FlorianSotoPeña
Clásico
- Registro
- 16 Ago 2009
- Mensajes
- 2.770
- Reacciones
- 2.535
Siempre he tenido un concepto de la sexualidad y las mujeres bastante enfermizo, probablemente se deba a las toneladas de pornografía que desde mi más tierna adolescencia consumía en la intimidad de mi habitación, bajo mis sábanas lefadas y mi portátil y discos duros con gigas y gigas de placer interminable. De hecho nunca he podido afrontar el día a día, con mis estudios, trabajo etc si antes no me frotaba el nabo pensando en coños, tetas o culos.
La historia que voy a contar es bastante lamentable, porque sobre todo muestra mi ineptitud a la hora de tratar con las mujeres, y sobre todo la frustración que uno siente cuando no es capaz de mantener una conversación con una mujer sin recurrir a pensamientos “sucios”. Resulta que había una chica de la república checa, de esas de erasmus, que había venido a la universidad donde estudio, a la cual hasta el momento solamente solían verse italianas, normalmente morenas, delgadas y alguna que otra guapa de cara. En definitiva ragazzas bastante petables por todos los agujeros de su cuerpo.
La muchacha del este a la que me refiero tenía cierto aire germánico, era de esas de la piel rosada, ojos claros, rubia y algo rellenita. Tenía unas tetas bastante apetecibles y, sobre todo, un culazo tremendo que me hubiese gustado devorar a lametazos y a pollazos. Por lo que pude descubrir sobre ella tenía unas mímimas nociones de español y yo por aquel entonces, como ahora, pues pasaba hambre en el tema sexual. En lugar de hacer como cualquier joven civilizado y acercarme a ella y hablar con el fin de entablar una posible amistad/relación no sé porqué razón opté sin quererlo con ponerme en plan acosador-obseso sexual. Además la chica se veía bastante afable y con ganas de conocer gente y hacer nuevas amistades o incluso probar algún nabo hispánico, quien sabe. Era la sensación que a mi me daba.
Me dedicaba a observarla durante varios minutos que podían convertirse en media hora o cerca de una hora apostado tras una estantería de libros en la biblioteca. Ella estaba sentada en una mesa imbuida en sus quehaceres mientras yo incluso me llegaba a tocar disimuladamente el paquete mientras daba rienda suelta a mis fantasías. En otras ocasiones cuando ella se marchaba y dejaba su asiento en una mesa cualquiera de la biblioteca me sentaba en ese mismo lugar, antes pasaba mi mano por la silla pues esa era la forma más cercana que tendrían mis manos de posarse sobre sus nalgas. La cosa comenzó a tomar tintes enfermizos con el tiempo y con frecuencia me metía en el lavabo a hacerme pajas pensando en follármela salvajemente por el culo y el coño o incluso pensando en que tras comerle el coño se mease en mi cara. Tenía esos pensamientos obscenos, los cuales eran alimentados por su forma de vestir, con ropa muy ajustada marcando sus curvas.
Con el tiempo la vi con un círculo de personas con las que se hacía acompañar en la biblioteca y la cafetería, yo pensé entonces que ya había perdido mi oportunidad de intentar un acercamiento, el cual sabía que no iba a hacer. Mi miedo a hablar con ella estaba más motivado por el poco control que ejercía sobre mis impulsos sexuales, pues tenía necesidad de follármela en el mismo instante que me dirijiese la palabra, se convirtió en algo obsesivo. Creo que si se hubiese dirigido a mi me hubiese lanzado sobre ella arrancándole las bragas a mordiscos.
Le comenté el caso a algunos compañeros de clase, ella estudiaba otra carrera distinta, y ya para entonces les parecía un tipo extraño, pero para entonces me consideraron un degenerado de cuidado, y eso que no relaté las cucas que me hacía en los lavabos, que en ocasiones podían ser hasta 3 o 4 en una sola mañana. Me aconsejaron que iniciase un acercamiento con alguna conversación instrascendente, pero yo sabía que no podría hacerlo.
Finalmente, y pasados 6 meses me enteré de que se había marchado a su Chequia natal sin que yo, en mi subnormalidad profunda, hubiese sido capaz de cruzar una palabra con ella, ni muchísimo menos entablar una conversación. En lugar de comportarme como una persona normal me dediqué a degenerar en mi visión enfermiza del sexo y las mujeres. Todavía a día de hoy recuerdo ese culazo y esas tetas con gran nostalgia, más de un río de lefa han manado de mi glande en su honor.
En contra de lo que podáis pensar he tenido otros encuentros con otras mujeres y no he experimentado el mismo deseo y obsesión, incluso con las pocas que han catado voluntariamente mi nabo. ¿Os ha pasado alguna vez algo parecido?
La historia que voy a contar es bastante lamentable, porque sobre todo muestra mi ineptitud a la hora de tratar con las mujeres, y sobre todo la frustración que uno siente cuando no es capaz de mantener una conversación con una mujer sin recurrir a pensamientos “sucios”. Resulta que había una chica de la república checa, de esas de erasmus, que había venido a la universidad donde estudio, a la cual hasta el momento solamente solían verse italianas, normalmente morenas, delgadas y alguna que otra guapa de cara. En definitiva ragazzas bastante petables por todos los agujeros de su cuerpo.
La muchacha del este a la que me refiero tenía cierto aire germánico, era de esas de la piel rosada, ojos claros, rubia y algo rellenita. Tenía unas tetas bastante apetecibles y, sobre todo, un culazo tremendo que me hubiese gustado devorar a lametazos y a pollazos. Por lo que pude descubrir sobre ella tenía unas mímimas nociones de español y yo por aquel entonces, como ahora, pues pasaba hambre en el tema sexual. En lugar de hacer como cualquier joven civilizado y acercarme a ella y hablar con el fin de entablar una posible amistad/relación no sé porqué razón opté sin quererlo con ponerme en plan acosador-obseso sexual. Además la chica se veía bastante afable y con ganas de conocer gente y hacer nuevas amistades o incluso probar algún nabo hispánico, quien sabe. Era la sensación que a mi me daba.
Me dedicaba a observarla durante varios minutos que podían convertirse en media hora o cerca de una hora apostado tras una estantería de libros en la biblioteca. Ella estaba sentada en una mesa imbuida en sus quehaceres mientras yo incluso me llegaba a tocar disimuladamente el paquete mientras daba rienda suelta a mis fantasías. En otras ocasiones cuando ella se marchaba y dejaba su asiento en una mesa cualquiera de la biblioteca me sentaba en ese mismo lugar, antes pasaba mi mano por la silla pues esa era la forma más cercana que tendrían mis manos de posarse sobre sus nalgas. La cosa comenzó a tomar tintes enfermizos con el tiempo y con frecuencia me metía en el lavabo a hacerme pajas pensando en follármela salvajemente por el culo y el coño o incluso pensando en que tras comerle el coño se mease en mi cara. Tenía esos pensamientos obscenos, los cuales eran alimentados por su forma de vestir, con ropa muy ajustada marcando sus curvas.
Con el tiempo la vi con un círculo de personas con las que se hacía acompañar en la biblioteca y la cafetería, yo pensé entonces que ya había perdido mi oportunidad de intentar un acercamiento, el cual sabía que no iba a hacer. Mi miedo a hablar con ella estaba más motivado por el poco control que ejercía sobre mis impulsos sexuales, pues tenía necesidad de follármela en el mismo instante que me dirijiese la palabra, se convirtió en algo obsesivo. Creo que si se hubiese dirigido a mi me hubiese lanzado sobre ella arrancándole las bragas a mordiscos.
Le comenté el caso a algunos compañeros de clase, ella estudiaba otra carrera distinta, y ya para entonces les parecía un tipo extraño, pero para entonces me consideraron un degenerado de cuidado, y eso que no relaté las cucas que me hacía en los lavabos, que en ocasiones podían ser hasta 3 o 4 en una sola mañana. Me aconsejaron que iniciase un acercamiento con alguna conversación instrascendente, pero yo sabía que no podría hacerlo.
Finalmente, y pasados 6 meses me enteré de que se había marchado a su Chequia natal sin que yo, en mi subnormalidad profunda, hubiese sido capaz de cruzar una palabra con ella, ni muchísimo menos entablar una conversación. En lugar de comportarme como una persona normal me dediqué a degenerar en mi visión enfermiza del sexo y las mujeres. Todavía a día de hoy recuerdo ese culazo y esas tetas con gran nostalgia, más de un río de lefa han manado de mi glande en su honor.
En contra de lo que podáis pensar he tenido otros encuentros con otras mujeres y no he experimentado el mismo deseo y obsesión, incluso con las pocas que han catado voluntariamente mi nabo. ¿Os ha pasado alguna vez algo parecido?