Tengo yo un conocido cuya personalidad es un mix combo entre el halma naïf de Pedrojoseandujar y los súperpoderes psíquicos de Macs Demian. Eso que vaya por delante, avisaos estáis.
Bueno, pues éste desgraciado, por temas de hestudio-trabajo, se va a la gran ciudad, y, como un loco, se pone a buscar piso con la grandísima suerte de encontar uno en buena localización, no lejos de su radio laboral y nada caro. Total, que ahí se mete la primera semana literalmente con lo puesto, y, antes de volver a su casa a recoger y llevarse cosas para instalarse definitivamente allí, tiene la oportunidad de pernoctar allí.
También refiere que tiene la oportunidad de oír "ruidos raros", crujires de madera, cajones que se cierran(¿dónde?) y cosas por el estilo. Que el piso daba cierto "mal rollo".
En un primer momento, y como mecanismo de defensa del que se trata de proteger como puede del miedo lo achaca a que el piso es de construcción antigua, que los suelos son de madera, a saber los techos y parte de la estructura, que las paredes son gruesas y hace opacos a los sonidos y la vez dota al espacio de un cierto silencio entre insoportable y asfixiante, que los muebles(viejos) son de cedro oscuro y despiden un olor característico a féretro...
Vacunado con éstas excusas del miedo a lo intangible, sigue con su vida, vuelve a su casa, empaca, coge sus cosas, y... SE LLEVA A SU PERRO.
El perro entra a la casa, inspecciona, olisquea por doquier, pero el perro jamás entra a una habitación al fondo de la casa, es más, se queda parado como un pointer con dos patas en el suelo, con un gruñido que se sostiene, alguna vez rompiendo a ladrar, y una incluso, llegando a mearse allí mismo, cosa desacostumbrada en él.
Pasan los días, siguen los ruidos, el perro NO ENTRA NUNCA allí, de ninguna manera, cuando pasa por allí o se clava o pasa con las orejas gachas y el rabo entre las piernas.
"
La verdad es que yo no hago vida allí, pero cuando entro allí noto como que me vigilan", decía el tío.
Como a éste tipo no le da vergüenza nada y se lo cuenta todo a todo el mundo, en el ambiente entre jevy y cutre que frecuenta conoce, al más puro estilo omenage al "
Día de la Bestia", a otra jevy vasca que le dice que sí, que ninguna novedad, que ella tiene "sensibilidad" para esas cosas y ya ha desfacido algún entuerto inmobiliario de éste tipo.
Según los cánones de la narrativa clásica, enseguida deberían irse a "desokupar" la casa, pero surrealísticamente, como si fuera un fontanero, le dice que dentro de x días, que ahora no puede.
LLega el día y la médium wannabe entra, en silencio, no sé con qué artilugios, dando pasos lentos por toda la casa , un par de veces, y cuando está en el quicio de la puerta donde el perro nunca entraba, se para, y dice:
-Aquí hay un hombre.

(Nuestro protagonista no le había especificado en ningún momento el lugar del "problema".)
Esperaréis una resolución mágica y espeluznante del expediente. Pues NO.
La loca ésta le dijo que le pusiera un nombre, que hablara con él con naturalidad y le explicara que ÉL no le quería quitar la casa, pero que tenía que dejar de hacer "esas cosas".
El ruido creo que nunca cesó del todo. El perro nunca entró. El figura que protagoniza la historia se tiró como nueve meses allí viviendo.