Lo de los colegios electorales es de un grotesco que te deja turulato perdido. He llegado, y después de sortear a decenas de viejos que andaban bramando porque nadie les explicaba de qué forma votar, llego a la ménsula, donde se encontraban las papeletas... Unas papeletas totalmente desordenadas, manoseadas, colocadas en lugares indebidos... Y con la bofia ahí al lado, sin custodiar, bostezando y riendo como si la cosa no fuera con ellos. Ni que fuesen cargados de esteras, joder.
Después, a punto de depositar mi voto en la urna, he entregado mi DNI a una chica que se ha emperrado en decir que me conocía, que le sonaba de algo... Después de un lapso de tiempo bastante considerable para lo que se tarda normalmente en echar dos putos sobres en una urna, la tía seguía empecinada en que me conocía, que en algún lugar nos habíamos visto... A punto de producirme eccemas ha estado la gilipollas... Así que la he despachado de mala manera y he vuelto a mi casa bajo la ingente lluvia que asola Madrid a estas horas.
Pues vale, anecdotón.