Con mi padre, las cosas son mucho más sencillas. Simplemente nos ignoramos mutuamente; Él se siente profundamente decepcionado por el rumbo que tiene mi vida, y yo he pensado muchas veces en enterrarle un cuchillo en el pecho mientras duerme.
He pasado muchas noches dándole puñetazos a las paredes (y luego a la almohada, cuando me sangran los nudillos) imaginando que le partía la cara a golpes y la sangre me salpicaba el rostro. Pero llega un punto, en el que el odio se convierte en fría indiferencia, cuando una persona, a pesar de compartir casa contigo, te importa una mierda. El único resquicio de aversión que me queda hacia él, es por mi madre. Esperaría a que él llegara de trabajar, lo mataría, y luego le daría una paliza a mi madre frente al cadáver por haber desperdiciado veinte años de su vida con semejante desecho humano