Con dieciséis años ya tenía algo de coronilla, yo pensaba que era el remolino, pero aquello empezó a crecer y crecer y a los veinte ya era prácticamente calvo. Un día vi un papel en el suelo con el teléfono de un chamán africano que prometía curar la calvicie. Llamé. Qué gilipollas, pensaréis. Bueno, era un chico débil física y mentalmente. Y calvo. Total que el negro me cobró cincuenta euros por sentarme en una silla y recibir escupitajos en la cabeza, primero él, luego otro negro más viejo, y luego una negra culona. A la semana siguiente otros cincuenta euros por recibir escupitajos de todos los negros anteriormente mencionados más otros cinco más, algunos de ellos niños. Toda una familia escupiéndome en la cabeza semana tras semana. Y yo robándole dinero a mi abuela moribunda, de una carpeta que tenía debajo de la cama.
Al cabo de dos meses les dije que aquello no tenía efecto y me dijeron que por mil euros iban a contactar con un espíritu que me haría brotar el pelo. Me dieron una estatuilla de madera y me dijeron que eso era el espíritu, que lo único que tenía que hacer era ponerla en mi cuarto y hacerle una promesa que para mí supusiera un auténtico sacrificio. Y eso hice, le dije a la estatuilla que si me hacía crecer el pelo yo no me limpiaría el culo nunca más hasta que me creciera el pelo. ¿Os lo podéis creer? Fui un calvo de culo sucio que olí literalmente a mierda durante más de medio año.