Esto es lo que sucede en sociedades con un racionalismo mal entendido. Un racionalismo que deriva en una suerte de idealismos y "deber-seres" que acaba construyendo mundos de gominola o nihilismo, convirtiendo la realidad en algo insoportable.
Hay que volver al mito, pero no desde la óptica de la creencia, de la irracionalidad, sino desde la inteligencia. Inteligencia significa etimológicamente cualidad del que sabe leer entre líneas, aquel que al leer extrae varias interpretaciones y sabe escoger la adecuada.
El lobo, que maravillosa metáfora del mal. Es algo natural y a la vez individual. Es el resumen perfecto de todos los males que asolan a los hombres. Cuando te contaban el cuento del lobo y los siete cabritillos no era para que te durmieses, comieses o entretuvieses. Era para que aprendieses que más allá de la burbuja de tu casa y tus padres existe el mal. Con los mitos los niños aprendían sobre el mundo y la realidad de una manera no traumática.
Con todo, la tragedia está muy presente en el mito porque a pesar de todos nuestros esfuerzos, el mal cosecha derrotas y triunfos por igual y hay que lidiar con ello.
Un lobo se ha comido a una caperucita. Todos pierden la cabeza, que si el heteropatriarcado, que si con educación esto no pasaría, que si la vida es una mierda carente de sentido. Una generación de adultos que se creen listísimos y que no son más que pobres niños superados por una realidad que no pueden abarcar. Solo hay que ver las sobrerreacciones emocionales del vulgo en redes sociales, foros o las puertas de una comisaría. Eso sí, todos saben cómo "debería ser" el mundo, hasta que este les pasa por encima revelando su verdadera y única naturaleza patética. Se ve que el "deber ser" es algo que solo se aplica de piel hacia fuera.
La ciencia es hija de la inteligencia y el logos. La sabiduría es hija de la inteligencia y el mito. Sois analfabetos mitológicos y así os va.