No exagero… la vez que follé en el coche fue una locura. No voy a decir que fue cómodo, pero el momento tuvo algo especial
Habíamos salido de fiesta, todo bien, risas, tonteo del bueno. Al final, sin pensarlo mucho, se vino conmigo no habia plan solo ganas aparqué en una calle tranquila lo más decente que encontré a esas horas, y ahí empezó la acción.
El coche temblando, cristales empañados, yo intentando reclinar el asiento sin romperlo y ella riéndose porque no sabíamos ni dónde poner los pies. Entre el freno de mano clavado en la espalda y el volante que parecía tener vida propia, aquello era casi una gincana. Pero tío… qué momento. Nos reímos, lo gozamos y acabamos medio sudados, con la ropa puesta a medias y cara de “esto hay que repetirlo, pero en cama”.
Fue incómodo, sí. Pero auténtico. Una de esas que no olvidas, no por lo épico, sino porque fue tan espontáneo que salió perfecto a su manera.