Lolitonta
Baneado
- Registro
- 11 Ago 2008
- Mensajes
- 3.127
- Reacciones
- 2

Hijos de puta todos. Joooooo

Así es, malditos desalmados, se ha muerto Knut. Su cerebro fue fulminado, como si hubiese sido alcanzado por una bala de ésas que estallan (gracias por la inspiración, StanSmith):
Tenía sólo cuatro años de edad, pese a que en cautiverio, los osos alcanzan hasta los treinta años. Casualmente (¿o no?), Knut fue rechazado por su madre al nacer, al igual que su compañero de parto, que murió un par de días después. Como es obvio, Knut, con la ayuda del ya fallecido por un infarto, Thomas Dörflein, sobrevivió.

¡¡Papáaaa, sálvameeeee!!

¿Se podría decir, pues, que la madre advirtió que su hijo no carburaba muy bien del coco? Es posible; después de todo, los animales no son retrasados: simplemente tienen otro tipo de inteligencia, más intuitiva que racional, desde luego.
Otro detalle casual es que Knut la palmó justo después de haber pasado unos meses con tres osas polares hembra, entre ellas su madre, con las que vivió casi aterrorizado debido a su incapacidad para relacionarse adecuadamente con los de su propia especie. Permitidme otra licencia poética: me imagino a Knut teniendo una crisis existencial tan intensa, que su cerebro no pudo hacer más que estallar y llevarle al fondo del pequeño lago... Y es que un cerebro animal, salvaje, no puede acumular tanto stress. Un oso polar está hecho para vivir de forma solitaria, recorriendo largos kilómetros blancos cada día, viendo amaneceres desde puntos diferentes del Ártico...
Pero Knut vivía confinado en una pequeña parcela de un zoológico de cemento, con temperaturas superiores a las que un oso polar debería soportar, y sufriendo una inmensa dependencia emocional hacia los humanos. Y es que, claro, ese osezno tan adorable se convirtió en una mole potencialmente peligrosa, y se le empezó a aislar. Se volvió loco, el pobre.


¡Que toy muy loco, illo!

Si no tenía a sus multitudes admirándole, se ponía a gritar y aullar. Comportamientos extraños...
*****************
Me recordó mucho al caso de mi pobre perro:

Tenía sólo cinco años de edad cuando lo trajeron a mi vida, así que no recuerdo muy bien cómo se le crió. Pero acabó convirtiéndose en un perro totalmente asocial, que sólo hacía caso a un miembro de la familia, mi padre. No era capaz de mantener relaciones cordiales -por así decirlo- con sus congéneres. Cuando se le llevaba a copular con hembras de su misma raza, se hacía un ovillo en un rincón y aullaba entre profundos temblores para que fuéramos a buscarle. Era homosexual: sólo quería dar por culo (eso sí, que a él no le dieran, que se ponía a morder y todo). Me mordía en la cabeza si le daba un abrazo. Tenía problemas estomacales: no paraba de tirarse pedos desde los seis años, y se avergonzaba de ello, puesto que notaba nuestra mala hostia. Vivía prácticamente confinado en casa, durmiendo la mayor parte del día. Muy frustrante, ciertamente.
También se murió. Y de una forma tan miserable como vivió. Estuvo un año sin poder levantarse del suelo, sus dientes se caían de tan podridos que estaban, no podía respirar por la nariz puesto que estaba llena de mucosas, se quedó en prácticamente sólo piel y huesos, puesto que ni comer podía. Al final, viendo que no era capaz de morirse por su cuenta, le tuvimos que hacer la eutanasia.
Yo me quedé allí, a su lado, firme, dándole una hamburguesa para que no se diera cuenta (aunque del dolor que llevaba padeciendo desde hacía tiempo, creo que ni hizo falta). Estuve todo el rato sonriendo, y el perro relamía con afán la hamburguesa como podía. Entonces su cabeza, pesada cual roca, cayó fulminada -por suerte, sin epilepsia ni convulsión alguna-, y ahí me derrumbé. Lloré durante un mes entero, sin importarme que los tendones del cuello estuvieran a punto de deshilacharse.
-¿Por qué lloras tanto? Sacrificarle fue lo mejor que podíamos haber hecho por él. ¿No viste que estaba sufriendo demasiado?
-Lloro porque su vida fue una mierda. Trece años de pura caca. Fue vacía, sin sentido. Nunca fue feliz, por más caprichos y vida de lujo que le diésemos.
A veces me resulta incomprensible cómo a la gente le da igual que sus mascotas se estén volviendo completamente locas, que sólo les importe quedar como buenos "amos" de cara a los demás, o alguna que otra causa, qué sé yo. Incluso me consta que una amiga mía se negaría FÉ-RRE-A-MEN-TE a aplicarle la acupuntura a su mascota, sin importar que el veterinario lo recomendase encarecidamente, sólo porque si se la aplicasen a ella, le daría "grima". Joder. Proyectando manías de cada uno en la mascota. Cuánta tristeza, señores.
*****************
Andrew Linzey, director del Centro de Ética para con los Animales, opinó: "Francamente, habría sido mejor que Knut no hubiera existido jamás a tener una vida tan miserable".
¿Merece la pena que un animal sufra por cumplir con algo que han establecido unos seres humanos? Knut cumplía la supuesta función de concienciar a los visitantes del calentamiento global y de la extinción de los osos polares como consecuencia del mismo, pero, ¿no se incurre en una contradicción moral al defender la vida de los osos polares manteniendo en cautiverio y dándole una vida miserable a uno?
¿Cuál es el verdadero objetivo de los zoológicos? ¿Tenemos derecho, siendo seres concientes y con moral como somos, a confinar a animales salvajes para deleite de millones de ojos humanos? ¿De qué sirve mantener a especies en peligro de extinción en cautiverio, si la crianza en cautividad atrofia la naturaleza y los genes de tal manera que luego no podrían sobrevivir en libertad? ¿Realmente merece la pena, en definitiva, hacer sobrevivir a animales que no deberían estar vivos, dado que les hemos ganado en la lucha de la vida y la muerte? Se trata de la ley de la selva, sin más. Si es que en realidad todo se reduce a la compasión... Ya lo decía Nietzsche: la compasión debilita.

Hijos de puta todos, repito.

Sé que hay miles de causas más por las que llorar, incluida la de los animales de granja masificados, pero en un post no puedo tratarlo todo, y además el caso de Knut es reciente. Si eso, podéis desbarrar a lo largo del hilo.
Perdonadme por la mariconada: soy mujer.
