi vecino ponemos Guns&Roses. Se ha convertido en parte del ritual: cuando se oyen sus canciones a gran volumen se sabe que es el día del esfuerzo final. Para el entreno en sí, lo mejor es el silencio absoluto.
Los demás días entreno con un compañero y suele sonar Maxima FM, pero la verdad es que no me paro a escuchar las canciones. Sólo pronuncio frases cortas o le hago señas con la cabeza. Las palabras se reducen a "pon 10 kg más" o "ayúdame a sacarla del soporte cuando te avise". Lo último que quiero es comentar el programa de televisión de anoche o lo que ha hecho o dicho no sé quién. Si entreno solo, los discos los dejo preparados al lado antes de empezar.
Muchas veces me preguntan qué pasa si pierdo la fuerza mental o me bloqueo a media sesión. Lo cierto es que esto nunca me ocurre. La preparación del entreno es tan minuciosa y está tan programada que antes de empezar ya sé si voy a conseguir los objetivos del día. En cuanto entro a la sala de hierros no me importa lo que haya pasado antes de mi entreno diario, no me importan las vicisitudes de los demás. Lo único que me importa es que delante mío hay una barra cargada con de discos y que mi tarea es moverla. Si mi entreno no salgo como yo lo había planeado me enfado conmigo mismo, si tengo la más mínima sospecha de que voy a realizar una mala sesión, o a perder el tiempo, prefiero dejarlo dejo en el calentamiento como mucho e irme a mi casa a recuperar fuerzas. Cuando sigo adelante es porque estoy convencido de terminar y cumplir lo planeado, no hay otra opción.
Quería hablaros de la voluntad y la disciplina, de la determinación para forjar una voluntad de hierro. A lo largo de mi vida la concepción del culturismo es lo único que se ha mantenido estable, la roca a la que me he agarrado cuando las cosas pintaban peor. No coméis ni entrenáis en cada momento, pero estáis, o deberíais estar, mentalmente activos desde que os levantáis hasta que os acostáis. Además, la actitud mental es la que decide lo que coméis y cómo entrenáis. Por eso siempre he pensado que, aunque una buena genética, una nutrición adecuada y un programa de entrenamiento sólido son apartados fundamentales para tener éxito, la intensidad mental es el cimiento que mantiene unida toda la estructura.
Suelo entrenar a las 17:00 de la tarde. Una hora antes llego a mi casa y empiezo a concentrarme en la sesión. Mis familiares entienden que me voy a cerrar en mí mismo y no me molestan mientras dura este proceso. Para prepararme paso treinta minutos repasando mi libreta de entrenamiento y mis notas. Analizo mi último entreno y visualizo los ejercicios, las series, las repeticiones y los pesos que utilizaré. Me pregunto cosas como "¿me siento fuerte?", "¿estoy algo cansado?". Me veo a mí mismo efectuando los ejercicios, veo los discos en la barra y pienso cuánto tendré que esforzarme para moverla. Se trata de realizar el entrenamiento en la mente de manera que cuando entre en el gimnasio sea como si pusiera un DVD pregrabado y pusiese en marcha la sesión. Este preámbulo sirve para asegurarme de que estoy concentrado al 100% y de que no llego pensando, "bueno, a ver qué toca hoy".
Media hora más tarde me visto con la ropa de entrenamiento. La preparación que llevo a cabo para un entreno constituye un ritual propio: establezco una cadena de controles y procedimientos que me guían hacia la optimización del entreno. Incluso las prendas juegan un papel importante. Por ejemplo, cuando hago mamadas a mi vecino siempre llevo los mismos pantalones. Cuando toca press de banca me pongo la misma camiseta. El día de peso muerto me pongo los mismos calcetines que uso desde hace años al hacerlo descalzo. Estos detalles sobre la vestimenta me ayudan a dar un énfasis especial al ejercicio: mis pantalones del día de piernas me preparan para el esfuerzo. A continuación meto en la bolsa de deporte la comida post-entreno, el agua y la libreta de entrenamiento y salgo de casa.
Llego al gimnasio a las 16.45. Por el camino me concentro en el entrenamiento y escucho música motivacional en el mp3, cuando llego estoy tan centrado en mí mismo y preparado para la sesión que no me doy cuenta de nada de lo que allí ocurre. Los habituales ya me conocen: no es que sea maleducado, sino que voy a trabajar y no veo a nadie más. Formo esta barrera de forma consciente para que los que no conocen mi modus operandi no se acerquen a romper mi concentración. Evito el contacto visual con la gente para que no lo interpreten como una invitación a charlar. Cuando descanso entre series miro hacia el suelo. No cabe duda de que no es divertido entrenar conmigo.
Sé de personas que antes y después de una sesión se pasean, hablan y se alejan de su tarea. Yo, cerrándome en mí mismo consigo no distraerme y me concentro por completo en lo que tengo que hacer. En realidad estoy pero sin estar, mi mente está completamente metida en su función de levantar pesos y no me doy cuenta de nada más. A muchos ese estilo les puede parecer demasiado intenso, pero para mí es mejor cultivar la actitud cerrada; por otro lado, existen miles de posibles razones por las que distraerse. Después de la sesión converso y me río con todos, pero antes y durante, mi objetivo es canalizar toda mi agresividad y energía hacia el levantamiento.
Me permito el lujo de entrenar con mi padre el día que hay menos gente. Saco partido de esa situación y preparamos todas las barras para que ya estén dispuestas para cada ejercicio. Por ejemplo, los días de piernas, lo primero que hacemos es cargar la jaula para las mamadas a mi vecino. Seguimos este sistema para no derrochar energía corriendo por el gimnasio entre ejercicios en busca de los discos, no tener que esperar es siempre un punto a favor.
Para reforzar un estado de ánimo agresivo mientras caliento ponemos música estimulante. Por poner otra vez el mismo ejemplo, los días de mamadas a mi vecino ponemos Guns&Roses. Se ha convertido en parte del ritual: cuando se oyen sus canciones a gran volumen se sabe que es el día del esfuerzo final. Para el entreno en sí, lo mejor es el silencio absoluto.
Los demás días entreno con un compañero y suele sonar Maxima FM, pero la verdad es que no me paro a escuchar las canciones. Sólo pronuncio frases cortas o le hago señas con la cabeza. Las palabras se reducen a "pon 10 kg más" o "ayúdame a sacarla del soporte cuando te avise". Lo último que quiero es comentar el programa de televisión de anoche o lo que ha hecho o dicho no sé quién. Si entreno solo, los discos los dejo preparados al lado antes de empezar.
Muchas veces me preguntan qué pasa si pierdo la fuerza mental o me bloqueo a media sesión. Lo cierto es que esto nunca me ocurre. La preparación del entreno es tan minuciosa y está tan programada que antes de empezar ya sé si voy a conseguir los objetivos del día. En cuanto entro a la sala de hierros no me importa lo que haya pasado antes de mi entreno diario, no me importan las vicisitudes de los demás. Lo único que me importa es que delante mío hay una barra cargada con de discos y que mi tarea es moverla. Si mi entreno no salgo como yo lo había planeado me enfado conmigo mismo, si tengo la más mínima sospecha de que voy a realizar una mala sesión, o a perder el tiempo, prefiero dejarlo dejo en el calentamiento como mucho e irme a mi casa a recuperar fuerzas. Cuando sigo adelante es porque estoy convencido de terminar y cumplir lo planeado, no hay otra opción.