Konstanz rebuznó:
¿El resumen de Semana Santa para cuándo?
La historia va llegando a su final, pronto se cerrará.
Más que nada, porque varios me habéis preguntado qué pasó finalmente en semana santa, voy a contar un poco de manera detallada los acontecimientos.
Así un poco yendo rapidito, ella llegó el día previsto, fui a recogerla al aeropuerto, y estaba divina. Igual que cuando la vi por última vez, tiene cada vez más cara de niña y cuerpo cada vez más de mujer, es decir, está tremendísima. No sabíamos ninguno como reaccionar, nos sonreímos y luego nos dimos un fuerte abrazo largo. En el coche le conté que estaba asustado de que no viniera, y de que viniera con Yoshinobu. Ella dijo más o menos que el tío había estado a punto de venir pero que andaba ocupado y a última hora no había podido ser. Total, la llevé a comer a la playa, a un restaurante que a ella le encantaba. Aunque le pregunté si quería ir a ver a sus padres antes, me dijo que quería quedarse conmigo y ver mi piso nuevo. Era una excusa clara para follar y así fue, nada más entrar por la puerta, nos quitábamos ansiosamente la ropa. Y ocurrió lo que tenía que pasar. Así básicamente estuvimos 3 ó 4 días. Ella venía a dormir por lo general, o si no, estaba toda la tarde conmigo, sin salir de la cama, como es natural. Hablábamos del pasado, de cuando estábamos juntos, cuando vivíamos juntos, todo lo que nos pasó, lo que hacíamos, las personas que conocimos, los viajes que hicimos, todo recordando aquellos tiempos pero lo más curioso era que la conversación se cortaba sola cuando llegábamos al punto de :
Y ahora qué…Durante ese tiempo, todo parecía un sueño. Yo solo pensaba en follármela y en estar con ella, con miedo a mirar el puto calendario. Su coño sabía mejor que nunca, tenía la piel más suave que nunca, el pelo más largo, la mirada más penetrante, sus besos tenían más veneno, era todo elevado a la máxima potencia. Sobre nuestro tema, no hablábamos. Ella no sacaba el tema, y yo por miedo tampoco. Me temía cualquier respuesta negativa. Prefería disfrutar de ella hasta el último día, porque temía que si me decía algo muy maligno, ya se me quitarían las ganas de seguir tirándomela. No se trata de que fuera lo único que deseara, se trata de que me temía un
nunca-volveremos por respuesta, y de alguna manera prefería consolarme mientras con el sexo, aunque claro está que después de nuestros bestiales polvos, algo me impedía ser el hombre más dichoso del mundo y no estaba cómodo con la situación.
Sin embargo, las cosas parece que algunas veces vienen solas, y esta idílica situación era claramente una bronca potencial, y efectivamente así ocurrió.
Todo empezó, no recuerdo cuando, jueves o viernes. Ese día fuimos a pasear un poco por la playa, cuando casi anochecía. Ella se emperró en quitarse las botas y mojar los pies en el agua. Yo le advertí:
Verás, mañana te vas a levantar con un dolor de garganta del copón, ya te conozco…Ella como siempre:
Pero qué pesado eres, que no coño, déjame…Vale, muy bien. Que hiciera lo que quisiera, como siempre. Es la princesita del guisante. No sé como habrá estado en Japón estos dos años, pero me extraña que no haya cambiado nada, pensaba que allí echaría luces. Esa noche nos acostamos juntos, y esto que a medianoche, me despierta suavemente con voz trémula:
Arturo… me duele mucho la garganta. Lo sabía, lo sabía.
Mira que te lo dije, si es que te conozco como si te hubiera parido…Ella no contestó, sólo empezó a lloriquear. Y en ese momento, todo el pasado volvió a mi mente. Su faceta de folladora que había venido unos días a su país natal se derrumbó. Ahora era Ella, mi novia de los 4 años, la que había vivido conmigo todo ese tiempo, y ahora reviviendo una escena tan, tan, tan típica y tan usual en el pasado. No se trata sólo de que le preparase un vaso de leche, recordé todas las veces que tuve que cuidar de ella, que interceder por ella, su actitud de estar de vuelta de todo y a la vez ser una ingenua, me acordé de todas las veces en que hice lo que ella quería, en las que lo que a mí me pasase me importaba una puta mierda con tal de que ella estuviera bien, de mil cosas del estilo. Todos los recuerdos afloraron en mi mente en un segundo, todos a la vez y podía distinguirlos todos. Me levanté, como en el pasado, a hacerle un vaso de leche y a darle por lo pronto un ibuprofeno o similar. Mientras calentaba la leche me temblaban las manos, era ella de nuevo, era un
déjà-vu total. Deseando llorar, fui a la cama y ella se incorporó un poco:
Si es que siempre te pasa lo mismo. Y en Japón parece que no has echado nada de luces… Ella me miraba de reojo, se bebió la leche, se tomó el sobre con cara de asco y luego se tumbó. Me quedé unos segundos mirándola, y entonces dijo la frase que desencadenaría toda la bronca:
No sabes cuánto te he necesitado todo este tiempo, Arturo.
No debió decirlo ahí. Me di cuenta de la realidad mucho más de cuando estuve en Japón en su casa. Me di cuenta de que la mujer de mi vida no era mía del todo, había estado dos años en el extranjero, con otro hombre, y ahora se volvía a repetir una escena similar a las del pasado, pero sin ser mía. No debí explotar, lo hice mal, muy mal, fatal, ella estaba malucha y cuando está así se pone de muy mala hostia, pero no pude reprimirme. No era el momento tampoco, pero no pude aguantarme:
Si me necesitas tanto,¡ ¿por qué coño no has vuelto conmigo?!¡ ¿Por qué sigues con él sabiendo que es imposible que nadie te quiera más que yo?!. Ella se llevaba la mano a la cabeza y empezaba:
No Arturito no, por favor, ahora no, mañana, mañana… Pero yo no me podía callar, la obligué a mirarme y se lo dije :
Estoy hasta los huevos de esto, me respondes aquí y ahora.
He de aclarar que todo es real, pero tengo buena memoria para las escenas, frases y situaciones. Cierro los ojos y puedo reconstruir hasta el mínimo detalle de todo lo que ocurrió esa noche. Lo peor de todo es que me emociono y acabo contándolo como una novela.
Ella trágicamente con la almohada en la cabeza decía que no era el momento, que bla bla bla. ¿No era el momento? ¿Faltaban sólo unos días para que se fuera lejos lejos lejos y seguíamos sin hablar nada? Empezamos a discutir y se puso de mala hostia. Se levantó de la cama y me acusó de darle la noche. Yo le dije que lo sentía, pero que no podía más. De repente cogió sus cosas y dijo que se iba a su casa. Intenté pararla, diciéndole que tenía miedo de afrontar las cosas y me estaba haciendo daño, pero ella no, dale que te pego, que me voy:
¡Yo he venido a estar aquí contigo y no a que me tortures, joder!. Me puse muy nervioso:
¡Porque estoy nervioso, estás jugando conmigo idiota, sabes que lamo el suelo donde pisas y te aprovechas de eso, me tienes como un inútil colgado por ti!. Bah, contar esto es tontería, ella haciéndose la mártir, hasta que empezó a insultarme ahí con la puerta abierta, que ojalá me muriera, que las cosas serían más fáciles así para ella, y que se iba a volver loca. Se fue incluso con las zapatillas de estar en casa. Ni siquiera cogió el ascensor, salió pitando escaleras abajo. Antes de que empezara a bajar se lo dije:
¿Te parece bonito este follón? Entra y arreglémoslo civilizadamente. Ella me dijo:
No, no me da la gana, por eso me voy. Salí corriendo detrás de ella, escaleras abajo, la puerta abierta, mi perro ladrando, las 3 de la mañana ya, una vecina salió a preguntar qué pasaba, yo diciéndole que el padre de mi novia se había puesto malo y ella había salido muy confusa para coger un taxi hacia su casa, pero que yo iba a llevarla. Claro, ella pensaría: Si, en pijama vas tú.... Salí a la calle y no la vi, pero sabía que no había podido ir muy lejos, la llamé varias veces y no contestó. Sabía que estaría escondida por ahí, muy típico de ella. Entonces me puse a chillar:
¡¡¡Joder, fijo que estás detrás de un coche!!! Por dios, sal ya y lo arreglamos por favor, que me voy a volver loco, ven. Y entonces sale con la mochila y el abrigo puesto al revés de detrás de un coche.
Sube para arriba anda, que ya me tienes contento. Era increíble verla. No sé si me daban ganas de darle un bofetón o de comérmela a besos. Cuando es ella, la gran egocéntrica, con sus escotes, sus ropas, sus gafas de sol y sus modelitos a lo Paulina Rubio, su labia, su poderío, todo, impresiona, pero en ese momento estaba jorobada, los hombros hacia delante, toda la maraña de pelo en la cara, parecía un duendecillo del bosque. Conseguí que subiera, se sentó en el sofá, y allí ya se echó a llorar hipando, con toda la voz cogida, que todo le daba mucho miedo, que ella no quería a Yoshinobu, que se veía con él pero cuando pensaba en permanecer toda la vida con él, le entraban muchísimas dudas, y entonces se acordaba de mí. Yo también entre histerismos no tenía muy claro qué decir, como diría Maloso del foro, soy un egocéntrico pero sí, me puse a romper determinados objetos que tenía a mano mientras gritaba:
¿Y todo lo que me decías? ¿Que querías que fuera el padre de tus hijos? ¿Te acuerdas de la promesa que hicimos en el cementerio? Y ella:
Ay, pero eso era antes, era verdad, pero las cosas han cambiado... . Entonces fue cuando me puse a llorar, se me encogió el cuerpo, las palabras se me atragantaban en la boca, se me agarrotaron los músculos:
Pues yo si lo pensaba. Sabes que si algún día deseo a una mujer tanto como a ti, no la voy a querer igual, y si la quiero tanto como a ti, no la voy a desear igual. Las dos cosas las encuentro en ti y sabes que si me dices que me corte la mano, yo me la corto. Pero tú no sabes lo que quieres, sigues siendo una niñata, eres una puta, una guarra y una zorra, estás jugando conmigo, empiezo a pensar que ni siquiera me has querido nunca y sólo te importa ser una diosa en Japón y ser una intelectual de primera, al otro lo tienes corneado perdido, y a mí como un subnormal comiéndote el pienso que me das de tu mano. No sé de qué irás en Japón, allí serás una tía respetada, un gran cerebro y todo lo que quieras, pero cuando llegas aquí no dejas de ser una niña y yo te tengo muy bien caladita ya.
Aquí lo dejo porque creo que esto ha pasado del grado ladrillo desde hace bastante rato. Continuaré cuando pueda. Gracias por la paciencia de aquellos santos varones y aquellas buenas mujeres que me hayan leído.