patizambo rebuznó:
Es como entrar en un Corte Inglés, Rubén, exactamente igual: ves productos que te parecen sanos y también raros, y aunque son caros los coges por un mero arrebato de curiosidad o por darte un capricho, pero claro, conforme te vas acercando a la caja los dejas en un estante sabiendo que hay que pagar y a otra cosa, pasa mucho con la sección de comida extranjera.
Hoy me he dado un viaje de la dieta paleolítica esa que decís: carne, carne y más carne a la plancha y un montón de fruta, así, a pelo, la carne con sal y un poco de aceite y tira millas, lo curioso es que comer así a pelo te puedes llevar horas y horas con la barriga llena, pero el cuerpo te pide siempre algo dulce o con hidratos...puta mierda.
Qué razón tiene usted. Comes sano, carne a la plancha, mucha ensalada, zumos de verduras, aceites de calidad,...
Te sientes bien, te sientes ágil, sabes que estás haciendo lo correcto, pero...
El puto cuerpo pide azúcar, sea en forma de dulce o de harinas. Es como el síndrome de abstinencia cuando se deja una droga.
Yo de vez en cuando tengo que desayunar un tazón de leche con cereales. Uso leche vegetal y cereales integrales, para que el estropicio sea menor, pero si no lo hago, aunque me note que no tengo realmente hambre, sientes que te falta algo y la sensación puede hacerse bastante jodida.
Esta noche mismo, tras cenar decentemente, me he papeado un par de bombones de chocolate argentinos. Pura azúcar, pero al cuerpo le han sabido a gloria.
En fin, me imagino que será cuestión de constancia. Y tampoco debe ser tan grave. Los propios gurús de la paleodieta admiten unas cuantas "trampas" a la semana.
La carne es débil, Johnny, sólo el alma es inmortal... (Louis Cypher a Harold Angel en "El corazón del Ángel".