Capítulo V. La Coronavírica Instagramer
Espera a que llegue el capítulo de la del Covid, treintañera morenaza, guapa a rabiar y con cuerpazo.
Corona entró un día y, cosa rara en estas lides, ella empezó conversación. Es de Granada, lo que hace que me extrañe aún más su proactividad, al estar bastante lejos. Su foto de perfil es muy prometedora, simpática, y rápido pasa a el Whatsapp. Más fotos en las que se ve una chica que está bastante bien. Es también una chica con mala suerte, me dice que al comienzo del confinamiento se contagió del Covid-19 y estuvo en la UCI bastante jodida durante un mes, incluso con varios días en coma inducido.
Está claro que ha visto asomar a San Pedro con las llaves y en esos días también vió a muchos cogerlas directamente de sus manos. Se deduce que después de la experiencia quiere dejar pasar pocas cosas. Le digo de quedar un día en concreto y no le da nada de vueltas.
Pasan los días y el contacto no se pierde, esperando el momento propicio para vernos. Aprovecho un viaje que tengo que hacer allí para saludar a Curro Jiménez y, como buen paleto de pueblo, parar en el Nevada Shopping y maravillarme de la gente haciendo cola para comprar mierda textil china a precios de oro. Les hace sentir bien, ya que todas tienen un símbolito o etiqueta determinada. Son especiales por poseerla. Por supuesto, yo también caigo en la trampa y compro algo.
Llega la hora concertada y me desplazo al lugar de la cita, propuesta por ella. Diez minutos esperando a que llegue y alegrándome la vista con las tías que van entrando por la puerta. Aquí hay nivel. Terraza de verano con ambiente pseudo chill-out que rompe un parque infantil, mesas en jardines, fuente de piedra... y perfectas medidas higiénicas de obligatorio cumplimiento que no rompen la magia del lugar. Lástima que luego todo resulte ser un revestimiento. A partir de cierta hora, aquello es un lugar de Currotapas de mierda como otro cualquiera.
Aún así se está bien, y cuando me quiero dar cuenta, aparece mi match. En principio no había hecho cuenta de ella. Pero cuando la deja pasar el portero, al entrar se abre la mascarilla y me saluda. La chica es guapa, aunque con cara pan redonda. Y ese cuerpo no tenía nada que ver con lo que conocía.
He quedado con otro tipo de perfil, el de chica experta en filtros del Instagram y apps de edición de fotografía.
Y así, pasamos un rato sin pena ni gloria, aunque agradable. Dos coca colas, y pa casa, porque entre otras cosas, la chica se fatiga rápido por las secuelas del Covid. Está todavía rehabilitándose y se le caen los ojos de sueño.
Las zapas que me compré, muy cómodas.