Las mujeres comparan hombres las 24 horas del día.
No importa dónde estén y qué simulen hacer, su cerebro de reptil funciona independientemente de su capacidad de raciocinio. Todos sabéis lo fuerte que puede ser el cerebro de reptil que alojamos al fondo a la derecha de ese cerebro del que presumimos.
El suyo tiene una función de la que depende la prosperidad de la especie. Así de jodidos estamos.
Escoger al macho idóneo es su fijación, tanto o más que la vuestra de meterla en cada agujero.
El gimnasio no es ni de lejos un lugar donde se les olvide algo que ni siquiera saben. Allí van a fichar, como a todos sitios. Algunas además se exhiben, otras aprovechan e incluso hacen ejercicio o leen el ¡Hola! Pero todas están al tanto de qué tío es el más grande del gimnasio. Qué tío es el más definido. Qué otro es el más atractivo en general. Y, por supuesto, también computan quién es el más fuerte.
Por eso es fácil recibir malas miradas cuando se entrena fuerza. Cuando el objetivo es poder poner todo el hierro posible en una barra, todo aquel que entrene peor lo notará pronto. Los números no mienten y las comparaciones son odiosas. Cada vez que una mujer mira a otro hombre mover más peso que tú, tu polla se hace un poco más pequeña.
Así que, Curro, más te vale pasarte al lado oscuro con todas las consecuencias. No importa lo que le cuentes a esa furcia. No importa lo simpático que seas ni la receta rupestre que le prometas preparar en una de tus cuevas picadero.
Just fucking lift.