El Barça no se rompe
Una vez que Sandro Rosell arrasó en las urnas y dejó con un palmo de narices a los delfines de Laporta, parece que las elecciones no han acabado. Un halo de pesimismo se cierne sobre la balsa de aceite que, con esfuerzo y buen hacer, había construido Guardiola.
Tras dos años instalado en el Reino de los Cielos, gracias a un estilo de juego espectacular y a un modelo de club ejemplar, varias cuestiones han acabado por detonar una corriente de desconfianza hacia el futuro deportivo y económico del mejor equipo del mundo. En lo futbolístico, a pesar de que Laporta lo calificó como "inminente" y de que Rosell peleó hasta el final, el "no" de
Cesc Fábregas ha provocado cierto desasosiego al Camp Nou. A eso hay que sumar la marcha de
Márquez y Touré, dos piedras angulares de la plantilla que aún no tienen recambio. Adosadas a esas cuestiones aparecen las cuitas de las cuentas, con más sombras que luces, según la última auditoría. Faus ha puesto negro sobre blanco en los números de
Sala i Martí, no hay para hacer frente a grandes dispendios y el club ha recaudado efectivo después de una
gira asiática tan molesta como necesaria. Con esos ingredientes, entra dentro de la lógica que muchos se suban al carro y aprovechen para torpedear los primeros días de un presidente al que, lejos de concederle los días de gracia que a su antecesor, se le coloca bajo sospecha por todo lo anteriormente relatado.
Aunque más allá de las filias y las fobias que despierta Rosell, no estaría de más contextualizar si la situación real del Barça es tan caótica como algunos están empezando a denunciar.
Guardiola, conductor de almas, lleva dos años ejerciendo como embajador del "quan" para los barcelonistas. Sabe que este año la exigencia será todavía mayor y que afronta un triple salto mortal con tirabuzón, que enfrente tendrá
Mourinho y que, en algún momento futuro, llegarán las derrotas. No obstante, Guardiola apostó por una plantilla de pocos efectivos, pero con el compromiso por las nubes y el patrón de juego claro. Pero Pep no se va a encontrar, precisamente, con un desecho de tienta. Guardiola pierde e Henry, pero contará con Villa, que triplica las prestaciones del francés, porque tiene más gol, más uno contra uno y más polivalencia. También ha visto como el club invitaba a salir a
Chygrinski, su gran recomendación, pero a cambio le han regalado a
Adriano, un futbolista bueno, bonito, barato y además, un todoterreno que sirve para todo y que sabe jugar de todo.
Alves, sin duda, lo agradecerá infinitamente. Al tiempo.
La tercera pata del banco es cómo parar el golpe de la marcha de
Márquez y Touré, jugadores que, a diferencia de Chygro, sí han emocionado al socio culé. Guardiola echará mano de su chistera, promociones La Masía. En la zaga
Fontas o Muniesa podrían cobrar protagonismo en la próxima temporada. En la zona de mediocampo,
Thiago apunta a estrella y será clave en el fondo de armario, mientras que Jonathan u Oriol tienen buena pinta y reclamarán su cuota de protagonismo. Es lo que tiene trabajar al mando de Guardiola, uno de esos benditos entrenadores a los que no les tiemble la mano cuando se trata de potenciar al activo más romántico de un club, la cantera. Ahí, en ese punto preciso, arranca la tarea de la nueva Junta Directiva de Rosell. Debe encontrar un par de jugadores con unas características muy definidas. Presencia, toque, juventud y un coste acorde a las necesidades de tesorería. El talentoso
Özil, en el foco mediático en las últimas horas, es más un Iniesta que un Xavi o un Touré. Si llega, sería un buen refuerzo. Otra cosa es un pivote defensivo, un parachoques. Una llegada que protegiera a
Busquets y Keita, o mejor dicho, que los complementara.
Guardiola, que ha sido recogepelotas, jugador, capitán, símbolo, emblema y entrenador de leyenda, decidirá todas las llegadas. Rosell escuchará a su entrenador y le complacerá en medida de lo posible. Pero sin locuras. Hoy, muchos se rasgan las vestiduras porque Cesc no jugará en el Camp Nou, pero lo cierto y verdad es que haberse bajado los pantalones y pagar 50 millones de euros habría sido un error de bulto.
Habría sido una medida populista y el nuevo presidente se habría ganado el aplauso fácil, pero no todo en la vida es lucir chapa y ponerse medallas. A Rosell, que habló de deuda y austeridad, le habrían echado en cara que se hubiera gastado lo que no tenía. A la espera de próximas acciones en el futuro y aunque se cometan errores, el Barça sigue siendo un ejercicio de sentido común. Que en fútbol es el menos común de los sentidos, por cierto.
Algunos están empeñados en anunciar un apocalípsis culé y pregonar, a los cuatro vientos, que el Barça se rompe. Confunden sus deseos con la realidad.