Este hilo lo puse al principio de entrar en el foro y hoy me he acordado
al leer lo de Don Vito, no lo conoceis la mayoria y como me parece muy bueno lo vuelvo a poner
Es de un nota llamado José María Cumbreño, Y ganó un premio y todo
espero q sus guste, ami lo q mas me gusta ya no es solo el tema es q envidio esa capacidad de poder decir tanto en tan poco, pq yo pa decir algo me lio como una persiana
LA BOLSITA DE TE
Todas las tardes, Paula, a las cinco en punto (imagino que ésa fue una delas muchas manías que se trajo de Londres), iba a la cafetería que estaba junto al portal de su casa y pedía una taza de agua hirviendo. Al principio, el camarero la miraba con desconfianza. Pero, cuando ellA le
aclaró que le pagaría el doble de lo que costase el té más caro, dejó de
preguntar nada.
Una vez que tenía sobre la mesa la taza humeante, sacaba
del monedero una bolsita, a simple vista igual a la de cualquiera de las
muchas variedades que se servían allí, y la introducía en el agua
parsimoniosamente.
Y, sí, es cierto que Arthur Bush siempre pidió que lo incinerasen. Lo que
ya no estaba tan claro, al menos nadie creía habérselo oído decir, era que
deseara que su viuda usase sus cenizas para hacerse, todas las tardes, por muy a las cinco en punto que fuesen, una infusión con ellas.
al leer lo de Don Vito, no lo conoceis la mayoria y como me parece muy bueno lo vuelvo a poner
Es de un nota llamado José María Cumbreño, Y ganó un premio y todo
espero q sus guste, ami lo q mas me gusta ya no es solo el tema es q envidio esa capacidad de poder decir tanto en tan poco, pq yo pa decir algo me lio como una persiana
LA BOLSITA DE TE
Todas las tardes, Paula, a las cinco en punto (imagino que ésa fue una delas muchas manías que se trajo de Londres), iba a la cafetería que estaba junto al portal de su casa y pedía una taza de agua hirviendo. Al principio, el camarero la miraba con desconfianza. Pero, cuando ellA le
aclaró que le pagaría el doble de lo que costase el té más caro, dejó de
preguntar nada.
Una vez que tenía sobre la mesa la taza humeante, sacaba
del monedero una bolsita, a simple vista igual a la de cualquiera de las
muchas variedades que se servían allí, y la introducía en el agua
parsimoniosamente.
Y, sí, es cierto que Arthur Bush siempre pidió que lo incinerasen. Lo que
ya no estaba tan claro, al menos nadie creía habérselo oído decir, era que
deseara que su viuda usase sus cenizas para hacerse, todas las tardes, por muy a las cinco en punto que fuesen, una infusión con ellas.