DIE WÜSTENFUSCHE: Los Zorros del Desierto

Laerthes

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10 Nov 2003
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El teniente Hans Schulze, del 15º Batallón de fusileros motorizados del
Afrikakorps, mira satisfecho por sus prismáticos. Contempla a un camión
volcado y un blindado con las insignias del 8º Ejército británico, humeando
al cielo insultantemente azul. Ve algunos cuerpos tendidos en suelo, pero no
hay ningún movimiento.

Luego alza la vista y vuelve a otear hacia los lados, buscando más vehículos
entre el mar de dunas del desierto. El resto de la columna británica se
aleja hacia el este. Acaba de empezar el verano, hoy es 24 de junio de 1942.

Inmediatamente nos ordena reanudar la marcha. Lo agradecemos, pues
el calor es demasiado insoportable para estarse quieto incluso a la sombra.

La guerra en Libia se presenta siempre halagüeña en los diarios alemanes
como el Volkischer Beobatcher, donde el mariscal Rommel es un héroe con
una gran cruz de hierro, y los muchachos alemanes sonreímos como si la vida
no se nos fuese a acabar nunca, saltando felizmente de victoria en victoria.

Las PK, las Compañías de Propaganda, hacen bien su trabajo para el Promi, la
abreviatura con que conocemos al Ministerio de Propaganda. La pena es que
no podamos vivir también dentro del papel de periódico.

La brisa del vehículo en marcha me reconforta. Velozmente recorremos el
kilómetro que nos separan de nuestra última presa. Seguro que ni siquiera
saben que les ha pasado.

Ninguno decimos nada, pues todos sabemos ya a lo que vamos. Estamos
hartos de la triste ración diaria de ternera enlatada. A saber donde estarán
esos grandes quesos que aparecen en las fotos de la revista Signal.

Estarán en el fondo del Mediterráneo, como la mayoría de nuestros
suministros. El bastión de Malta es una bayoneta que todos sentimos en la
yugular. Los Jabos atacan nuestros convoyes, y magro es cuanto nos llega.

Vamos a rebuscar, como simples buitres carroñeros, cualquiera de esas ricas
latas que tienen los ingleses. En sus etiquetas dicen cosas como Corned
Beef, Sliced Bacon o Mixed Pickles. Si cogiera un lingote de oro que hubiese
a su lado, nadie me lo cambiaria por una de ellas; de poco valen los objetos
de valor cuando te pueden reventar las tripas en cualquier momento, como les
ha pasado a estos desdichados a los que vamos a saquear.

A ver si me acompaña mi buena estrella y encuentro un tesoro de verdad,
como algún cartón de cigarrillos, una botellita de ginebra; o el gran trofeo
del pote de mermelada, o la botella de whisky, tal como hallamos a cientos
en una columna de avituallamiento que tomamos en Msus, hace ya 6 meses.
Alguno incluso lloró de alegría.

Paramos los vehículos unos metros antes e ilusionados nos bajamos en tropel
a por el prometedor camión volcado. Por lo feo de la escena pensamos al
tiempo que sus ocupantes, de haberlos, estarían todos muertos; pero no.

Detrás del camión volcado encontramos varios infelices tumbados, gimiendo
por sus horrorosas mutilaciones, mientras algunos de sus compañeros ilesos
tratan de mitigar su dolor en la medida de lo posible. La lona del camión
ondeaba deshilachada; los pasajeros debieron salir despedidos.

Debimos poner cara de estúpidos, por que, a pesar de que tenían todos
sus fusiles a mano, no se agarraron a ellos, ni siquiera me dí cuenta hasta
pasados unos segundos. Todos nos quedamos como paralizados, como
niños pequeños. Podían habernos tirado una granada, o...

El teniente Schultze reacciona. Se oye un golpe seco proveniente del
Volkswagen, y casi en silencio aparece ante nosotros con uno de los
maletines de emergencia, dirigiéndose hacia los británicos. Embargado por el
gesto solidario, retrocedo hacia los semiorugas con otros cuatro compañeros,
y sin cruzar una palabra sacamos los demás maletines médicos.

Abrimos los botiquines, empezando a pasarles vendajes y demás cosas,
que nos toman despacio, con cierta incredulidad apática. Hay algo de
resignación, de sometimiento al destino en sus gestos. Nuestro sanitario
empieza a revisar a sus heridos; ellos no tienen ningún médico, el oficial
de mayor graduación que les queda es un bigotudo sargento cojo.

De pronto se oye el típico ronronear lejano de ruedas y orugas sobre la
arena. Llegan refuerzos británicos. Otra vez nos quedamos todos pasmados,
girando la cabeza hacia el teniente, buscando quizás una revelación divina.

Schultze cruza una mirada helada con el sargento británico, gritándonos:

" - A los vehículos...! "

Recogemos los bártulos, a tiempo de ver como el sargento saluda al teniente
militarmente, y este le responde con un respeto casi ceremonial. Luego
Schultze sube al vehículo de mando. El último de los nuestros en volver es
el cabo Müller. El sargento inglés le detiene, entregándole un paquete de
tabaco. Menuda suerte tiene, pero los va a repartir aunque no quiera.

Apenas tenemos tiempo de largarnos. Veo retazos del beige metalizado de los
blindados enemigos al otro lado del camión. Nadie nos pide que levantemos
las manos o algo así. Agachamos la cabeza y apretamos los labios en espera
de lo peor. Pero nos oímos ni un solo disparo al alejarnos. Tampoco nos
persiguen. No durará mucho.

El cabo Müller, mientras reparte los cigarrillos, no hace más que decir:

" - Absurdo... esto es absurdo...! "

Hay que fumárselos ya, pues dentro de media hora podemos habernos
matado unos a otros. Otra aventura de los Zorros del Desierto que no
saldrá en los periódicos del Reich.

Lástima que no hubiese ginebra. Ni latas. Lo peor de todo es que, cuando
vuelva ver a los camarógrafos de la propaganda, tendré que esbozar una
sonrisa, para que mi madre no se preocupe cuando me vea en Alemania.

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Gracias a De Re Militari
 
Un relato excelente, que demuestra la crueldad de las guerras.
 
Comunicado del Oberkommando:

Hans Schulze, teniente del XV Batallón de fusileros motorizados, así como los hombres que salieron ayer tarde de patrulla expedicionaria, volvieron a la base sin baja alguna.

El Cabo Müller, se encuentra en estos momentos redactando un informe de incidencias.

Atentamente, Mariscal Josz.
 
Muy bueno este documento, mis mas sinceras felicitaciones.

un cordial saludo.
 
Los soldados son de admirar. Les entrenan para curar a los heridos, fumar con elegancia y mirar por los prismáticos con estilo mientras esbozan una sonrisa de amargura en sus rostros bronceados por el sol del desierto.
 
Ichi is back rebuznó:
Los soldados son de admirar. Les entrenan para curar a los heridos, fumar con elegancia y mirar por los prismáticos con estilo mientras esbozan una sonrisa de amargura en sus rostros bronceados por el sol del desierto.


De acuerdo estoy ^^
 
Ichi is back rebuznó:
Los soldados son de admirar. Les entrenan para curar a los heridos, fumar con elegancia y mirar por los prismáticos con estilo mientras esbozan una sonrisa de amargura en sus rostros bronceados por el sol del desierto.

Tambien a matar con efectivad, ser cruentos, salvajes y tambien para olvidar todo tipo de unión con las personas que fueron.
Un buen curro, si no pisas una mina.
 
Cocineros cachondos III rebuznó:
Ichi is back rebuznó:
Los soldados son de admirar. Les entrenan para curar a los heridos, fumar con elegancia y mirar por los prismáticos con estilo mientras esbozan una sonrisa de amargura en sus rostros bronceados por el sol del desierto.

Tambien a matar con efectivad, ser cruentos, salvajes y tambien para olvidar todo tipo de unión con las personas que fueron.
Un buen curro, si no pisas una mina.

Pues en los anuncios de la tele se ve que haces montones de amigos, practicas deportes de riesgo, ayudas a dar de comer a gente sin recursos y salen unas mujeres soldados guapísimas.

De lo de matar no dicen nada. Que raro.
 
lo_camano rebuznó:
Josz no pasa de ser un schule. (o schulerin ;) )

El Josz este es mas bien un chupi hijodeputa.

Buen relato, como todos los que va posteando, mr Laerthes. Podria decirnos donde leer esta clase de historias, alguna direccion entrañable.
 
De la lista de correo De Re Militari, en Yahoogroups.
Es de temática histórico-bélica.
 
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