Todo comienza con un programa de debilitación general en el propio cuartel; es decir, se mantienen las mismas actividades diarias que de costumbre (correr y gimnasia a primera hora, instrucción de combate por la mañana y por la tarde, o tiro y topografía según toque), pero ya no se va a comer al comedor el rancho habitual, sino que se tira de las raciones individuales, que venían a ser una caja de cartón conteniendo una serie de latas como esto:
Además de lo que sale en la imagen, que variaba según modelo, había la típica lata de atún, de carne guisada, de macedonia de frutas, etc. La caducidad media de aquellas raciones databa de hacía más de una década, con lo cual era habitual encontrarse latas infladas que había que desechar sí o sí. No en vano, yo estuve años sin probar el atún en conserva porque me intoxiqué con una de esas latas.
Este periodo de debilitación se prolonga aproximadamente un mes, y mientras los pistolos continuaban yendo tan ricamente a comer su rancho al comedor, nosotros nos apañábamos en nuestra compañía o aledaños para calentarnos nuestras latas de carne guisada. En ocasiones la ración diaria era prácticamente inaprovechable, salvándose únicamente las galletas y la chocolatina.
Tras ese periodo de debilitación siguió una fase de explosivos y golpes de mano. Salimos de maniobras en los camiones hacia Mas Enric, en Tarragona, donde establecimos campamento. Allí continuamos con nuestras deliciosas raciones individuales, realizando golpes de mano o más bien atentados con explosivos. Fue bastante LOL la verdad, realizar misiones simuladas que consistían en entrar dentro del recinto de Empetrol, actualmente Repsol, colocar explosivos en racks de tuberías, salir, comprobar que no hemos sido vistos, entrar de nuevo, retirar los explosivos, salir y volver a comprobar que no hemos sido vistos. Los explosivos eran ficticios, algo similar a lo que explicaban del "BANG, BANG" con la boca

con la salvedad de que nosotros entrábamos en aquellas instalaciones saltando vallas y burlando patrullas de vigilancia sin tenerlos en previo aviso, como era habitual bajo el mando de nuestro comandante (famoso por sus maniobras en Aragón y su
fusilamiento en Abena).
Pues bien, pasados unos doce o quince días haciendo esto, nos hacen recoger campamento y, mochila Altus a la espalda, armamento y munición, emprendemos una marcha nocturna hacia vaya usted a saber dónde. Íbamos atravesando carreteras, zonas urbanas, bosque, hasta que atacamos la subida de la sierra de La Mussara por senderos PR. Evidentemente es una marcha incómoda, ya que debíamos progresar de incógnito para no ser vistos por nadie.
Varias horas de marcha después, llegamos a una carretera asfaltada arriba del todo de la sierra, todavía de noche, y continuamos la marcha por ella un par de kilómetros hasta que divisamos, con la primera claridad del alba, un Pegaso del ejército en un llano a un lado del camino. Nuestro flamante capitán con sus Ray-Ban y su incipiente bigote nos esperaba para darnos la alegre sorpresa:
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"A vé zeñore, La mizión ha zalido mal, no han venío a recogen-no y tenemo que zobreviví en terreno enemigo y po nuehtro propio medio. Empieza la faze de zupervivencia".
Derrotados, pintados y guarros hasta la médula, somos sometidos a un cacheo exhaustivo para quitarnos todo indicio de comida que pudiéramos llevar. Tras el cacheo emprendemos la marcha toda la compañía por un barranco impracticable por la maleza y la cantidad ingente de zarzales que había. La manera de atravesar un zarzal es bastante LOL también: un soldado elegido a dedo se pone la mochila de combate en la cara y se tira hacia adelante sobre el zarzal. El resto de la compañía pasa sobre él pisándole la espalda, lo que vienen a ser unos sesenta tíos con un peso de media de unos noventa kilos cada uno
Una vez en el fondo del barranco, en una zona boscosa pero bastante limpia de sotobosque, nos dicen que establecemos allí el campamento. Aclarar que la supervivencia militar es diferente a la civil porque, en el primer caso se considera que siempre ocurre en terreno enemigo y se debe pasar absolutamente desapercibido, por lo que ni fuegos, ni humos, ni ruidos deberían hacerse. Evidentemente esto no fue así del todo, ya que nos enseñaron diversas técnicas para cocinar y conservar alimentos que requerían fuego, amén de que nos tocó hacerla en pleno mes de enero y eso, en el fondo de un barranco en plena montaña, con hambre y mierda hasta las cejas, se hace difícil de llevar.
Empezamos a construir las cabañas, una por patrulla de cuatro tíos, a base de palos y ramas de Boj. El machete se convierte en una herramienta imprescindible y los que tuvimos la gran idea de comprarnos el nuestro propio lo agradecimos, porque el machete oficial (Oso Negro de Aitor), se desmontaba fácilmente al dar cuatro golpes a un palo.
Cuchillo oficial de la COE.