Nueces rebuznó:
Lo que tenía de cómico era a Slk haciendo de gansta en un autobús urbano, no que se metiese con una puta.
En realidad la gracia de todo aquello es comprobar la hipocresía de la prostituta, la que se disfraza de putón en una sala de diez de la noche a las tantas de la madrugada mamando y follando por un puñado de dólares más sin embargo en el momento en que sale por la puerta de ese lugar camina con la cabeza alta, tan lorealísticamente como la más inocente de pecado, y además quienes más caen en este asqueroso comportamiento son las putas sudacas, moras y de todos estos lugares de tercera en los que comían mierda para cenar.
Es una hipocresía similar a la del maricón reprimido, aquel que es más maricón que Paco Clavel pero cuya obsesión es esconderlo y para ello es capaz de montar bodas e incluso engendrar hijos.
Es un ejercicio divertido el comprobar cómo una zorra que se ha tirado toda la noche haciendo la marrana dentro de un putiferio dando vueltas en bragas y chupando penes por las esquinas sale por la persiana de donde pone Club l'Estel vestida con vaqueros y jersey tratando de transformar su imagen bajo una apariencia de señora digna, como si esos vaqueros y ese jersey fueran una goma de borrar capaz de eliminar sus trapos sucios.
En alguna ocasión cuando uno pasa por el triángulo Sarrià/Tarradellas/Buenos Aires y aledaños, donde abundan estos clubes, y las ves salir en ese modo "ahora voy de señorita, a mí que me registren", es acojonante, sorprendente y por qué no emocionante tener una "charla" con ellas. Cuando ya han arrancado unos buenos metros a la puerta de ese sitio en el que trabajan y del que tanto se avergüenzan, vamos, cuando están seguras de que ya nadie sospecha lo putas que son, el deber es aparecer y decirles "escucha, ¿cuanto cobras?", o "estoy en el hotel Melià, ¿te va bien acompañarme, verdad?", o "tengo 50 euros (eso lo odian las putas de puticlub, que pienses que solo cobran 50) si quieres podemos ir a...".
Las caras que ponen son brutales. Ponen unas caras de brujas malas que te cagas, se ponen tope de agresivas en algunas ocasiones, aunque algunas te sueltan "sí sí, vamos, dame 150 euros", pero las que molan son las que desean que la tierra se las trague, las que toman silencio como arma apartándose bruscamente de ti -el espejo, la realidad- pero como si en realidad quisieran apartarse de sí mismas, y vuelven a casa convencidas de que son unas putas, pero unas putas en el peor sentido, o sea, unas putas de mierda que lo llevan grabado en la frente.