Un día, en el puto BBVA, me siento en la mesa de un operario, Gerardo se llamaba, era la época en la que no había que coger número ni ostias de esas. Le digo que me tenía que mirar porque teniendo activada la correspondencia virtual la carta de aviso de nueva cuota de la hipoteca me llegaba siempre a casa el uno de agosto, día que yo ya no estaba y no podía modificar la cuota para quitarme años. Total, que me pide el DNI, se lo doy, y me suelta con una sonrisa graciosa y en voz muy baja y cómplice: Este dni ha traginado mucho en la noche (o algo parecido). Como un resorte salté indignado, pidiendo inmediatamente ver al director, al que expuse como su empleado me acababa de llamar farlopero en mi puta cara. El director, que no sabía donde meterse, le pegó monumental bronca y me pidió disculpas cien veces y me atendió personalmente y mucho señor aquí señor allí.
Al cabo de unos días, por la noche, en un bareto bastante concurrido de Vic me encontré a Gerardo, me aproximé a el y le dije al oído: vente anda, que te invito a una rayas. Y se vino conmigo.