Hay mucha gente que se empareja con no mejor criterio que el hecho de que la contraparte le genere o bien las consabidas maripositas estomacales, o bien -equivalente masculino - ganas de follar a diestro y siniestro con la interfecta. Una vez acaban mariposas y erecciones full time, se encuentra a menudo con una relación de pareja con alguien que les aburre hasta el infinito y más allá, pero el lío ya está hecho y total, mejor mal acompañao que solo.
Luego llegan a una edad en que lógicamente acaban hasta los cojones de estar con alguien y de esos polvos vienen aquellos lodos y entonces salen los mensajes de si le cayeron las tetas a fulana o se le puso cara de vinagre a mengano y que bien que la cosa no triunfó. Pero en esos comentarios al final se retrata más el que los dice que el que los recibe.
Uno queda como un señor o como una señora cuando está con gente con la que se siente orgulloso de estar, por cómo es, por sus valores, su actitud o su personalidad y etcéteras. Y si acaba la cosa, aun así jalonará con honores el currículum sentimental, sin lugar para arrepentimientos, ni suspiros de alivio por haberse librado del futuro cranco.
Que casi todos hemos tenido alguna historia con alguien sobre el cual querríamos correr un estúpido velo, eso es indudable y parte de la normal experiencia humana. Seguramente nosotros habremos sido también el error de alguien.
Pero sirva esto para escoger con mejor puntería, de modo que el próximo o la próxima sea alguien del que podamos decir "joder, qué suerte he tenido de poder vivir esto". Y no "joder, qué culo más gordo se le ha puesto".