No soy un putero habitual sino sólo esporádico. No me gustan los puticlubs, me recuerdan a las ferias de ganado o a los mercadillos y no me siento cómodo en ellos. Mi recurso a las putas se produce de cuando en cuando, únicamente si me apetece disfrutar de un buen rato de sexo con una chica que me parezca atractiva, evitando los habituales doce trabajos de Hércules que normalmente hay que desempeñar con éxito para lograr algo parecido en otro género de mercado. ¿Pereza? puede, pero también sentido práctico y economía de tiempo y recursos.
Conozco muchos casados o emparejados que van de putas, del mismo modo que conozco a casadas y emparejadas que puede que no vayan de putos, pero sí se permiten alegrías en ocasiones especiales, y a muchos sorprendería el juego que dan acontecimientos sociales muy bien asimilados como las cenas o viajes de grupos de amigas, las despedidas de soltera y otros casos semejantes. A unos y otros no se me ocurre juzgarles, que hagan de su capa un sayo y que asuman los posibles inconvenientes, responsabilidades y consecuencias que se deriven de sus actos. Por mi parte no he firmado pacto alguno con nadie y de ahí que haga lo que me sale de las narices sin rendir cuentas.
Eso sí, el día que me decidí a ir de putas por primera vez ello marcó una frontera: empieza mi fase puteril, acaba mi acceso sexual a las mujeres por otras vías. Y ello por varias cuestiones, porque aunque las putas hoy día se cuiden y vigilen mucho sanitariamente nunca se sabe y no quiero implicar a nadie; porque preferí que hubiese un antes y un después; porque merced a ello comencé a sentirme mucho más liberado en mis relaciones con las mujeres...
Se ha dicho por ahí que recurrir únicamente al sexo con putas es de enfermos, que hay que hacérselo mirar. Pues no lo sé, yo utilizo ese expediente y no me siento enfermo ni física ni moralmente, pero a lo mejor no soy el más indicado para emitir dictamen en cuanto a ese extremo. No obstante prefiero verlo como opción: no me gusta dedicar más tiempo al sexo del estrictamente necesario, no me agrada mezclarlo con cosas que no siento, no me gusta, como decía Cioran, empezar de poeta y acabar de ginecólogo porque no me siento cómo disfrazando las cosas del modo en que suelen exigirlo las mujeres; no me gusta pagar peajes para el sexo como viajes, cenas o noches en las que te quedas a dormir con alguien; no me agrada dormir acompañado; no me gusta escuchar ni decir palabras en las que no creo. De modo que voy de putas, ya está.
En cuanto a lo de reconocerlo públicamente pues de mala manera, no alardeo de ello debido a que no tendría razón de ser hacerlo y a que puedes toparte con la censura automática de cierta gente, a la par que no descarto un futuro con consecuencias legales desagradables en este país de mojigatería progre. Sé que mi actitud ha llegado a oídos de ciertas personas, en especial mujeres, que me han tomado asco por ello; sin embargo es cosa que no me causa mella alguna porque no creo que esa gente tenga algo que aportarme que pudiera estar perdiéndome.