¡Stage terminado amigos!
La madre que me parió qué jartá de bici jajaja. Después de la etapa del jueves vino otra aún más bestia, el viernes hicimos 160 km con +1800, a ritmo aún más fuerte. La suerte es que el motor diesel es la felicidad, y fui mejor que el día anterior, y conforme avanzaba el día todavía más. La última hora fue tremenda, todo el rato con vientaco en contra a relevos para terminar de petar bien las piernas. Total, 6 horas casi exactas. La anécdota vino cuando uno de los entrenadores pegó una explosión tremenda apenas a 10 km de llegar, buscando como un poseso una cafetería para comer donuts o algo (el instinto te lleva a meter azúcar en vena echando hostias). Total en dos días, 11 horas de bici y unos +3200 mu ricos, que serían más si contamos como tal, que se debe, los km contra el viento, que es casi igual que subir.
Al día siguiente, sábado, la idea era soltar patas rodando un par de horas tranquilamente, así que como la parienta se tenía que ir a nadar y correr, yo quedé con un colega de la zona. El hijoputa se pasó por el forro lo que le había dicho y me hizo subir la Cresta del Gallo, un puerto de unos 6 km en los que se suben 475 m de desnivel positivo. Un cabronada mu gorda casi todo el rato por encima del 10% de pendiente. Fenomenal, oiga.
El domingo la traca final, el puerto de Sierra Espuña, un jodido coloso que por cierto este 2017 se subirá en la Vuelta de nuevo, unos 30 km de puerto con +1600 del tirón con apenas un pequeño descanso allá por el km 10. No tiene rampas importantes durante gran parte de la subida pero es muy muy constante, hasta el final... donde si subes hasta unas antenas hay como 4 km infernales que no bajan del 11%, y a esas alturas duelen que te cagas. Encima el día es infernal con un viento que alucinas que arreaba rachas en contra en algunas rampas. Absolutamente épico, porque cuando pensábamos que ya lo teníamos hecho lo más duro vino la bajada, un putadón para controlar la bici y con ropa de entretiempo partimos de la cima a 0 grados, bajando algunas curvas yo creo que más lento de lo que las hemos subido. Encima al ser un puerto tan largo, una bajada así se hace eterna, las manos comienzan a no responder y a mitad de bajada tenemos que parar al sol para calentarnos algo, pero no mucho. Nada más bajar sin ni siquiera enfilar la carretera hacia Alhama de Murcia nos metemos en un bar tiritando a tomar un caldo caliente. Puro ciclismo, la hostia, de esos días duros que te acuerdas durante mucho tiempo.