Don Jaume
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Ahora que uno de tantos y tantos acaba de abrir un topic en esta Santa Puta Mierda de Foro -Véase "General"- profiriendo sandeces sobre su viaje a Egipto, dispóngome a abrir este otro hilo, como mínimo, infinitamente más interesante y cultivado. :pla
¡Ah, mes amis/es!; escuchemos al gran maestro Manetón (y, pasemos de la chusma que, por su contingente condición de "moderata", pretende se pase por alto que ni sabe ni quiere saber ni ná de ná!); ¿les parece?
¿Saben?; a pesar de que algunos meritorios aprendices, apresurados e impacientes, ante la casi orfandad manetoniana respecto de estelicas y demás curro del grabado público, estarían tentados de elevar al maestro a la categoría de semi-leyenda, está fuera de toda duda razonable que el célebre autor, además, del "Libro de Sozis" y el "Libro Sagrado", del "Epítome de doctrinas físicas", de los "Apotelesmatiká", de un opúsculo de "Crítica" a la obra de Heródoto y de obras varias sobre festivales, rituales y culto, existió.
El maestro Spiegelberg -no el de Tiburón, no; otro-, en su clásico estudio sobre las fuentes (es decir, Plutarco, Sincelo, Eusebio, Jorge el Monje, Julio Africano, Josefo..; ya saben...), ya en 1928, sentencia para los restos que Amado de Toth (es éste el significado del nombre del maestro -de nada, de nada..; uno, que es así...-; aunque, cierto es que el profesor Waddell, hace poco más de veinte años, lanzó la digna de estudio hipótesis de que la deidad, en lugar de Toth, podría ser Neith...), indiscutiblemente miembro de lo más alto de la hereditaria clase clerical egipcia, ocupaba el cargo de Primer Sacerdote de la Verdad de Toth. Casi con seguridad fué natural de Sebennito (la actual Samannud). El profesor Bouché-Leclercq se muestra reticente..; pero, no deja de aceptar que, a tenor del famoso papiro del 241 a.C., parece indudable que llegó a una edad avanzada después de una prestigiosa carrera, digamos.., eclesiástica en la que destaca el especial encargo de Ptolomeo V de, junto con otros eruditos entre los que sabemos destacó el maestro Timoteo, sentar las bases de un culto sincrético (lo de Serapis, vaya...).
Ya de entrada (es decir, si uno no mira las cosas con orejeras o con juicios previos...), es palmario que cuesta tela trabajo imaginar a alguien que pudiera hallarse en MEJOR situación que el maestro Manetón (¡cuánta documentación que hoy se ha perdido tendría a mano!) para hacer una Historia de Egipto (sólo hay que consultar al maestro Heródoto -o, a Diodoro- para percatarse de la apabullante IMPORTANCIA de los kilométricos archivos egipcios, en sus vastísimas y numerosísimas bibliotecas; bien sûr...); pero, a la postre, resulta de cajón que NO tendriamos Historia de Egipto de recibo sin Manetón y el capital, revelador, definitivo documento llamado Papiro de Torino (no me resisto a comentar la edición de la primorosa hermosura de esta obra en bellísimo hierático de Farina -"Il papiro del Re restaurato"; Roma, 1938- que juzgo, ¡de calle!, la mejor y la ÚNICA de consulta de absoluto recibo para un/a estudioso/a que se precie de no pretender otra cosa que tener una honrada y publicitable opinión del thema).
Los puntuales errores del maestro (ergo, el tratamiento de la dinastía III -plenamente corregido ya por los profesores Drioton y Vandier-, su dinastía VII, sus etimologías hicsas -el profesor Pirenne hace una valoración muy acertada del thema, ya saben...-, las creativas cifras para la dinastía XXII, los orígenes de la dinastía XXIII...) son, ¡por favor!, nimias chuminás ante el OCÉANO de datos que nos proporciona y que el contraste ad hoc no ha hecho otra cosa que confirmar.
Si no hubiese estado el maestro Manetón (y el llamado Papiro de Torino, claro...), ¿qué?
Pues..; por ejemplo, estariamos como con los hititas (de los que, por cierto, hay bastantes estelicas y demás...).
Contariamos con 47 cartuchos reales (de los, parece, 58 que ab initio había...) con datos parciales, fragmentarios y confusos sobre la tradición del Bajo Egipto (ergo, lista real de Sakkara -hoy, en el museo cariota-); con dos listas tanto o más irregulares de cartuchos sobre la tradición del Alto Egipto (ergo, la lista real de Karnak -una cincuentena de cartuchos; hoy, en el Louvre-; y, la lista real de Abidos -76 cartuchos; está en el templo de Seti I en Abidos {hay un duplicado menos íntegro aún en el templo de Ramsés II también de Abidos}-) y con la socorrida y, por ello, hiper-famosa Piedra de Palermo (lo POCO que queda de ella, en el museo de esta ciudad); que, dicho sea de paso.., no es otra cosa que la confirmación, al fin y al cabo, de lo dicho por el maestro Manetón.
No nos aclarariamos (como, naturalmente, a falta de un maestro Manetón hitita, no pillamos ná de ná con los hititas -¡y, eso que se encuentran, aquí y allá, de cositas..!-).
¿Saben por qué?
Pues, porque es con el maestro Manetón con quien se coteja, es a partir de lo dicho por el maestro Manetón que se mide y se valora, es con el maestro Manetón con quien se cuenta (¡el reconocimiento a su primacia al caso es tal que jamás se ha cuestionado una EXTRAVAGANCIA formal tal como la a todas luces arbitraria y para nada científica célebre consolidadísima división dinástica..!; cherchez la femme, mes amis/es...).
Quizá deba decirles que existe, sí, algo así como una estela para el maestro: en la base de un busto de mármol hallado en las ruinas del templo de Serapis en Cartago está inscrito su nombre (de esto, damas y caballeros, me interesa, francamente, darles la bibliografía al caso -no vaya a ser que, por desconocimiento de tan capital inscripción, aún albergue alguien alguna duda sobre la existencia del maestro...-: Corpus Inscrip. Lat.; VIII, 1.007 -ya tienen, pues, la estela para sacar definitivamente al autor de la casi mítica "Historia de Egipto" de las endrinas brumas de lo indocumentado...-)..; ¿creen ustedes, de verdad, que es a partir de esta inscripción que hay que estudiar al maestro Manetón?
Pero, la pregunta del millón, al fin y al cabo, es otra: ¿creen ustedes que alguno de los maestros y profesores, de las auctoritas que he citado en esta nota (o, von Gutschmid, Scott, Pauly, Wissowa, Korll, Susemihl.., ¡o, tantos otros! {o, Grenfell, Hunt y otros para el caso del llamado Papiro de Torino}), antes de ponerse con el maestro Manetón -es decir, sumergirse en lo que, gracias a Dios Nuestro Señor, los demás nos han hecho llegar de él-, ha leido lo que los demás decían de lo que dice el maestro Manetón, ha hecho un sesudo trabajo de campo de la inscripción de marras y se ha hecho una chuleta de las listas reales citadas para llevarla y cotejar, ¡a partir de ellas!, lo que vale o no vale del maestro?
Lo IMPORTANTE, lo verdaderamente importante ¡no es que ustedes traten de elucubrar CUÁL es la praxis concreta de este o aquel investigador o estudioso!, lo, sin duda, crucial y definitivo es saber si ustedes, individualmente y al margen de presiones externas, CREEN que, por ejemplo, cualquiera de los citados, escaso de tiempo.., pasa de perfeccionar su griego al caso, se abstiene, por tanto, de los "Fragmenta Historicorum Graecorum", de los "Manethonis Sebennytae Reliquiae", de las "Fontes Historiae Religionis Aegyptiacae" y, por supuesto, incluso de la fundamental compilación del profesor Waddell, se mira la inscripción, consulta las traducciones de los cartuchos de marras de las, ¡faltaría más!, inscripciones epigráficas, se hace su composición de lugar con ayuda de fuentes de segunda mano escritas en alguna lengua que domine ya previamente (procura, noblesse oblige.., se trate, naturamente, de fuentes de recibo..; eso sí...), y a darle, como dicen los calós, a la mojá sobre el maestro Manetón y, puestos ya.., sobre la Historia de Egipto sin rubor, sin escrúpulos y sin temor a ningún tipo de insomnio por tanta y tanta, en mi opinión, reprensible EXTRAVAGANCIA.
Ya digo que, ¡olvídense de otro tipo de consideraciones!, lo verdaderamente importante es si ustedes CREEN que es así como lo hacen los que enseñan cómo se hacen las cosas...
Nada hay más importante.
¡Ah, mes amis/es!; escuchemos al gran maestro Manetón (y, pasemos de la chusma que, por su contingente condición de "moderata", pretende se pase por alto que ni sabe ni quiere saber ni ná de ná!); ¿les parece?




¿Saben?; a pesar de que algunos meritorios aprendices, apresurados e impacientes, ante la casi orfandad manetoniana respecto de estelicas y demás curro del grabado público, estarían tentados de elevar al maestro a la categoría de semi-leyenda, está fuera de toda duda razonable que el célebre autor, además, del "Libro de Sozis" y el "Libro Sagrado", del "Epítome de doctrinas físicas", de los "Apotelesmatiká", de un opúsculo de "Crítica" a la obra de Heródoto y de obras varias sobre festivales, rituales y culto, existió.
El maestro Spiegelberg -no el de Tiburón, no; otro-, en su clásico estudio sobre las fuentes (es decir, Plutarco, Sincelo, Eusebio, Jorge el Monje, Julio Africano, Josefo..; ya saben...), ya en 1928, sentencia para los restos que Amado de Toth (es éste el significado del nombre del maestro -de nada, de nada..; uno, que es así...-; aunque, cierto es que el profesor Waddell, hace poco más de veinte años, lanzó la digna de estudio hipótesis de que la deidad, en lugar de Toth, podría ser Neith...), indiscutiblemente miembro de lo más alto de la hereditaria clase clerical egipcia, ocupaba el cargo de Primer Sacerdote de la Verdad de Toth. Casi con seguridad fué natural de Sebennito (la actual Samannud). El profesor Bouché-Leclercq se muestra reticente..; pero, no deja de aceptar que, a tenor del famoso papiro del 241 a.C., parece indudable que llegó a una edad avanzada después de una prestigiosa carrera, digamos.., eclesiástica en la que destaca el especial encargo de Ptolomeo V de, junto con otros eruditos entre los que sabemos destacó el maestro Timoteo, sentar las bases de un culto sincrético (lo de Serapis, vaya...).
Ya de entrada (es decir, si uno no mira las cosas con orejeras o con juicios previos...), es palmario que cuesta tela trabajo imaginar a alguien que pudiera hallarse en MEJOR situación que el maestro Manetón (¡cuánta documentación que hoy se ha perdido tendría a mano!) para hacer una Historia de Egipto (sólo hay que consultar al maestro Heródoto -o, a Diodoro- para percatarse de la apabullante IMPORTANCIA de los kilométricos archivos egipcios, en sus vastísimas y numerosísimas bibliotecas; bien sûr...); pero, a la postre, resulta de cajón que NO tendriamos Historia de Egipto de recibo sin Manetón y el capital, revelador, definitivo documento llamado Papiro de Torino (no me resisto a comentar la edición de la primorosa hermosura de esta obra en bellísimo hierático de Farina -"Il papiro del Re restaurato"; Roma, 1938- que juzgo, ¡de calle!, la mejor y la ÚNICA de consulta de absoluto recibo para un/a estudioso/a que se precie de no pretender otra cosa que tener una honrada y publicitable opinión del thema).
Los puntuales errores del maestro (ergo, el tratamiento de la dinastía III -plenamente corregido ya por los profesores Drioton y Vandier-, su dinastía VII, sus etimologías hicsas -el profesor Pirenne hace una valoración muy acertada del thema, ya saben...-, las creativas cifras para la dinastía XXII, los orígenes de la dinastía XXIII...) son, ¡por favor!, nimias chuminás ante el OCÉANO de datos que nos proporciona y que el contraste ad hoc no ha hecho otra cosa que confirmar.
Si no hubiese estado el maestro Manetón (y el llamado Papiro de Torino, claro...), ¿qué?
Pues..; por ejemplo, estariamos como con los hititas (de los que, por cierto, hay bastantes estelicas y demás...).
Contariamos con 47 cartuchos reales (de los, parece, 58 que ab initio había...) con datos parciales, fragmentarios y confusos sobre la tradición del Bajo Egipto (ergo, lista real de Sakkara -hoy, en el museo cariota-); con dos listas tanto o más irregulares de cartuchos sobre la tradición del Alto Egipto (ergo, la lista real de Karnak -una cincuentena de cartuchos; hoy, en el Louvre-; y, la lista real de Abidos -76 cartuchos; está en el templo de Seti I en Abidos {hay un duplicado menos íntegro aún en el templo de Ramsés II también de Abidos}-) y con la socorrida y, por ello, hiper-famosa Piedra de Palermo (lo POCO que queda de ella, en el museo de esta ciudad); que, dicho sea de paso.., no es otra cosa que la confirmación, al fin y al cabo, de lo dicho por el maestro Manetón.
No nos aclarariamos (como, naturalmente, a falta de un maestro Manetón hitita, no pillamos ná de ná con los hititas -¡y, eso que se encuentran, aquí y allá, de cositas..!-).
¿Saben por qué?
Pues, porque es con el maestro Manetón con quien se coteja, es a partir de lo dicho por el maestro Manetón que se mide y se valora, es con el maestro Manetón con quien se cuenta (¡el reconocimiento a su primacia al caso es tal que jamás se ha cuestionado una EXTRAVAGANCIA formal tal como la a todas luces arbitraria y para nada científica célebre consolidadísima división dinástica..!; cherchez la femme, mes amis/es...).
Quizá deba decirles que existe, sí, algo así como una estela para el maestro: en la base de un busto de mármol hallado en las ruinas del templo de Serapis en Cartago está inscrito su nombre (de esto, damas y caballeros, me interesa, francamente, darles la bibliografía al caso -no vaya a ser que, por desconocimiento de tan capital inscripción, aún albergue alguien alguna duda sobre la existencia del maestro...-: Corpus Inscrip. Lat.; VIII, 1.007 -ya tienen, pues, la estela para sacar definitivamente al autor de la casi mítica "Historia de Egipto" de las endrinas brumas de lo indocumentado...-)..; ¿creen ustedes, de verdad, que es a partir de esta inscripción que hay que estudiar al maestro Manetón?
Pero, la pregunta del millón, al fin y al cabo, es otra: ¿creen ustedes que alguno de los maestros y profesores, de las auctoritas que he citado en esta nota (o, von Gutschmid, Scott, Pauly, Wissowa, Korll, Susemihl.., ¡o, tantos otros! {o, Grenfell, Hunt y otros para el caso del llamado Papiro de Torino}), antes de ponerse con el maestro Manetón -es decir, sumergirse en lo que, gracias a Dios Nuestro Señor, los demás nos han hecho llegar de él-, ha leido lo que los demás decían de lo que dice el maestro Manetón, ha hecho un sesudo trabajo de campo de la inscripción de marras y se ha hecho una chuleta de las listas reales citadas para llevarla y cotejar, ¡a partir de ellas!, lo que vale o no vale del maestro?
Lo IMPORTANTE, lo verdaderamente importante ¡no es que ustedes traten de elucubrar CUÁL es la praxis concreta de este o aquel investigador o estudioso!, lo, sin duda, crucial y definitivo es saber si ustedes, individualmente y al margen de presiones externas, CREEN que, por ejemplo, cualquiera de los citados, escaso de tiempo.., pasa de perfeccionar su griego al caso, se abstiene, por tanto, de los "Fragmenta Historicorum Graecorum", de los "Manethonis Sebennytae Reliquiae", de las "Fontes Historiae Religionis Aegyptiacae" y, por supuesto, incluso de la fundamental compilación del profesor Waddell, se mira la inscripción, consulta las traducciones de los cartuchos de marras de las, ¡faltaría más!, inscripciones epigráficas, se hace su composición de lugar con ayuda de fuentes de segunda mano escritas en alguna lengua que domine ya previamente (procura, noblesse oblige.., se trate, naturamente, de fuentes de recibo..; eso sí...), y a darle, como dicen los calós, a la mojá sobre el maestro Manetón y, puestos ya.., sobre la Historia de Egipto sin rubor, sin escrúpulos y sin temor a ningún tipo de insomnio por tanta y tanta, en mi opinión, reprensible EXTRAVAGANCIA.
Ya digo que, ¡olvídense de otro tipo de consideraciones!, lo verdaderamente importante es si ustedes CREEN que es así como lo hacen los que enseñan cómo se hacen las cosas...
Nada hay más importante.