Lo más marginal que recuerdo haber visto fue a dos de los quinquis de mi clase en la última fila metiéndose rallas que habían hecho sobre el libro abierto. Cuando el profesor hacía amago de levantarse de su silla pasaban alguna página, y cuando yo miraba con curiosidad me gruñían y exclamaban cosas ininteligibles como cavemen.
Aquí va alguna anécdota de buen chico descarriado.
Durante un tiempo tuve la llave general de las aulas del instituto. Abría todas las aulas normales, que no tenían nada de valor dentro. Me la copié de un colega que la obtuvo porque algún profesor se la olvidó encima de la mesa, y durante dos o tres años el respeto general del alumnado aumentó hacia mi persona, porque después del recreo casi todos los alumnos tenían que esperar X minutos hasta que el profesor de turno apareciese para abrir el aula, y se juntaba mucha gente en los pasillos. Yo llegaba, abría la puerta y toda mi clase para adentro, y si me lo pedían otros también les abría el aula. Luego algún profesor llegaba a veces extrañado. "
Beatriz, la de inglés, se habrá dejado la puerta abierta en la clase anterior" decíamos. Y con eso bastaba.
Durante una breve temporada otro de los quinquis de la clase, llamémosle Rubén, porque no recuerdo su verdadero nombre, le dio por ponerse a arrancar los hierros con forma de C que impedían que los libros se cayesen de la bandeja del pupitre por detrás.
Un día arrancó uno con gran esfuerzo, a base de malearlo doblándolo arriba y abajo. Así que todos los ovejas negras del aula empezamos a arrancarlos a pares. Había dos tipos, casi iguales, pero uno mucho más duro. Con ese te hacías daño en la mano pero con un poco de práctica y la muñeca ya entrenada los acababas jodiendo en cuestión de segundos.
Al final estábamos ocho o diez subnormales con medio kilo de hierros en la mochila cada uno, y como oliéndonos el peligro nos cansamos del juego, se los dimos todos a Rubén y nos olvidamos del tema. Este, que era un memo con la cabeza comida por las drogas un día se puso a tirar los hierros por la ventana cuando el profesor no miraba. Los hierros caían de un primer piso. Quien estaba por allí era la dueña de la cafetería del instituto debajo del aula, que escuchaba "CLANK" cada poco rato. Esta acabó descubriendo el origen del ruido y se chivó. A Rubén lo pillaron rápido y el anormal nos delató a todos sin oponerse ni medio segundo. Mi padre tuvo que ir a hablar con el jefe de estudios y apoquinar una multa simbólica de 20 o 30 euros, que no era dinero pero le debió de sentar como un golpe bajo de alguna forma, porque yo estaba perdiendo el norte en aquella época debido a graves asuntos familiares y mi padre solía venir de trabajar sus horas en un trabajo de puta mierda y cansado y se encontraba con que yo cada vez estaba más descontrolado.
En otra ocasión estuve un trimestre casi sin ir por clase cuando él trabajaba por las mañanas. Porque un día no tiene importancia, al siguiente tienes algo de catarro, y al final cualquier excusa te vale, como que no te ves sexi en el espejo con esos pantalones de chándal. Al llegar a casa desenchufaba la linea del teléfono por si acaso y listo.
El día que estando en clase me dijo una profesora que bajara a hablar con la directora y con mi padre me quedé blanco. Mientras me la contaban bien contada pensaba que mi padre me mataba ahí mismo, y de hecho se le escapó un tirón a mi manga con el que vi que se estaba aguantando porque estaba colérico. Y el recreo de ese día fue una de las peores esperas de mi vida, pensando en la llegada a casa. Luego a la hora de comer apenas me dijo nada, a saber por qué razón, pero desde luego se me quitó la tontería ya de por vida. Quitando algunos años vagando sin rumbo académicamente pasé a ser un estudiante más o menos modélico, hasta hoy. Por ejemplo, aunque también me ausenté de muchas clases particulares de inglés un verano que me metió mi padre para tenerme controlado mientras estaba en el trabajo -que costaban un dinero-, años después, estudiando por mi cuenta aprendí inglés y obtuve algunas certificaciones. Curiosamente lo mismo me pasó para aprender a nadar, a tocar la guitarra, o al aprender matemáticas. Era un completo anulado cuando me enseñaban, pero por mi cuenta aprendía sin problemas, con más ganas, y más efectivamente.
PD: El Rubén este era lo más parecido a un X-men que he llegado a conocer. Aparte de ser un subnormal y un yonki, podía proyectar chorros de saliva desde las glándulas que la segregan bajo la lengua. El tío levantaba la lengua y desde debajo te lanzaba un finísimo chorro a dos metros de distancia. También solía darle al mechero hasta que el hierro se ponía casi al rojo y luego se lo pegaba con fuerza al brazo mientras te miraba riendo. Decía que no le dolía lo más mínimo, pero las quemaduras con forma de herradura que le quedaban eran tremendas. Eso si, cuando te rozaba a ti pegabas un chillo de cerda y salias disparado hacia el cielo como un dibujo animado.