Bienvenida, Pepoo, al mundo real, donde todos estamos podridos, por dentro y/o por fuera.
Es evidente y palmario que yo no iría jamás de los jamases a un sitio de esos con nadie a quien me uniese otra cosa que no fuera el fornicio. Jamás. Nunca. Antes muerto. Y si mi pareja me propusiera ir, no sólo le diría que no, sino que ahí mismo acabaría la relación: me bastaría la insinuación de su interés por ello para darla por finiquitada.
Cosa muy distinta es ir con alguien con quien sólo follas, y que no te une a ella más que los polvos que echas. En ese contexto, donde ambos somos solteros, no existe compromiso, las cartas están sobre la mesa y ninguno se considera nada del otro ni ganas de hacerlo en un futuro se puede plantear, igual que no pasa nada si uno está soltero. Yo respeto, absolutamente, que un matrimonio quiera acudir a tales sitios a hacer intercambio de parejas: es su matrimonio, su libertad, su decisión. Y desde luego, ni yo, ni nadie, es quién para juzgar lo que dos personas adultas convengan entre sí para ellos mismos.
El fallo de tu apreciación está en querer para los demás lo que tú querrías para ti misma aún cuando ellos explicitamente no lo quieren. Está bien querer para los demás lo que uno quiere para si mismo, pero está mal imponerlo. La libertad del otro vale tanto como la propia, y lo que para ti o para mí sería veneno, para otros es alimento.