LA HISTORIA OLVIDADA (catalanes, no hablamos de vosotros, pero podeis opinar tambien)

Desde 1781 a la independencia de México, la urbe estadounidense fue española. Un jienense ocupó el mismo cargo que Reagan o Schwarzenegger, gobernador de California





Monumento a Felipe de Neve en «La Placita» de Los Ángeles





Un español fue quien planeó y diseñó la fundación de la que es hoy la segunda ciudad más importante de Estados Unidos. Tras combatir en La Guerra de los Siete Años contra Portugal y servir al ejército, Felipe de Neve Padilla, con 40 años partió hacia Nueva España, dejando atrás a su esposa y una vida familiar. Sus dotes de mando y administrativas le hicieron ascender rápidamente una vez instalado y ganarse la confianza del rey Carlos III. Era 1781 y 44 personas bastaron para poner el germen de la mayor ciudad de California.

Militar profesional

Felipe de Neve nació en Bailén (Jaén) en 1724 y pronto se incorporó al ejército, su única profesión. Ingresó como cadete en el Regimiento de Cantabria y dos años después fue traspasado a la Guardia de Corps en Madrid. Sirvió a diversos regimientos en Milán y Flandes. Cuando alcanzó el grado de sargento mayor fue enviado a América para entrenar a las milicias. En Sevilla dejó a su esposa, María Nicolasa Pereira: nunca más volvió a verla y jamás dejó descendencia reconocida.

Su «celo administrativo lo mostró riguroso frente a sus subordinados», apunta el historiador chileno Carlos López Urrutia en «El Real Ejército en California». En octubre de 1774 ascendió a teniente coronel de caballería y Bucarelli, el virrey, lo designó Gobernador de Californias en 1775. «Con su experiencia militar y la gestión en la expulsión administración de bienes de los jesuitas en territorios de Nueva España se ganó la confianza de sus superiores y del rey Carlos III», apunta José Miguel Delgado Barrado, profesor de la Universidad de Jaén que actualmente estudia su figura.

Cuando Neve llegó a Monterrey (actual capital de Nuevo León, en México) se encontró con una armada indisciplinada, mal vestida y con recursos inadecuados e insuficientes. Un alzamiento indígena podía acabar con Alta California. También el problema de la falta de mujeres era serio: no faltaron los líos entre soldados y nativas y, en más de una ocasión, se vivieron tensos episodios, como apunta López Urrutia. Su preocupación fue alimentar a los presidios y misiones y gestionar eficientemente los recursos para fundar, como el visitador Gálvez quería, nuevos pueblos.





Detalle a Felipe de Neve



A su arribada existían siete misiones en Alta California, con un custodio o escolta militar asignada a cada una de ellas. Las misiones y los presidios eran medios para convertir a la población indígena a la vida europea, tal y como escribe el historiador americano W. Michael Mathes en «El gobernador Felipe de Neve recomienda la fundación de Los Ángeles». Una vez asentado, Neve invirtió sus más persistentes esfuerzos en solucionar la grave situación financiera.


Durante su acción gobernadora se fundó también el presidio (enclaves cerrados al exterior, espacialmente independientes de la misión y ocupados por militares) de San Francisco, como señala el investigador Francisco Linares Lucena en su escrito «El bailenense Felipe de Neve Pacilla, fundador de Los Ángeles, Santa Bárbara y San José». Otros cuatro presidios se fundaron en los años anteriores o en la época, ciudades tan destacadas como San Diego, San Francisco o Santa Bárbara.
Inauguración de Los Ángeles

«Para su formamento es muy importante se dispense por diez años el pago de Diezmos de frutos y Granados a los Pobladores, y sean exentos de pagar tributos». Bajo esta petición, el ya gobernador de las Californias Felipe de Neve cerraba la lista de argumentos y recomendaciones (en 1777) para la fundación dos pueblos: San José (en el río Guadalupe) y Nuestra Señora de Los Ángeles (en el río Porciúncula). El vicerrey y el Comandante General de la Croix aprobaron en diciembre de 1779 su propuesta y ejecutaron la orden de crear el pueblo de Los Ángeles, con la autoridad del rey Carlos III de España.


El plan de Neve para abastecer a la población era la plantación de nuevos cereales y establecimiento de ganados. Los Ángeles se proyectaba como esa ciudad que surtiría de granos y ganados a los presidios -escasos en alimentos- del sur.


Fernando Rivera fue el general encomendado de la difícil tarea de reclutar a los colonos y soldados. En un principio, se le encargaron 24, pero finalmente solo ocho permanecieron en el nuevo pueblo. Se le ordenó traer a 59 soldados casados y a familias solteras para que contrajeran nupcias con los soldados solteros de California.


Los primeros pobladores de la ciudad fueron 14 familias, un total de 44 miembros españoles -once hombres, once mujeres y 22 niños-. El 4 de septiembre de 1781 tuvieron lugar las ceremonias de fundación, y finalmente Felipe de Neve, utilizó oficialmente el nombre de «El Pueblo de la Reina de Los Ángeles». El nombre de «pueblo» estaba reservado para las poblaciones blancas, a diferencia de los «presidios», donde radicaba el poder militar, y de las «misiones», asentamientos con población indígena en proceso de catequización.


La ciudad está formada actualmente por un 49,8% de blancos (28,7% blancos de origen no latino), un 9,6% afroamericanos, y un 11,3% de asiáticos.
Las misiones

Las tareas encomendadas a los españoles que se encontraban en Nueva España eran dos: «Velar por la evangelización de los indígenas, junto a las órdenes religiosas y el control y defensa del territorio frente a los intereses de otras potencias coloniales», apunta Delgado.





CL aniversario de Los Ángeles en el ABC del 11 de septiembre de 1931



López Urrutia señala que, para ejercer el control sobre la población local en la misión, una vez bautizado, el indio perdía todo el control sobre su sustento y era alimentado, educado, vestido y «hasta regulado en sus actividades físicas y sexuales». El bautizo traía aparejada la gracia de Dios y la vida eterna, pero prácticamente era un acto de sumisión a la esclavitud de la misión. Así, podían exigirles trabajo aunque, por otra parte, los alimentaran, vistieran y proporcionaran amparo físico y espiritual. «Los indígenas cristianos tenían derecho bajo el sistema español a cierta autonomía, como poder elegir alcaldes y regidores, regir en ciertas materias de disciplina o exención del castigo corporal», concluye.


«La localidad nació en el centro de Los Ángeles, donde hoy está situada la Plaza o calle Olvera, conocida popularmente como La Placita. En dicha plaza hay una estatua del fundador, junto a una cruz conmemorativa, una iglesia y una placa con los nombres de las primeras familias angelinas», Linares. Neve murió en 1784 a los sesenta años, pero un año antes antes ascendió a Comandante General de las Provincias Internas, sustituyendo en el cargo a la Croix. Sus restos mortales descansaron hasta los años ochenta del siglo XX en Iglesia de Nuestra Señora del Carmen de Flores Magón cuando, tras un acuerdo entre el alcalde de Los Ángeles y el gobernador de Chiuahua (México) se exhumaron y se trasladaron hasta Los Ángeles. Sin embargo, se desconoce donde se encuentran actualmente, según aclara Linares.
f. L. L.


Rúbrica de Neve

Edwin A. Beilharz dejó escrito en su biografía sobre Neve: «Como en el caso de San José, la ciudad [de Los Ángeles] echó raíces firmes en el nuevo suelo, trayendo a California un nuevo elemento que no era eclesiástico ni militar. Los oficiales y los soldados del rey desaparecerían en la turbulencia de la revolución colonial contra España. Las misiones se desmoronarían en la secularización entre 1834 y 1836. Sólo la población civil sobreviviría y florecería».


Los Ángeles fue una ciudad española hasta 1821, cuando la México se independizó de la Corona española y California quedó bajo control de la nación mexicana recién creada. No fue hasta 1848 cuando se adhirió a Estados Unidos tras la guerra que enfrentó a ambos países. Con más de mil quinientos habitantes, por aquel entonces, la ciudad carecía de calles niveladas, aceras, alumbrado, agua y electricidad. Cada propietario de vivienda que diera a la calle estaba obligado a colocar una luz en la puerta del frente de su casa durante las primeras dos horas de la noche. Poco a poco se fue erigiendo como una de las ciudades más importantes del mundo. La ciudad angelina cuenta hoy con cuatro millones de habitantes.





Detalle español en el escudo



El legado de Neve se aprecia aún hoy en el escudo de la ciudad, compuesto por cuatro emblemas. El de la izquierda superior representa a Estados Unidos con sus trece estrellas; el de la derecha California (un oso grizzly); en la esquina inferior izquierda, el Escudo de México (el águila); y, finalmente, abajo a la derecha, los escudos de Castilla y de León.
 
(Sielos en la 4ª página el hilo de la historia, el Senior se lia a abrir hilos y tal; so good )

Disculpen que rescate el presente hilo e invoque a nuestro sabio historiador Paleto.
Es que en la radio oí un detalle que desconocía, vieron:
Agustina Zaragoza, la heroína pratiotica maña del XIX, resulta que nació en Barcelona.

Por si le sirve de pista y desea ampliar, caro Curro, para goce y deleite de los que foreamos en el bus.

l◄arma hist[ó/é]rica
 
ignaciofdez rebuznó:
(Sielos en la 4ª página el hilo de la historia, el Senior se lia a abrir hilos y tal; so good )

Disculpen que rescate el presente hilo e invoque a nuestro sabio historiador Paleto.
Es que en la radio oí un detalle que desconocía, vieron:
Agustina Zaragoza, la heroína pratiotica maña del XIX, resulta que nació en Barcelona.

Por si le sirve de pista y desea ampliar, caro Curro, para goce y deleite de los que foreamos en el bus.

l◄arma hist[ó/é]rica



Se llamaba agustina Raimunda María saragossa. Era natural de Barcelona y murió en ceuta. El marido era cabo o sargento de artillería, también catalán, que después de la batalla del bruch fue destinado a Zaragoza.

Hay un libro llamado "la artillera", malo como el solo, que describe muy bien el sitio de Zaragoza y la actuación de agustina. Es malo por lo mal escrito que esta, pero muy bueno por el rigor y los detalles históricos que tiene.
 
Otras feminas que hicieron piña con la catalana en los sitios de Zaragoza fueron:

La Condesa de bureta.
La monja madre rafols.
Y María agustín.

Pero claro,una lleva la fama,y otras cardan la lana...
 
Tocha rebuznó:
Otras feminas que hicieron piña con la catalana en los sitios de Zaragoza fueron:

La Condesa de bureta.
La monja madre rafols.
Y María agustín.

Pero claro,una lleva la fama,y otras cardan la lana...
Ya se sabe como son los catalanes
 
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La bandera de Arizona incorpora los colores d ela bandera española:

Arizona's state flag was designed and adopted in 1927. The top half consists of thirteen alternating yellow and red rays which represent America's thirteen original colonies. Because Arizona is a western state, the rays show a setting sun. The colors of the rays refer to yellow and red in the Spanish flags carried by Coronado when he came to Arizona in the sixteenth century.


La Micronesia española | Fronteras

Anda que no podía sacarse una pasta España con islas de esas entre matriculación de barcos y paraisos fiscales.
 
Lord Balaguer rebuznó:
No voy a entrar en el tema "Movida" porque también me pareció una mierda soberana.

Yo soy madrileño, tercera generación (un rara avis, como veis) y me crié en el Barrio del Pilar. En los años 80.

Madrid perdió a toda una generación de jóvenes debido a la heroína. El que no murió de sida, murió de hepatitis o de sobredodis, un navajazo...siempre relacionado con temas de drogas.

Aquella época fue jodidamente gris para la capital y supongo que para el país en general, no brillaba el sol. Todos mis recuerdos son de días grises en los que no podía bajar a la calle. De la noche a la mañana apareció un poblado gitano detrás del bloque e inundó el barrio de droga y muerte. Miraba por la ventana y solo veía calles desiertas y algún yonki que deambulaba como un zombi.

Nadie jamás controló el poblado gitano, la policía brillaba por su ausencia y ellos campaban a sus anchas. No había día que amaneciese un coche sobre cuatro ladrillos, las ruedas volaban por las noches.

La panda de El Nani (siempre había un Nani o Chino, o Rulo...) era famosa en el barrio, macarrillas sin más, a los pequeños nos trataban bien, nos dejaban sus balones para jugar al fútbol. Un día les vi pinchándose, mi madre me prohibió acercarme a ellos, murieron todos con el paso de los años, unos 20 chavales.

Era terrible estar en el colegio y enterarse que uno de los mayores había palmado de sobredosis, estando en 8º tendrían unos 14 años...y así durante un lustro.

Podría extenderme hasta el infinito y extenderme por más barrios, como por ejemplo San Blas, pero todos esos nostálgicos que se les llena la boca con La Movida y "uy los años 80 en Madrid qué guays" merecen que les calcen una hostia a mano abierta.

El Madrid que acaba usted de describir es este.

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Lord Balaguer rebuznó:
Ni mucho menos pretendo compararlo, solo quería compartir recuerdos, que como veo son muy parecidos.

Realmente nunca llegué a tener miedo, hasta que un verano en el pueblo de mi bisabuelo (Ávila, 200 habitantes como mucho) vi a uno pinchándose bajo la luz de una farola, ciertamente me superó la escena, pensaba que si había llegado hasta allí llegaría a cualquier sitio.

O las jeringuillas, ¿no recordáis ver jeringuillas usadas prácticamente en cualquier sitio? No digo que habría cientos de ellas, pero era común verlas.

Mi bloque de pisos daba a un campo de cañas atravesado por un riachuelo y de pequeño me jarte de ver jeringuillas de los yonkards en las orillas del mismo cuando me iba a coger palulu.Era habitual encontrártelas si te ponías de crio a zascandilear por el barrio.
 
[h=1]Quevedo, el agente secreto desconocido del saqueo de Venecia[/h]

Un día del mes de mayo del año 1618, ya al borde del alba, un dantesco y macabro escenario se iba revelando entre los atónitos ciudadanos de la Serenísima República de Venecia.



Venecia, que tradicionalmente no se implicaba directamente en aventuras militares pero que no dudaba en financiar cualquier enfrentamiento que favoreciera sus intereses, veía que de a poco declinaba su poder mercantil y en consecuencia se veía cada vez más constreñida a un papel secundario y a la muerte por asfixia. Pero todo cambió con el advenimiento de un nuevo Dogo, a la sazón máxima autoridad en aquella discreta y turbadora república mediterránea, instalada en un recóndito rincón del Adriático.


Un rifirrafe en la siempre explosiva zona transalpina entre dos linajes que pugnaban en una guerra de sucesión de carácter menor, enfrentaría a la España de Felipe III con la Republica de Venecia

Es probable que al ver desatado y sin correa a Miedo del Mundo –así se le calificaba al Duque de Osuna por aquellos pagos–, un fina finta de intoxicación preventiva alimentada por el contraespionaje véneto actuase de manera balsámica y profiláctica sobre el Grande de España que era, frenando sus alegres correrías mediterráneas en las que aterraba a las poblaciones costeras bajo protección de los venecianos. Esta huida hacia adelante, exagerando lo que era obvio por otra parte, parece ser que pretendía poner el acento en el escándalo y poner contra las cuerdas al rey de España, que gozoso seguía de cerca las trapacerías del Duque, que por otra parte no usaba la bandera española sino un pabellón de conveniencia para no comprometer al monarca.


Una guerra de sucesión de carácter menor



Amigos de la infancia Osuna y su fiel secretario Quevedo, eran una pareja de armas tomar. Ambos se admiraban mutuamente y desde la gobernanza del virreinato de Nápoles, se habían hecho inseparables. El Duque le había encomendado la difícil misión de alterar a los refinados venecianos para provocarlos y tener una coartada para intervenir y quedarse con el lucrativo negocio que estos ostentaban en el Mare Nostrum.
Un rifirrafe en la siempre explosiva zona transalpina entre dos linajes que pugnaban en una guerra de sucesión de carácter menor enfrentaría a la España de Felipe III con la Republica de Venecia. Los Gonzaga eran una de las partes y estaban prohijados por el mayor imperio conocido hasta entonces. No hay que olvidar que España era todavía propietaria de media Italia y de medio mundo.



En voz alta reprendía al Duque y, en cuanto desaparecía el ofendido diplomático, se “apretaban” unas ambrosias de vino dulce mientras se desternillaban

El nuevo Dogo veneciano, Giovanni Bembo, uno de los héroes de Lepanto, acababa de ascender tras una serie de durísimas votaciones al poder de la República adriática. Era éste un valiente descerebrado gobernado por los excesos de la testosterona. Ya había chocado con los primos austriacos de los Habsburgo y España hizo la vista gorda, pero este episodio era la gota que había colmado la paciencia del imperio del Oeste.
Por aquel entonces, el Duque de Osuna tenía una flota privada de naos y cocas artilladas trabajando a tiempo parcial ora en fletes ora en acciones de piratería sin disimulo alguno. En vista de que el negocio estaba un poco de capa caída, le susurró a Felipe III una acción expeditiva con patente de corso contra la soberbia Venecia que siempre estaba conspirando de oficio.


Felipe III, al escuchar indolentemente las quejas del embajador de Venecia sobre las acciones del aristócrata español y su flota corsaria en la zona de influencia de la Serenísima, se llevaba las manos a la cabeza con un mal indisimulado gozo. En voz alta reprendía al Duque y, en cuanto desaparecía el ofendido diplomático, se “apretaban” unas ambrosias de vino dulce mientras se desternillaban.


El CNI del XVII



Por supuesto, el Duque de Osuna no dejaba nada al azar. Como militar, era un primer espada; como comerciante, no tenía par. De su propio bolsillo había financiado una red de espías eficaz y variopinta a la vez que afamada y temida por sus expeditivos métodos. Además, tenía un secretario personal extraordinariamente competente cuyo nombre era reverenciado por los temores que infligía con su afilada pluma, que más bien parecía una destilería de verbo acerado. Este perillán ilustrado no era otro que Francisco de Quevedo, alto representante de las letras patrias y espadachín de oratoria contumaz, además de espía camaleónico.


Quevedo escapó a la matanza disfrazado de andrajoso mendigo maquillado ad hoc con algunas pústulas de lepra que finalmente se convirtieron en su salvoconducto para huir de la ciudad de los canales

Según los retorcidos y refinados venecianos, el duque de Bedmar, que era a la sazón embajador de España en la República, andaba zascandileando para propiciar un golpe de estado en la mismísima Venecia. La verdad es que no les faltaba razón. Osuna, Villafranca y otros colegas andaban a la greña colapsando las arterias vitales del comercio de los quejumbrosos habitantes transalpinos.


El dogo, que era de armas tomar y de frente corta, se llevó por delante a cerca de cuatrocientos mercenarios hugonotes que para mayor abundancia trabajaban o habían servido a las órdenes del Duque de Osuna procurando información puntual para subvertir la placida existencia de los agraviados locales. Lastrados o inflados por la descomposición, flotaban sin rumbo por los canales tras una noche de cuchillos largos. Francisco de Quevedo estaba metido en el ajo y, asistido de su proverbial suerte, escapó a la matanza disfrazado de andrajoso mendigo maquillado ad hoc con algunas pústulas de lepra que finalmente se convirtieron en su salvoconducto para huir de la ciudad de los canales. Un pieza Don Francisco.


El desplazamiento del eje económico desde el Mediterráneo hacia el Atlántico condenaría a la otrora poderosa República de Venecia a languidecer en una irremisible decadencia. El Gran Dogo Bembo pasó a mejor vida tras dejarse el resuello en la cama de una damisela, después de una noche exultante y de alegría inusitada tras la ingesta de incalificables brebajes y el agotamiento propio de quien ya no mantiene el pabellón alto.



Quevedo, un elemento.
 
[h=1]La limpieza de sangre[/h]



La limpieza de sangre alude a una de las cuestiones o aspectos más característicos de la sociedad y la mentalidad españolas del Antiguo Régimen. La limpieza de sangre fue un mecanismo de exclusión social en relación con los conversos, ya fueran de origen judío, ya musulmán. Los judeoconversos habían ido creciendo cuantitativamente desde la Baja Edad Media y, muy especialmente, desde el decreto de expulsión de los judíos en 1492, mientras que los moriscos habían aparecido con las conversiones de musulmanes con la toma del reino de Granada, aunque también fueron muy numerosos en Valencia. La integración de los conversos nunca fue fácil, precisamente por la cuestión por la limpieza de sangre. En los siglos XVI y XVII se produjo el fracaso de la integración de los que se habían convertido al cristianismo, es decir, una ruptura social entre los cristianos. Por un lado, estarían los denominados cristianos viejos, es decir, aquellos que sus antepasados habían sido cristianos y, por otro lado, los cristianos nuevos, es decir, los que se habían convertido y/o sus antepasados no habían sido cristianos. Los primeros tenían derechos y estaban en una posición superior sobre los segundos. En el ambiente social caló la idea de que los cristianos nuevos no eran buenos cristianos, que mantenían sus creencias anteriores y que no eran sinceros. Como su sangre estaría manchada, porque era judía o musulmana, no podían ser verdaderos cristianos. Al existir casos demostrados por la Inquisición de falsos cristianos se llegaba a la conclusión de que todos los conversos eran sospechosos. La limpieza de sangre y la honorabilidad del linaje se convirtieron en una obsesión de la sociedad hispana de los siglos XVI y XVII. La mentalidad popular terminó por considerar que la sangre y la leche materna transmitían las creencias, formas de vida y de ser, así como las actitudes de los antepasados, al menos hasta una cuarta generación, ya que, a partir de entonces ya no quedaría resto de sangre manchada. Hablaríamos, pues, de “sangre moral”, más que de racismo, aunque otros autores consideran que la limpieza de sangre tenía un carácter mixto, sociorreligioso pero, también racial.

La limpieza de sangre terminó por ser un mecanismo que controlaba el ascenso social y profesional, ya que suponía un requisito para ingresar en multitud de instituciones y corporaciones de todo tipo: Órdenes Militares, Inquisición, instituciones eclesiásticas, gremios, cofradías, centros educativos, puestos de la administración, etc.. Para establecer ese control se crearon los estatutos de limpieza de sangre y muchas instituciones o corporaciones los aplicaron. La Orden de Alcántara exigió la limpieza de sangre en 1483. Después, las Universidades de Salamanca y Valladolid hicieron lo propio en 1522, vetando la entrada en las mismas y la concesión de títulos universitarios a quienes no acreditasen la pureza de su sangre Pero los estatutos de limpieza de sangre no se generalizaron hasta que la influencia erasmista en los primeros decenios del reinado del emperador Carlos no desapareció. Distintos organismos los establecieron en las décadas de los cuarenta y cincuenta del siglo XVI. El cardenal Juan Martínez Silíceo promulgó un estatuto en el arzobispado de Toledo en el año 1547, marcando un ejemplo seguido en el resto de la Iglesia y otras instituciones en Castilla pero, también en Aragón.

Los estatutos tenían como objetivo impedir que ingresaran en la institución correspondiente descendientes de judíos, musulmanes o de condenados por la Inquisición. El aspirante debía demostrar su limpieza de sangre, pasando por diversas pruebas complejas, largas en el tiempo y caras, ya que había que hacer investigaciones de sus antepasados en sus respectivos lugares de origen y/o residencia. Ante los abusos que terminaron por darse en la tramitación de los estatutos de limpieza de sangre, la Junta de Reformación de 1623 dictó una serie de normas para acreditar la limpieza de sangre: no se debían tomar en consideración las pruebas verbales o los rumores, ya que podrían esconder otras motivaciones para perjudicar al interesado. Como garantía se ordenó que la certificación debía ser emitida por las Órdenes Militares, el Santo Oficio, el arzobispado de Toledo, los cuatro Colegios de Salamanca y los mayores de Valladolid y Alcalá de Henares.

Por otro lado, a pesar del éxito de los estatutos de limpieza de sangre y su enorme difusión, tuvieron destacados detractores entre algunos papas, eclesiásticos y tratadistas a lo largo del tiempo. Hubo siempre una intensa polémica en torno a los estatutos de limpieza de sangre porque un sector de la Iglesia y del pensamiento consideró que eran una verdadera obsesión y que iban contra los preceptos religiosos porque castigaba a quienes se convertían al catolicismo. En el siglo XVII se destacó el obispo Roco Camprofío en su crítica al concepto de “sangre moral” al considerar que era anticristiano.

Los estatutos de limpieza de sangre no fueron abolidos en el siglo XVIII aunque la filosofía ilustrada fuera claramente contraria a los estatutos de limpieza de sangre porque se basaban en la tradición y no en la razón y porque eran un obstáculo al desenvolvimiento del mérito personal. El odio hacia los judíos permaneció en el siglo XVIII a pesar de que, realmente, ya no había en España en aquella centuria y de los intentos de algunos pensadores en desmontar mitos y prejuicios. Los recelos siguieron rodeando a las familias de las que se sospechaba un origen judío o que tuviesen un antepasado penitenciado por la Inquisición. Algunos gobernantes abominaban de la persistencia de la obsesión por la limpieza de sangre, como Carvajal. Floridablanca, por su parte, propuso pedir un breve a Roma para terminar con los estatutos pero, en general no se emprendió ninguna política clara al respecto, al contrario de lo realizado para revalorizar las profesiones consideradas infamantes con la famosa Real Cédula sobre la honorabilidad de todos los oficios. Por un lado, parece como si no se quisiera luchar contra una opinión muy arraigada pero, también era verdad que el paso del tiempo había conseguido borrar muchos orígenes familiares y no abundaban casos en los que el pretendiente a un cargo o prebenda fuera desairado por sus antecedentes familiares. Curiosamente, no hubo muchos escrúpulos morales a la hora de aceptar en puestos de relieve a extranjeros de origen judío, como fue el caso del pintor Mengs, máxima autoridad artística durante mucho tiempo en la España de Carlos III, aunque si se averiguaba que un español tenía ese origen se exponía a no conseguir su objetivo o a perder su posición.

Al final, tendría que ser la revolución liberal quien aboliera los estatutos de limpieza de sangre porque entraban en clara colisión con el principio de igualdad ante la ley. Las Cortes de Cádiz eximieron a los pretendientes a ingresar en los colegios de mar y tierra de pasar las pruebas. Fernando VII reinstauró los estatutos de limpieza de sangre para ingresar en la Universidad, corporaciones, etc.. en el año 1824. Una real orden de enero de 1835 volvió a suprimir la prueba para el ingreso en la administración (ministerio de la Gobernación). Las Constituciones de 1837 y 1845 proclamaron que todos los españoles eran admisibles a los empleos y cargos públicos, según su mérito y capacidad. Además, la Constitución de 1869 especificaba que la admisión era independiente de la fe profesada. Por fin, una ley de 1865 suprimió con carácter general las informaciones de limpieza de sangre para ingresar en determinadas carreras del Estado y para contraer matrimonio.

Los interesados en profundizar en esta capital cuestión de la edad moderna española pueden consultar la obra clásica de A. Sicroff, Los estatutos de limpieza de sangre, Madrid, 1985.
 
Coño, claro vente. Los viernes juego en granada por si te pilla mas cerca
 
[h=1]¿En qué consistió la «Guerra de los Segadores»?[/h]

Dentro de la mitología nacionalista, el «Corpus de sangre» es relatado como una revolución heroica contra España, «cuando en realidad fue una sangrienta semana sin ley en la que muchos catalanes y castellanos perdieron la vida», explica el hispanista Henry Kamen en su último libro –«España y Cataluña: Historia de una pasión»–. «Los nobles y verdaderos catalanes, a quien tocaba por derecho de fidelidad y de sangre la defensa de la justicia, de la patria y de la honra del Rey, estaban cubiertos de miedo en sus casas sin atreverse a salir», escribe un catalán de la época.

A causa de la exigencia de mayor compromiso económico hacia la Monarquía Hispánica y, sobre todo, de su enemistad personal con el virrey, parte de la burguesía y la nobleza catalana auspició en 1640 una revuelta popular contra el ejército real que había acudido a esta región española a combatir a Francia. La población odiaban a la soldadesca de los tercios, muchos de ellos extranjeros, por las requisas de animales y los destrozos ocasionados a sus cosechas, así como por las afrentas derivadas del alojamiento forzoso en sus casas, pero no buscaba la separación de España, si acaso soñaban con una rebelión contra todos los amos. Asustados por la brutalidad de la revuelta, la oligarquía recurrió a una calamitosa alianza con la Francia del Cardenal Richelieu, que causó graves perjuicios económicos a los campesinos. Luis XIII inundó la administración de franceses y los mercados de productos de su país.


La Sublevación de Cataluña de 1640 tuvo su germen en la hoja de reformas con la que el Conde-Duque de Olivares buscaba repartir los esfuerzos y exigencias de mantener un sistema imperial entre los territorios que conformaban la Monarquía Hispánica. Hasta entonces Castilla había cargado de forma desproporcionada con los compromisos en Europa de la dinastía Habsburgo. Sin embargo, una profunda crisis demográfica azotaba las tierras castellanas, que, como ha descrito el hispanista Joseph Pérez, «se hallaban exhaustas, arruinadas, agobiadas después de un siglo de guerras casi continuas. Su población había mermado en proporción alarmante; su economía se venía abajo; las flotas de Indias que llevaban la plata a España llegaban muchas veces tarde, cuando llegaban, y las remesas tampoco eran las de antes».


[h=3]La Unión de Armas: todos los «Reinos, Estados y Señoríos» contribuirían en hombres para su defensa[/h]

Las reformas no pudieron ser recibidas en Cataluña con más hostilidad. El Conde-Duque de Olivares presentó oficialmente en 1626 lo que vino a llamarse la Unión de Armas, según la cual todos los «Reinos, Estados y Señoríos» de la Monarquía Hispánica contribuirían en hombres y en dinero a su defensa, en proporción a su población y a su riqueza. Si bien a la Corona de Castilla, que suponía cerca del 70% de la población de la Península Ibérica, le tocaba aportar 44.000 soldados, al Principado de Cataluña y otras regiones de poca población debían aportar 16.000 soldados.
No en vano, la poca implicación catalana en asuntos militares venía de lejos. En 1542, el III duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, tuvo que supervisar los preparativos en Cataluña para una posible invasión francesa. Ante la poca moral y el pobre estusiasmo mostrado por los soldados catalanes, el duque recomendó el envío de tropas de otros lugares de España. «He echado un vistazo aquí a algunos de los soldados reclutados, y estoy tan insatisfecho con ellos que casi no me atrevo a comentárselo a Su Majestad. Le ruego que ordene con la mayor urgencia se sirvan hombres procedentes de Castilla y de otras regiones donde se recluten», reclamó el general castellano a Felipe II.



Es por esta razón que la oligarquía catalana vio en el proyecto de Olivares una nueva amenaza a lo que el nacionalismo moderno ha llamado «las libertades históricas», aunque realmente eran una serie de privilegios administrativos de origen medieval. Cabe recordar que los fueros prohibían expresamente servir en el ejército fuera del Principado.


[h=4]Las Cortes catalanas contra Felipe IV[/h]
Bajo este clima de hostilidad, el 26 de marzo de 1626 Felipe IV visitó Barcelona para jurar las Constituciones catalanas y conseguir apoyos a la Unión de Armas. Poco después se inauguraron las Cortes catalanas que llevaban sin celebrarse desde 1599. Como las sesiones se alargaban y solo se trataban las quejas acumuladas durante los 27 años sin Cortes, el Rey Felipe IV abandonó precipitadamente Barcelona el 4 de mayo de 1626, frustrado por no haber podido abordar la Unión de Armas. Y no era el único asunto pendiente con la nobleza catalanas. La actuación de los últimos virreyes –representantes del Rey en esta región– en asuntos como la lucha contra el bandolerismo y el cobro de impuestos habían levantado muchas atipatías hacia Castilla.



La llegada de Felipe IV al trono fue cantada por la propaganda castellana como el regreso a los tiempos gloriosos de Carlos I y Felipe II. Pero lo único que hizo el nuevo Monarca fue infectar más las heridas del Imperio Español e involucrarse en todavía más frentes. Ya inmersa en la Guerra de los Treinta años desde el reinado de Felipe III, la Monarquía Hispánica abrió otra guerra en 1635 con la Francia del Cardenal Richelieu. El conflicto se trasladó rápidamente a las puertas de Cataluña, lo que fue aprovechado por el Conde-Duque de Olivares para exigir urgentemente tropas a la Generalitat.



[h=3]La negativa catalana a acudir a levantar el sitio de Fuenterrabía enfureció a la corte[/h]


Para llevar a efecto sus planes, el valido nombró como nuevo virrey de Cataluña en 1638 al conde de Santa Coloma, un hombre de su plena confianza pero enemistado por razones personales con la nobleza y la burguesía local. La negativa ese mismo año de la Diputación de la Generalitat a que tropas catalanas acudieran a levantar el sitio de Fuenterrabía (Guipúzcoa), a donde sí habían acudido tropas desde Castilla, Aragón y Valencia, deterioró más la relación con la corte madrileña, que ordenó al virrey elevar su dureza. Así a lo largo de 1640 el virrey Santa Coloma, siguiendo las instrucciones de Olivares, adoptó medidas cada vez más drásticas contra los pueblos donde las tropas no eran bien recibidas.


Mientras tanto, la población –ajena a las disputas entre nobles y reyes– asistió cada vez más molesta a las exigencias del ejército de 40.000 hombres que se alojaba en Cataluña para combatir a Francia. Y como suele ocurrir en estos casos, un aislado episodio de tensión entre la población y la milicia precipitó una rebelión generalizada. En varios pueblos de Gerona, no en vano, la lucha armada contra los ejércitos reales ya era un hecho. El 7 de junio de 1640, en el conocido como día del «Corpus de Sangre», un pequeño incidente en la calle Ample de Barcelona causado por un grupo de segadores, entre los que había rebeldes disfrazados procedentes de Gerona, encendió la sublevación en toda Cataluña.


Con las tropas españolas dispersas en distintos frentes, los pocos efectivos que estaban en Barcelona no pudieron frenar la revuelta popular, que tampoco obedecía ya a la élite local. El virrey de Cataluña Dalmau de Queralt, conde de Santa Coloma, fue asesinado en una playa barcelonesa cuando intentaba huir de la ciudad. En los siguientes días, la sublevación derivó en una revuelta de empobrecidos campesinos contra la nobleza y ricos de las ciudades que también fueron atacados. «Sin razón ni ocasión los catalanes se han sublevado en una rebelión tan absoluta como la de Flandes», lamentó Olivares.
[h=4]Francia: por el interés te quiero Andrés[/h] Cuando la oligarquía catalana fue capaz de recuperar parcialmente el control de la región, decidieron pedir ayuda al máximo enemigo de la Monarquía Hispánica: el Reino de Francia. El Cardenal Richelieu no desperdició una oportunidad tan buena para debilitar a la Corona Española y apoyó militarmente a los sublevados. Aún así, al principio la alianza con Francia no dio los frutos deseados y el avance del ejército de Felipe IV despertó otra revuelta popular –en este caso, en apoyo a la Corona Hispánica–.


En vez de dar marcha atrás, los gobernantes rebeldes ampliaron la alianza con Francia: Cataluña se constituyó en república independiente bajo la protección del país vecino. Pero el Rey de Francia Luis XIII no se conformó con este acuerdo y antes de terminar ese mismo año, 1641, se proclamó nuevo conde de Barcelona, rememorando el antiguo vasallaje de los condados catalanes con el Imperio Carolingio. El Rey francés nombró un virrey francés y en poco tiempo llenó la administración catalana de conocidos pro-franceses. La población de Cataluña y muchos nobles empezaron a percibir que estaba peor que antes de la sublevación contra España. El pulso al Conde-duque de Olivares había desembocado en una guerra cuyos gastos militares estaban financiando ellos, justo la causa por la que iniciaron la revuelta. A esto había que sumar la agresiva introducción de productos franceses en los mercados locales.
[h=3]La población no tardó en darse cuenta de que estaban peor que antes de la sublevación[/h]

Durante doce años, la región de Cataluña permaneció bajo control francés hasta que el final de la Guerra de los Treinta años y el enfriamiento del choque hispano-francés permitió a Felipe IV recuperar el territorio perdido. Conocedor del descontento de la población catalana con la ocupación francesa y aprovechando las débiles defensas tras una virulenta peste, un ejército dirigido por Juan José de Austria rindió Barcelona en 1651. Los catalanes aceptaron de buena gana las condiciones del hijo bastardo de Felipe IV.


La huida hacia delante y sin destino de la oligarquía catalana había sido aprovechada por Francia para dañar al Imperio español, sin la menor consideración por Cataluña. Desde el principio, Luis XIII dejó claro que respetaba los fueros catalanes menos que los castellanos y solo veía en Cataluña una buena colonia donde colocar sus productos. Pere Moliner, uno de los catalanes que permaneció fiel a Felipe IV, resume nítidamente el conflicto en su frase: «Fueron cuatro ambiciosos de mejor fortuna, remoleando la provincia del tranquilo mundo de la paz al procelosos golfo de su naufragio».


Como recordatorio histórico de su error, Cataluña –y por tanto España– nunca recuperaron las tierras del Rosellón que habían sido tomadas por las tropas francesas en el contexto de la guerra.
 
[h=1]La tierra que se quedó sin castillos[/h]

Si nos retrotraemos 500 años en la historia y visitamos Navarra, veríamos una región plagada de castillos, torres y almenas. Algunos escritos dicen que contaba con más de 100 fortificaciones de este tipo. Aunque es fácil que se contabilicen también los de territorios aledaños que hoy ya no pertenecen a la Comunidad foral.


Si avanzáramos 10 años más, nos encontraríamos con una región completamente lisa arquitectónicamente. A día de hoy, en lo que era una de las regiones más fortificadas, sólo podríamos visitar tres castillos como tal, Olite, Javier y Marcilla, los dos primeros reconstruidos posteriormente. A esto podríamos añadir algunos palacios fortificados, recintos amurallados y poco más que se encuentran englobados en la ruta de los castillos, que cuenta con 19 de estas construcciones.


¿Dónde se quedaron los castillos navarros? En muchos casos bajo tierra. En otros, como sucedió con el castillo de Javier, en forma de escombros para rellenar los fosos. Y en la mayoría de los casos, las piedras se trasladaron a otros lugares para nuevas construcciones.
[h=4]Orden de Cisneros[/h] El principal culpable de este sacrilegio cultural no fue otro que el Cardenal Cisneros. En la anexión de Navarra por parte de Castilla en 1512 ya ordenó destruir algunos castillos, a pesar de que todavía vivía el rey Fernando el Católico. Pero fue a la muerte de Fernando, cuando ejerció su primera regencia sobre Castilla cuando tomó la decisión definitiva.


Hubo en Navarra un levantamiento para tratar de lograr la independencia. El coronel del ejército castellano, Cristóbal de Villalba, escribió al regente informándole del levantamiento y Cisneros fue tajante. Ordenó derribar todos los castillos, recintos amurallados, iglesias almenadas y torres. Con esta órden, según el mismo Cardenal, «el reyno puede estar más sojuzgado y más sujeto, y ninguno en aquel reyno tendrá atrevimiento ni osadía para se revelar».


No obstante, no llegaron a destruirse todos. Se mantuvieron unos pocos, los más estratégicos, para poder defender Navarra en caso de un intento de invasión francesa, y los castillos de sus aliados beamonteses.


El propio coronel Villalba se mostró orgulloso de la destrucción ordenada por Cisneros. «Navarra está tan baxa de fantasía después que vuestra señoría reverendísima mandó derrocar los muros, que no ay ombre que alçe la cabeza».
A modo de anécdota, hay que decir que el castillo de Marcilla fue el único que Cisneros no pudo derruir por la ferviente defensa que realizó su dueña, la marquesa Ana de Velasco.


Y fue en 1521 cuando se consumó la demolición de los pocos castillos que quedaban en pie en Navarra a pesar de que Cisneros ya había fallecido. Tras un nuevo intento del rey de la Navarra francesa de conquistar la parte castellana. Tan sólo quedó en pie el castillo de Maya, que resistió hasta 1522 y el de Fuenterrabía, localidad guipuzcoana que entonces era la salida navarra al mar y que cayó en 1524.


Y Navarra se quedó sin castillos (salvo el de Marcilla).
 
[h=2]Éranse unas traiciones a un juramento[/h]



La mitología catalanista sobre la Guerra de Sucesión olvida que las Cortes catalanas de 1701 juraron por rey de España a Felipe V, de quien obtuvieron nuevos privilegios, y que el primer desembarco de los aliados del archiduque Carlos fue un fracaso.

La designación por Carlos II del duque de Anjou como su sucesor (sin intervención de las Cortes de los reinos de España), que ocurrió en el día de Todos los Santos de 1700, y la proclamación de éste como rey se produjeron en absoluta paz. Fueron los acontecimientos posteriores los que condujeron al estallido de la Guerra de Sucesión, que comenzó en el verano de 1701 en Italia.

El Duque de Anjou, que fue presentado en Versalles por su abuelo, Luis XIV de Francia, como Felipe V de España, entró en su nueva patria por Irún en enero de 1701 y en Madrid el 18 de febrero. En mayo le juraron las Cortes de Castilla en el Monasterio de los Jerónimos.

Entre los asuntos de los que tenía que ocuparse estaban su matrimonio y el halago a los catalanes, muy hostiles a los franceses debido a dos invasiones en el siglo XVII, en la guerra hispano-francesa de 1635-1659 y en la guerra de los Nueve Años (1688-1697). La princesa escogida fue María Luisa Gabriela de Saboya, de poco más de doce años de edad, cuando su marido tenía diecisiete. Se decidió que la niña llegase a España por el puerto de Barcelona, y allí se encaminó la corte, que salió de Madrid en septiembre.

Nuevos privilegios para los catalanes

El historiador catalán Pedro Voltes escribe en su biografía de Felipe V que en las poblaciones catalanas que atravesaba el Rey recibía continuos agasajos, “más copiosos que en otros reinos, porque las poblaciones eran más numerosas y ricas”.

Al poco de llegar se abrieron Cortes, que se prolongaron hasta el 14 de enero de 1702. Felipe V juró las Constituciones catalanas en el salón del Tinell el 14 de octubre de 1701, con lo que, según las leyes y costumbres, los catalanes le aceptaban como su soberano.

En esas Cortes, Felipe V concedió nuevos privilegios, que provenían de la voluntad real y del positivismo jurídico, no de la tradición inmemorial. Por ejemplo, se estableció un Tribunal de Contrafacciones, en el que se enjuiciarían las decisiones reales antes de aplicarlas en Cataluña.

El marqués de San Felipe, cronista del reinado del primer Borbón, escribió: Por tantas gracias y mercedes que se concedieron se ensoberbeció el aleve genio de los catalanes. Y el ministro Melchor de Macanaz añadió: Lograron los catalanes cuanto deseaban, pues ni a ellos les quedó que pedir ni al rey cosa especial que darles, y así vinieron a quedarse más independientes del Rey que el Parlamento de Inglaterra. En abril de 1702 Felipe V embarcó sin su esposa en dirección a Nápoles, para negociar con el papa Clemente XI el apoyo a su causa y atraerse a la aristocracia napolitana.

Las causas de la Guerra de Sucesión –para muchos historiadores y militares la primera guerra mundial de la historia– son muy variadas, y por supuesto en Cataluña no se reducen a la defensa de un sentimiento nacional independentista. En Cataluña había francofobia generada en el siglo XVII, miedo a la penetración del mercado textil francés en España –en su perjuicio–, deseo de impedir que la corte de Madrid participase en el gobierno de la región, lealtad a las leyes tradicionales y preocupación ante los cambios que introduciría el nuevo monarca.


El primer bombardeo de Barcelona, hecho por ingleses


El archiduque Carlos contó en su favor con el último virrey de Cataluña nombrado por Carlos II, Jorge de Hessen-Darmstadt, que había llegado en 1695 a la región, al frente de tropas imperiales, para combatir a los franceses; con la labor de agentes ingleses y holandeses que agitaban los pueblos con rumores y con la torpeza del virrey borbónico Francisco de Velasco, que ya había ocupado ese puesto bajo Carlos II por poco más de un año.

Pese a lo anterior, un primer intento de desembarco de tropas anglo-holandesas en Barcelona, en mayo de 1704, fracasa porque ningún catalán se unió a los invasores. En esas fechas se realizó el primer bombardeo de Barcelona en la guerra. En su regreso a Lisboa, esa flota atacó y capturó el castillo de Gibraltar.

Al año siguiente, en agosto de 1705, se intentó un nuevo desembarco, con la novedad de la presencia del archiduque Carlos; esta vez se tuvo éxito. En septiembre comenzaron los bombardeos y las batallas. Hessen-Darmstadt murió en un asalto al fuerte de Montjuich, y el 9 de octubre el virrey Velasco rindió la plaza de Barcelona con la autorización de la Generalidad y el Ayuntamiento.

Dos juramentos distintos en tres años


Con el pretendiente en Barcelona, rodeado de bayonetas, cañones y velas inglesas, las elites catalanas pasaron de declararse felipistas a ser austracistas.

El archiduque Carlos celebró Cortes entre el 5 de diciembre de 1705 y el 31 de marzo de 1706, y en ellas aceptó los límites al poder real impuestos por los anteriores procuradores a Felipe V: revalidó el Tribunal de Contrafacciones y aceptó que Cerdeña, Sicilia y Nápoles, que en 1556 la Corona había separado del reino de Aragón para formar el Consejo de Italia, regresasen a la jurisdicción de aquél. A cambio, las Cortes le juraron como rey de España. Un juramento que sucedía a otro emitido en 1702, pero sin tropas de ocupación.

Durante el sitio de Barcelona por el ejército borbónico en 1706, otras Cortes invalidaron los acuerdos de las primeras del siglo XVIII. Cabe comprender la reacción de Felipe V cuando concluyó la guerra, y los ingleses y el archiduque Carlos se desentendieron de los catalanes austracistas.

Otro de los aspectos ocultados por el catalanismo es que numerosos catalanes fueron leales a Felipe V, y no sólo personas individuales, sino ciudades enteras. Javier Barraycoa, autor de Historias ocultadas del nacionalismo catalán, explica que Cervera fue felipista y sus rivales, Anglesola, Guisona y Agramunt, fueron austracistas hasta el punto de conspirar para que Carlos III no le concediera el título de ciudad. Fraga fue felipista contra Lérida y Monzón. Berga y Mora del Ebro, rivales en casi todo, lo fueron también en la guerra: la primera se proclamó a favor de Felipe V y la segunda del archiduque. Como pasó en el resto de España: una guerra civil por la persona del soberano.
 
ose Llulla nació en 1815 en la isla de Menorca, concretamente en Mahon, siempre le atrajo el mar y desde muy temprana edad se dio cuenta que la isla se le quedaba pequeña, por lo que quería conocer otros lugares, viajó en barco hasta aguas heladas del polo norte, trabajo en barcos esclavistas y con 20 años terminó instalandose en Nueva Orleans. Tenía un don innato para las armas, especialmente para la navaja y el cuchillo y era tremendamente habil con los puños, por lo que pronto fue contratado como portero en un garito de Nueva Orleans.


Nueva Orleans de aquella epoca era un avispero, marineros borrachos, criollos, negreros, navajazos y disparos por la espalda estaban la orden del dia, en una ciudad que nunca dormia, llena de alcohol, putas y gente con dinero que gasta el cocktail era explosivo, ademas en aquella epoca , el honor estaba a flor de piel, ante cualquier mal gesto u ofensa se exigia satisfaccion en duelo.En un lugar lleno de orgullosos españoles y franceses, las lizas estaban a la orden del dia.Demasiada testosterona.


Los duelos eran algo normal, aceptado por todos , tolerado por las autoridades como una forma legal de arreglar las diferencias y seguido por los periodicos, como hoy puede seguirse el futbol.Se calcula que entre 1830 y 1840 , SOLO en Nueva Orleans habia un duelo al dia como minimo, contabilizandose en los diarios hasta 10 duelos en un mismo dia, imaginaos el negociazo que tenia el de la funeraria. Como los duelos estaban de moda y habia muchos franceses en la ciudad, las salas de armas estaban por todas partes en la calle Exchange habia 50 salas de esgrima y estaban abiertas dia y noche , llenas de practicantes.Como veis la ciudad era cojonuda para pasar unas vacaciones con la familia.

Pepe Llulla empezo a entrenar en la sala del gran maestro L´Alouette , que era como si fueras jugador de golf y te entrenase Tiger Wood , desde el primer dia el maestro quedo alucinado por la capacidad con las armas de Llulla, quien destacaba muchisimo sobre el resto , con florete , sable, cuchillo y lo que se le pusiese por delante.Con los puños era imbatible y con las armas de fuego, cortas o largas no tenia topes.Su demostraciones de saber hacer le llevaban a disparar desde una distancia de 30 pasos sobre un huevo apoyado en la cabeza de su hijo , y mucho amigos cogian un dolar de plata con los dedos para que les disparase o que les quitase la pipa de la boca. Jose Llulla era atipico en todos los aspectos , era un hombre callado, tranquilo, generoso, nada bravucon, hablaba bajito y tenia pocos amigos pero buenos.

Termino quedandose con el bar donde empezo a trabajar como portero y nunca jamas bebido alcohol.Era delgado, de mejillas marcadas y vestia elegante pero discreto, lo cual era una rareza en la rinbombante Nueva Orleans.Llulla no empezaba las peleas , pero las acababa todas. En aquella epoca el cuchillo tipo Bowie estaba de moda y el maestro L´Alouette queria hacer una exhibicion publica con Jose, supongo que para hacer propaganda . El caso es que en el fragor del combate, el maestro (con cuchillos de madera) empezo a lanzar fuertes golpes a Llulla, con un poquito de mala baba, Jose los esquivo o paro todos y devolvio el ataque, el maestro termino incosciente en el suelo con dos costillas rotas.Despues de eso, su amistad continuo, pero cedio el puesto en la escuela de esgrima a Llulla.


Ademas, nuestro protagonista era un excelente hombre de negocios, siendo un rey midas.Compro tierras, tenia negocios inmobiliarios, un aserradero, bares, granjas, barcos y se compro la isla de Grand Terre.Para terminar,la mas importante de sus adquisiciones fue el cementerio de Saint Vicent de Paul, en la calle Louisa.


La fama de Llulla como duelista era tal, que todos acudian a verle luchar , aunque realmente no luchaba tanto como se decia, ya que eran muy pocos los que se atrevian a retarle, y aquellos que lo hacian en una borrachera, siempre encontraban una excusa para no presentarse o declinar su derecho a pedir satisfaccion. Muchos querian a Jose como padrino en los duelos, estuvo como segundo en mas de 100, mayoritariamente con amigos o alumnos de sus escuela.

Hay una anecdota en la que un alumno suyo iba a batirse con otra persona, su contrincante, a ultima hora conto una gilipollez diciendo que no podia luchar,que en su lugar lo haria su segundo, un reconocido maestro de esgrima aleman.Estaba claro de que el rival era cobarde, pero no gilipollas y quiso asegurarse que borraban del mapa a su enemigo.En ese momento Llulla dio un paso adelante y dijo, "Bien aceptamos a vos en representacion de vuestro primero, pero ya que vais a lugar como segundo, conmigo peleareis".
Al aleman no le dio tiempo ni de cambiar la cara , porque diez segundos despues estaba en el suelo con los pulmones encharcados en sangre. En 1840 hubo un campeonato de esgrima en la ciudad, Llulla se presento pero no le dejaron competir alegando que no tenia los papeles en regla (ya en aquella epoca habia mamoneos de federaciones tambien), asi que mando llamar al franchute que manejaba el cotarro y con su espada lo dejo sin chaqueta ni camisa...luego se disculpo por haberlo hecho sin tener los papeles en regla Llulla era ademas famoso por su forma de pelear, jamas insultaba y lo hacia todo de un modo casi impersonal, aseptico.


Para el era un orgullo acabar cuanto antes y con la mayor economia de movimientos, por lo que era como Mike Tyson y sus combates duraban un pestañeo. Se gano el agradecimiento de mucha gente cuyo honor defendio, jamas acepto un dolar a cambio (ni falta que le hacia , era multimillonario para la epoca) aunque si aceptó de buena gana las armas que le regalaban, teniendo un autentico arsenal en casa , digno de un museo.
Don Jose Llulla era un ferviente patriota y siempre se sintio Español, defendiendo los intereses de su pais.En 1853 la ciudad esta en ebullicion debido a los insurgentes cubanos que se rebelaban ante la soberania española, quemando propiedades y haciendas españolas, un periodico español y llenando la ciudad de carteles en contra de la corona.Llulla se tomo esto personalmente y tuvo que salvar de ser linchado al consul español con una espada en cada mano y dos pistolas al cinto ,se llevo por delante a unos cuantos mientras andaba junto al consul hasta que pudieron refugiarse en su casa.


Despues de esto Llulla recibia muchas amenazas veladas, auqneu nadie tenia ganas de morir , asi que no se las decian a la cara.Jose puso carteles en la ciudad retando a todos los cubanos a duelo para defender la bandera.Un dia estaba en su bar, siempre atento con las pistolas listas cada vez que alguien entraba por la puerta, una noche un mejicano le embosco a la salida usando un gran cuchillo.Llulla que tenia reflejos felinos y mucha practica, le arrebato el cuchillo al mejicano y le dio una monumental paliza solo con los puños, matando a su atacante.

En otra ocasion 7 marineros entraron en el bar con la intencion de ajustarle las cuentas en referencia a otro marinero que habia matado en una pelea anterior , Jose cogio una barra de hierro y dejo en coma a 5 de ellos, los otros dos huyeron con el rabo entre las piernas.Al dia siguiente, como muchas otras veces su valentia fue reflejada en los periodicos. En 1869 enviaron a dos asesinos desde cuba, ambos hombres temibles segun decia.Se emboscaron en el cementerio aprovechando que se estaba enterrando a un ex militar que Llulla habia matado esta tarde en duelo , los asesinos fueron sorprendidos por nuestro hombre, perseguidos por el cementerio y tiroteados, no hace falta decir que aquella misma noche los dos rebeldes fueron acomodados en pijamas de pino.

A los oidos de Llulla llego cierto alboroto en la puerta de su casa,se asomo por la ventana y vio a un centenar de detractores con antorchas y rifles que venian a matarle.Llulla, con su tranqulidad de siempre, cogio su escopeta de cartuchos, salio en bata y zapatillas a la puerta de su casa, apunto a la multitud y metio dos cartuchazos a la gentuza matando a dos de ellos, cerro la puerta y todo el mundo se disperso en silencio sin decir ni mú.Ni que decir tiene que desde entonces a su casa no se acercó ni el cartero. Como los cubanos se la tenian jurada, estaban fritos por matarle y recurieron a un ex militar austriaco que habia estado a las ordenes de Maximiliano y lucho en la guerra de Mejico.

Era un hombre muy capaz con las armas y cruel.Formalizaron un duelo a pistola, ambos duelistas se separarian una distancia de 30 pasos, se volverian y dispararian.Ambos comenzaron a andar , pero el austriaco, antes de llegar al final, se volvio y todavia con Llulla de espaldas disparo...y fallo.Llulla se dio la vuelta, lo miro y le atraveso el pecho de un disparo matandolo en el acto.

Era tal su maestria que incluso en otros duelos decia incluso el hojal de la camisa donde acertaria con la punta de la espada. Fueron muchos los favores que recibio de España, cartas y misivas con el sello real, siendole concedida la medalla de Oro de la orden de Carlos III y otros muchos importantes galardones. Su posesion mas preciada era un cuadro con su retrato entre laureles donde se leia la leyenda " A DON JOSE LLULLA, POR SU DETERMINACION EN LA DEFENSA DEL HONOR NACIONAL EN CONTRA DE LOS TRAIDORES DE NUEVA ORLEANS" , si te acercabas veias que no era pintado, sino un bordado hecho con los cabellos con las mujeres españolas residentes en Cuba.

--Don Jose murio en 1888 y su deceso fue seguido por miles de admiradores , la ciudad estuvo de luto y tuvo gran eco tanto en USA como en España.

--Murio de muerte natural en la tranquilidad de su isla , dejando a una hija y un hijo atras. --Nunca jamas fue herido en combate.

--Nadie sabe con certeza a cuantos mató, ya que el jamas respondia a eso cuando le preguntaban...pero el cementerio esta lleno.

--A dia de hoy, nadie se acuerda de este incomparable hombre en este pais por el que el se jugo el tipo.
 
Servidor postea a modo de marcapágina, celebrando la nueva del regreso del gran Paleto foril, y sus historias.

l<arma y te meto en el reto.
 
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