Aunque parezca que no tiene mucho que ver, me ha venido a la cabeza una historia real que viví no hace mucho tiempo, que yo le veo cierta interconexión. Para que no se diga, la voy a contar de dos modos distintos, para que escoja cada uno el que prefiera, por ello estamos en un lugar público...
A) Versión "estremecedora"
"Qué belleza teñía la construcción en la que tenía la inmensa fortuna de disfrutar mis labores a diario. La alegría me inundaba al poner el primer pie en el solar aún virgen de desbrozado, y hoy día añoro especialmente el carisma de algunos de sus humildes labriegos, a su modo, bellos también.
De éste, no se podría decir que era hermoso en su físico, pero sí lo era en lo más profundo de su corazón. Me sobrecoge la emoción al rememorar su dentado, sin duda escaso por efecto de alguna miseria pasajera que con coraje y valor supo vencer en su día como el valiente hombrecillo que sin duda era.
El aroma a puro cigarro habano envolvía la fragancia de cuantos le rodeaban, su peculiar figura se completaba con la gracia de un buen hombre emperrado en abrigar su cabeza indiferentemente del tiempo reinante... mostraba sus bonitas medias, de las que siempre se enorgullecía, como si fuese lo más preciado que había en su vida, y hubiese de presumir inocentemente de tan humildes valores...
Cierta mañana, noté apenado su ausencia, al persistir ésta en el tiempo, no pude por más de preguntar al respecto de mi estimado amigo... la explicación que me dieron fue vaga, deshonesta, y yo jamás la creí... prefiero recordarle como el amigo que se fue y no volvió... pero su bondad perdurará en mi memoria por siempre..."
B) Versión REAL, carallo:
"En la obra en la que trabajaba, había un peón a jornada completa que el cabronazo era feo como el hijo del Demoño.
De unos 50 años, gafas de cuarentayocho dioptrías oscurecidas, cuatro dientes mal contaos, no había momento del día en el que no llevase un farias maloliente encajao en los huecos entre diente y encía, apestando a truño ahumado en tres pueblos a la redonda.
Insistía en llevar un gorro de lana tapándole la calva hasta las orejas, y eso que estábamos en pleno mes de Julio; y llevaba siempre los calcetos de rombos escoceses, comprados a milquinientas la media docena en el PRYCA, por encima de los bajos del pantalón...
"para que no me se entren los ratoncillos de campo y me se suban por las calandracas"
...decía. Y eso, en pleno centro de Madrít, donde hay tanto campo como en el estadio de fúmbol del Sáhara Balompié.
Un día el vejete dejó de venir, cosa que me extrañó, pues en estar a su hora para no quedarse sin cobrar un euro, era ganador de la Liga de Cam-peones, la Cham-peons League. Esa misma tarde, el jefe me lo explicó:
-"A este hijoputilla le pillaron en plena caseta de vestuarios de otra obra en Sanchinarro haciéndose una manuela, y le mandaron a tomar por el culo por dedicarse a hacer el marrano en pleno centro de trabajo".
Qué cabroncete, el Desiderio, ¡je...!"
Ni qué decir tiene, señorita Snow, que de mil amores le dedico especialmente la primera versión...
...yo, que me considero ante todo un fan del neo-realismo hispánico, me acojo a la segunda puesto que encaja más con mi percepción de las cosas, ojo, no por ello exenta de belleza ni buenos sentimientos.
Saludiños e máis cousas...