Lo intenté, juro que intenté medrar y estar ahí arriba, con los que manejan el cotarro. Me propuse ser de los que van al trabajo con zapatos relucientes y no se manchan las manos. Y cuando metí la cabeza en ese mundo me vi perdido, no me hallaba, estaba desubicado. No engañaba a nadie y menos a mí mismo, no era más que un advenedizo con ínfulas. Y como la cabra tira al monte, sin darme cuenta, poco a poco fui volviendo a mi senda, a la senda que nunca debí dejar.
Gran post, y resalto lo ennegritado con un Conciencia de Clase.
Hay que tenerla grabada a fuego, bien desde el nacimiento, la educación/entrenamiento vital, bien porque la vida nos la mete por el culo.
Hay dos clases, la élite, y el resto. La élite se compone de hijosdalgo, que nacen gerentes, e hijoputas, que saben lo que hay que hacer para serlo. Aún así, los segundos, siempre serán unos advenedizos a destruir por los primeros.
Nunca se puede prosperar plenamente y pasar de casta, se nace estrella, o se nace estrellado. Creer lo contrario es el absurdo, es la mosca contra el cristal, es la frustración al cuadrado. Nos preguntamos todos en la vida, tarde o temprano, ¿por qué no se encaja?
Se curra, se practican la honestidad, la lealtad y la honradez. Da igual, no es el firmware adecuado para el lobo y los suyos, es el hijoputismo, la destrucción de aquél cuya sombra se me acerque, sin escrúpulos. La cúspide de hijosdalgo decidirá quién es el ganador de entre los lobos y, aún así, será uno de segunda en la cúspide. Sus tronos son inamovibles, inalcanzables, invisibles las más de las veces y, sobre todo, imperturbables.
¿Cuántos y cuantos grandes, enormes personas y profesionales, caen por el barranco de la marginación y posterior olvido, a los pies de tantos y tan grandes subnormales profundos, malvados y nefastos, miserables hijos de la grandísima reputa?
Es el día a día, no busquemos la excepcionalidad.