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El articulo de Javier Marías de hoy.
MUJERES VIOLADAS, acosadas, manoseadas sin su consentimiento, todo eso existe y ha existido siempre, por desdicha. Que haya una rebelión contra ello no puede ser sino bueno. Pero hay demasiadas cosas buenas que hoy se convierten rápidamente en regulares, mediante la exageración y la exacerbación y la anulación de los matices y grados. El estallido se produjo con el caso Weinstein, cuyas prácticas son viejas como el mundo. Ya hacia 1910 se acuñó la expresión “couch casting” (“casting del sofá”), para referirse a las pruebas a que los productores de Hollywood y Broadway sometían a menudo a las aspirantes a actrices (o a los aspirantes, según los gustos). En el despacho solía haber un sofá bien a mano, para propósitos evidentes. La costumbre me parece repugnante por parte de esos productores (como me lo parece la de cualquier individuo poderoso), pero en ella no había violencia. Se producía una forma de transacción, a la que las muchachas podían negarse; y una forma de prostitución menor y pasajera, si aceptaban. “A cambio de que este cerdo se acueste conmigo, consigo un papel, iniciar mi carrera”. Pensar que la única razón por la que se nos dan oportunidades es nuestro manifiesto talento, es pensar con ingenuidad excesiva (ocurre a veces, pero no siempre). Con frecuencia hay transacciones, compensaciones, pactos, beneficios mutuos que entran en juego. La índole de algunos es repulsiva, sin duda, pero cabe responder “No” a tales proposiciones. Y tampoco hay que olvidar que no han sido pocas las mujeres que han buscado y halagado al varón viejo, rico y feo, famoso y desagradable, poderoso y seboso, exclusivamente por interés y provecho. No hay que recurrir a nombres para recordar la considerable cantidad de mujeres jóvenes y atractivas que se han casado con hombres decrépitos no por amor precisamente, ni por deseo sexual tampoco.
Ahora el movimiento MeToo y otros han establecido dos pseudoverdades: a) que las mujeres son siempre víctimas; b) que las mujeres nunca mienten. En función de la segunda, cualquier varón acusado es considerado automáticamente culpable. Esta es la mayor perversión imaginable de la justicia, la que llevaron a cabo la Inquisición y los totalitarismos, el franquismo y el nazismo y el stalinismo y el maoísmo y tantos otros. En vez de ser el denunciante quien debía demostrar la culpa del denunciado, era éste quien debía probar su inocencia, lo cual es imposible. (Si a mí me acusan de haber acuchillado a una anciana en el Retiro, y la mera acusación se da por cierta, yo no puedo demostrar que no lo hice, salvo que cuente con coartada clara.) De hecho, en esta campaña, se ha prescindido hasta del juicio. Las redes sociales (manipuladas) se han erigido en jurados populares, son la misma muchedumbre que exigió la ejecución de Jesús y la liberación de Barrabás en su día. Tal vez sean culpables, pero basta con la acusación, y el consiguiente linchamiento mediático, para que Spacey o Woody Allen o Testino pierdan su trabajo y su honor, para que pasen a ser apestados y se les arruine la vida.
Ahora el movimiento MeToo y otros han establecido dos pseudoverdades: a) que las mujeres son siempre víctimas; b) que las mujeres nunca mienten
La justificación de estas condenas express es que las víctimas no pueden aportar pruebas de lo que sostienen, porque casi siempre estaban solas con el criminal cuando tuvieron lugar la violación o el abuso y no hay testigos. Es verdad, pero eso (los delincuentes ya procuran que no los haya) les ha sucedido a todas las víctimas, a las de todos los crímenes, y por eso muchos han quedado impunes. Mala suerte. ¿Cuántas veces no hemos visto películas en las que alguien se desvive por conseguir pruebas o una confesión con añagazas, porque sin ellas es palabra contra palabra y perderían el juicio? Así está montada la justicia en los Estados de Derecho, con garantías; no así en las dictaduras. Por eso me ha sorprendido leer editoriales y “acentos” en este diario en los que se afirmaba que las injusticias derivadas de todo este movimiento eran “asumibles” y cosas por el estilo. Es algo que contraviene todos los argumentos que, desde Beccaria en el siglo XVIII, si no antes, han abogado por la abolición de la pena de muerte. La idea de los defensores de la libertad, la razón y los derechos humanos ha sido justamente la contraria: “Antes queden sin castigo algunos criminales que sufra un solo inocente la injusticia de la prisión o la muerte”. Ahora se propugna lo opuesto. Si la falta de pruebas contra los acusados se extendiera a otros delitos, y aquéllos dependieran de las volubles masas, se acabaría la justicia.
Dar crédito a las víctimas por el hecho de presentarse como tales es abrir la puerta a las venganzas, las revanchas, las calumnias, las difamaciones y los ajustes de cuentas. Las mujeres mienten tanto como los hombres, es decir, unas sí y otras no. Si se les da crédito a todas por principio, se está entregando un arma mortífera a las envidiosas, a las despechadas, a las malvadas, a las misándricas y a las que simplemente se la guardan a alguien. Podrían inventar, retorcer, distorsionar, tergiversar impunemente y con éxito. El resultado de esta “barra libre” es que las acusaciones fundadas y verdaderas —y a fe mía que las hay a millares— serán objeto de sospecha y a lo peor caerán en saco roto, haya o no pruebas. Eso sería lo más grave y pernicioso.
Amén.El articulo de Javier Marías de hoy.
MUJERES VIOLADAS, acosadas, manoseadas sin su consentimiento, todo eso existe y ha existido siempre, por desdicha. Que haya una rebelión contra ello no puede ser sino bueno. Pero hay demasiadas cosas buenas que hoy se convierten rápidamente en regulares, mediante la exageración y la exacerbación y la anulación de los matices y grados. El estallido se produjo con el caso Weinstein, cuyas prácticas son viejas como el mundo. Ya hacia 1910 se acuñó la expresión “couch casting” (“casting del sofá”), para referirse a las pruebas a que los productores de Hollywood y Broadway sometían a menudo a las aspirantes a actrices (o a los aspirantes, según los gustos). En el despacho solía haber un sofá bien a mano, para propósitos evidentes. La costumbre me parece repugnante por parte de esos productores (como me lo parece la de cualquier individuo poderoso), pero en ella no había violencia. Se producía una forma de transacción, a la que las muchachas podían negarse; y una forma de prostitución menor y pasajera, si aceptaban. “A cambio de que este cerdo se acueste conmigo, consigo un papel, iniciar mi carrera”. Pensar que la única razón por la que se nos dan oportunidades es nuestro manifiesto talento, es pensar con ingenuidad excesiva (ocurre a veces, pero no siempre). Con frecuencia hay transacciones, compensaciones, pactos, beneficios mutuos que entran en juego. La índole de algunos es repulsiva, sin duda, pero cabe responder “No” a tales proposiciones. Y tampoco hay que olvidar que no han sido pocas las mujeres que han buscado y halagado al varón viejo, rico y feo, famoso y desagradable, poderoso y seboso, exclusivamente por interés y provecho. No hay que recurrir a nombres para recordar la considerable cantidad de mujeres jóvenes y atractivas que se han casado con hombres decrépitos no por amor precisamente, ni por deseo sexual tampoco.
Ahora el movimiento MeToo y otros han establecido dos pseudoverdades: a) que las mujeres son siempre víctimas; b) que las mujeres nunca mienten. En función de la segunda, cualquier varón acusado es considerado automáticamente culpable. Esta es la mayor perversión imaginable de la justicia, la que llevaron a cabo la Inquisición y los totalitarismos, el franquismo y el nazismo y el stalinismo y el maoísmo y tantos otros. En vez de ser el denunciante quien debía demostrar la culpa del denunciado, era éste quien debía probar su inocencia, lo cual es imposible. (Si a mí me acusan de haber acuchillado a una anciana en el Retiro, y la mera acusación se da por cierta, yo no puedo demostrar que no lo hice, salvo que cuente con coartada clara.) De hecho, en esta campaña, se ha prescindido hasta del juicio. Las redes sociales (manipuladas) se han erigido en jurados populares, son la misma muchedumbre que exigió la ejecución de Jesús y la liberación de Barrabás en su día. Tal vez sean culpables, pero basta con la acusación, y el consiguiente linchamiento mediático, para que Spacey o Woody Allen o Testino pierdan su trabajo y su honor, para que pasen a ser apestados y se les arruine la vida.
Ahora el movimiento MeToo y otros han establecido dos pseudoverdades: a) que las mujeres son siempre víctimas; b) que las mujeres nunca mienten
La justificación de estas condenas express es que las víctimas no pueden aportar pruebas de lo que sostienen, porque casi siempre estaban solas con el criminal cuando tuvieron lugar la violación o el abuso y no hay testigos. Es verdad, pero eso (los delincuentes ya procuran que no los haya) les ha sucedido a todas las víctimas, a las de todos los crímenes, y por eso muchos han quedado impunes. Mala suerte. ¿Cuántas veces no hemos visto películas en las que alguien se desvive por conseguir pruebas o una confesión con añagazas, porque sin ellas es palabra contra palabra y perderían el juicio? Así está montada la justicia en los Estados de Derecho, con garantías; no así en las dictaduras. Por eso me ha sorprendido leer editoriales y “acentos” en este diario en los que se afirmaba que las injusticias derivadas de todo este movimiento eran “asumibles” y cosas por el estilo. Es algo que contraviene todos los argumentos que, desde Beccaria en el siglo XVIII, si no antes, han abogado por la abolición de la pena de muerte. La idea de los defensores de la libertad, la razón y los derechos humanos ha sido justamente la contraria: “Antes queden sin castigo algunos criminales que sufra un solo inocente la injusticia de la prisión o la muerte”. Ahora se propugna lo opuesto. Si la falta de pruebas contra los acusados se extendiera a otros delitos, y aquéllos dependieran de las volubles masas, se acabaría la justicia.
Dar crédito a las víctimas por el hecho de presentarse como tales es abrir la puerta a las venganzas, las revanchas, las calumnias, las difamaciones y los ajustes de cuentas. Las mujeres mienten tanto como los hombres, es decir, unas sí y otras no. Si se les da crédito a todas por principio, se está entregando un arma mortífera a las envidiosas, a las despechadas, a las malvadas, a las misándricas y a las que simplemente se la guardan a alguien. Podrían inventar, retorcer, distorsionar, tergiversar impunemente y con éxito. El resultado de esta “barra libre” es que las acusaciones fundadas y verdaderas —y a fe mía que las hay a millares— serán objeto de sospecha y a lo peor caerán en saco roto, haya o no pruebas. Eso sería lo más grave y pernicioso.
No es tan difícil. Si el charolobby (formado por rajas, y por ende, bípedos hiperconsumistas y rencorosos) hace cruz a un periolisto, se lo hace a la empresa para la que trabaja; los anunciantes huyen, y con ellos, el oro que paga los garbanzos y las ortodoncias.Y que no haya ningún periodista que cuando sale una de estas denunciando que en la última década del siglo XX o principios del XXI sufrió acoso le espete: "hija de puta, y por qué no lo dijiste en su momento y así hubieses evitado mas acosos a otras mujeres? Aaahhh, que es que si no no conseguías papeles..."
Al final lo joden. LOL y gñe.
Evan-Rachel Wood, otra que AHORA dice que fue violada dos veces y que llevaba todo el puto día pregonando en su fapstagram que va a testificar en el Congreso como víctima de horribles actos heteropatriarcales.
"herstory"...me cago en mi vida...
... Las mujeres mienten tanto como los hombres, es decir, unas sí y otras no...
Fue una relación tan de abuso de poder, tan de violación, que ella se guardó un vestido lefado de recuerdo.Monica Lewinsky tambien se apunta al "metoo" Pero que morro
Lewinsky se apunta al #MeToo y cuenta su relación de "abuso de poder" con Clinton
Fue una relación tan de abuso de poder, tan de violación, que ella se guardó un vestido lefado de recuerdo.
Hay que ser hija de puta y caradura
Como protesta han puesto esta estatua cerca de donde se entregarán los oscars. Cuántas de las que la vean se dirán a sí mismas " conseguí aquel papel gracias a ese sofá".
Ver el archivos adjunto 5993
Evan-Rachel Wood, otra que AHORA dice que fue violada dos veces y que llevaba todo el puto día pregonando en su fapstagram que va a testificar en el Congreso como víctima de horribles actos heteropatriarcales.
"herstory"...me cago en mi vida...
Wood pronunció unas escalofriantes palabras narrando cómo su expareja la maltrató física y psicológicamente, la torturó y la violó. “Me ataba las manos y los pies para ser torturada mental y físicamente hasta que mi abusador sentía que había quedado probado mi amor por él”, detalló la actriz frente al Capitolio de Washington. Y continuó explicando cómo esos macabros rituales acabaron afectándole psicológicamente
Como protesta han puesto esta estatua cerca de donde se entregarán los oscars. Cuántas de las que la vean se dirán a sí mismas " conseguí aquel papel gracias a ese sofá".
Ver el archivos adjunto 5993
También se comentaba que Kirk Douglas hacia ese famoso casting couch en su caravana. Senderos de gloria, si señor.
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