P
pulga
Guest
Es el año 2398 y Juan Carlos III se encuentra en su lecho de muerte.
Está tumbado en una cama de tecnología espiritual, muchos médicos lo rodean.
Es un anciano de 142 años.
Manda a los médicos que se marchen, lo hace con amabilidad, está inquieto. Manda llamar a su sucesor en el trono de Gran España, que como todo el mundo sabe es una nación que agrupa a diez mil millones de hispanohablantes.
Gran España vive días muy tristes, pues Juan Carlos III es un rey amado por su pueblo, y su pueblo es un agrupación política de razas, naciones, religiones, que se extienden por el mundo real (América y Europa, pero también importantes territorios de África y algunas extensiones de Asia) y por el mundo virtual y el mundo inconcreto de los muertos.
Su hijo, que tiene un culto sentido del humor, ha decidido que reinará bajo el nombre de Frankenstein I, con la abreviatura popular de Frank I.
Su hijo, que en realidad se llama John, pues es hijo de madre americana, coge la mano de su padre moribundo. ¿Qué estás viendo, padre?, le pregunta John. Lo mismo que han visto todos los reyes de España en este gran momento del adios, le contesta Juan Carlos III. Pero dime qué es. Estoy viendo el asesinato de Julio César, el célebre holocausto de Rodríguez Zapatero en 2019 y la evolución del latín vulgar, todo a la velocidad de la luz.
En la evolución del latín vulgar, en la transformación del latín en las lenguas vernáculas está depositado el gran misterio de la filosofía, la ciencia y la soledad. Somos o que hablamos, lo que dijimos a nuestros hijos. Y lo que dijimos es móvil; veo la evolución vocálica desde el latín vulgar, veo la caída de viejos sonidos consonánticos, que quedan reducidos a escombros amargos, veo la laceración de los fonemas, que son santos, veo al lingüista Emilio Alarcos LLorach la noche en que descubrió el sistema fonológico del español, que es lo que somos: un sistema fonológico caminando a través del tiempo, y veo que lo que hablamos es ficción, porque el lenguaje es una ficción.
Emilio Alarcos LLorach lo cifró todo en este mapa (ahora saca Juan Carlos III una hoja de papel de debajo de las sábanas), que es el mapa del genoma cerebral de los españoles:
Alarcos oyó lo que somos, continua diciendo Juan Carlos III a su hijo John. Vocal/no vocal. Consonante/No consonante. Denso/Difuso. Grave/Agudo. Nasal/Oral, qué magnificencia. Un sístema bífido de síes y de noes, qué gran hallazgo evolutivo. Una investigación acústica maravillosa. Sigue, hijo mío, las enseñanzas de Alarcos. Somos una canción, un montón de sonidos atados a cosas. La canción es lo que importa. Somos entes fonológicos. La fonología son los restos de la teología antigua.
Sigue los mapas de Alarcos. Son la verdad. La fonología, allí está la inteligencia cuántica.
Todo es fonología. Todo es Alarcos. Hace quice mil millones de años el universo era un fonema. Julio César es mi padre, vuelve a decir Juan Carlos III. Pero espera, espera, estoy viendo otra cosa ahora, algo que no es político, ya no veo a Julio, veo a otra cosa.
¿Qué es, padre?, dímelo, te lo ruego, le exige John.
Sí, ya sé qué es, es el aire, el aire del mar Mediterráneo, los peces saltando encima del aire, un mediodía encendido, ILG enseñando filosofía, las vocales, las consonantes, la diptongación, Mundele bañándose en un lago glaciar, sí, es el aire, dijo Juan Carlos III.
Me gusta el aire. El aire es nuestro.
Y expiró.
Está tumbado en una cama de tecnología espiritual, muchos médicos lo rodean.
Es un anciano de 142 años.
Manda a los médicos que se marchen, lo hace con amabilidad, está inquieto. Manda llamar a su sucesor en el trono de Gran España, que como todo el mundo sabe es una nación que agrupa a diez mil millones de hispanohablantes.
Gran España vive días muy tristes, pues Juan Carlos III es un rey amado por su pueblo, y su pueblo es un agrupación política de razas, naciones, religiones, que se extienden por el mundo real (América y Europa, pero también importantes territorios de África y algunas extensiones de Asia) y por el mundo virtual y el mundo inconcreto de los muertos.
Su hijo, que tiene un culto sentido del humor, ha decidido que reinará bajo el nombre de Frankenstein I, con la abreviatura popular de Frank I.
Su hijo, que en realidad se llama John, pues es hijo de madre americana, coge la mano de su padre moribundo. ¿Qué estás viendo, padre?, le pregunta John. Lo mismo que han visto todos los reyes de España en este gran momento del adios, le contesta Juan Carlos III. Pero dime qué es. Estoy viendo el asesinato de Julio César, el célebre holocausto de Rodríguez Zapatero en 2019 y la evolución del latín vulgar, todo a la velocidad de la luz.
En la evolución del latín vulgar, en la transformación del latín en las lenguas vernáculas está depositado el gran misterio de la filosofía, la ciencia y la soledad. Somos o que hablamos, lo que dijimos a nuestros hijos. Y lo que dijimos es móvil; veo la evolución vocálica desde el latín vulgar, veo la caída de viejos sonidos consonánticos, que quedan reducidos a escombros amargos, veo la laceración de los fonemas, que son santos, veo al lingüista Emilio Alarcos LLorach la noche en que descubrió el sistema fonológico del español, que es lo que somos: un sistema fonológico caminando a través del tiempo, y veo que lo que hablamos es ficción, porque el lenguaje es una ficción.
Emilio Alarcos LLorach lo cifró todo en este mapa (ahora saca Juan Carlos III una hoja de papel de debajo de las sábanas), que es el mapa del genoma cerebral de los españoles:
Alarcos oyó lo que somos, continua diciendo Juan Carlos III a su hijo John. Vocal/no vocal. Consonante/No consonante. Denso/Difuso. Grave/Agudo. Nasal/Oral, qué magnificencia. Un sístema bífido de síes y de noes, qué gran hallazgo evolutivo. Una investigación acústica maravillosa. Sigue, hijo mío, las enseñanzas de Alarcos. Somos una canción, un montón de sonidos atados a cosas. La canción es lo que importa. Somos entes fonológicos. La fonología son los restos de la teología antigua.
Sigue los mapas de Alarcos. Son la verdad. La fonología, allí está la inteligencia cuántica.
Todo es fonología. Todo es Alarcos. Hace quice mil millones de años el universo era un fonema. Julio César es mi padre, vuelve a decir Juan Carlos III. Pero espera, espera, estoy viendo otra cosa ahora, algo que no es político, ya no veo a Julio, veo a otra cosa.
¿Qué es, padre?, dímelo, te lo ruego, le exige John.
Sí, ya sé qué es, es el aire, el aire del mar Mediterráneo, los peces saltando encima del aire, un mediodía encendido, ILG enseñando filosofía, las vocales, las consonantes, la diptongación, Mundele bañándose en un lago glaciar, sí, es el aire, dijo Juan Carlos III.
Me gusta el aire. El aire es nuestro.
Y expiró.