hikaru
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Conste que no soy un fan de Barrico, aún así
Barrico – Tierras de Cristal
Mierda. Mierda, mierda, mierda, mierda. Estáis todos en un lago de mierda. Se os pudre el culo en un océano de mierda. Se os pudre el alma. Los pensamientos. Todo. Una asquerosidad grandiosa, de verdad, una obra maestra de la repugnancia. Un espectáculo. Malditos bellacos.
Yo no os había hecho nada. Yo no quería más que vivir. Pero no se puede, ¿verdad? Hay que morir, hay que estar en fila pudriéndose, uno detrás de otro, ahí, dándonos asco, con gran dignidad. Reventad, cabrones. Reventad. Reventad. Reventad. Yo os veré reventar, uno tras otro, eso es lo único que quiero, veros morir y escupir en la mierda que sois. Dondequiera que os hayáis escondido que os devore el más horrendo de los males y que muráis gritando de dolor sin que ni a un perro le importe lo más mínimo, solos como animales, como los animales que habéis sido, animales infames y obscenos.
Dondequiera que estés, padre mío, tú y el horror de tus palabras, tú y el escándalo de tu felicidad, tú y el disgusto de tu vileza… que revientes de noche con el miedo aferrándote a la garganta, y un dolor infernal en tu interior, y el hedor del espanto sobre ti. Y que contigo reviente tu mujer, vomitando blasfemias que le hagan ganar un paraíso infinito de tormentos. La eternidad no le bastará para pagar todas sus culpas. Que reviente todo aquello que habéis tocado, las cosas que habéis visto y todas y cada una de las palabras que habéis dicho. Que se marchiten los prados en los que habéis posado vuestros abyectos pies, y estallen como vejigas putrefactas las personas que habéis ensuciado con el hedor de vuestras sonrisas.
Eso es lo que quiero. Veros reventar, a vosotros que me habéis dado la vida. Y junto a vosotros, a todos aquellos que después me la han quitado, gota a gota, ocultos por todas partes, espiando no otra cosa que mis deseos.
Yo soy Hector Horeau y os odio. Odio los sueños que dormís, odio el orgullo con el que acunáis la escualidez de vuestros niños, odio lo que tocan vuestras manos podridas, odio cuando os vestís para las feistas, odio el dinero que lleváis en los bolsillos, odio la blasfemia atroz de cuando os permitís llorar, odio vuestros ojos, odio la obscenidad de vuestro corazón, odio los pianos que como ataúdes pueblan el cementerio de vuestros salones, odio vuestros amores asquerosamente justos, odio todo lo que me habéis enseñado, odio la miseria de vuestros sueños, odio el ruido de vuestros zapatos nuevos, odio todas y cada una de las palabras que habéis escrito, odio cualquier momento en el que me hayáis escrito, odio todos los instantes en que habéis tenido razón, odio las vírgenes que cuelgan sobre vuestras camas, odio el recuerdo de cuando hice el amor con vosotros, odio vuestros secretos de nada, odio todos vuestros días más hermosos, odio todo lo que me habéis robado, odio los trenes que no os han llevado lejos, odio los libros que habéis enfangado con vuestras miradas, odio lo asqueroso de vuestras caras, odio el sonido de vuestros nombres, odio cuanto abrazáis, odio cuando aplaudís, odio lo que os conmueve, odio todas y cada una de las palabras que me habéis arrancado, odio la miseria de lo que veis cuando miráis a lo lejos, odio la muerte que habéis sembrado, odio todos los silencios que habéis desgarrado, odio vuestro perfume, odio cuando os comprendéis, odio cualquier tierra que os haya acogido, y odio el tiempo que ha pasado sobre vosotros.
Todos los minutos de ese tiempo han sido blasfemias. Yo desprecio vuestro destino. Y ahora que me habéis robado el mío, lo único que me importa es saber que reventaréis. El dolor que os destrozará seré yo, la angustia que os consumirá seré yo, el hedor de vuestros cadáveres seré yo, los gusanos que engordarán con vuestros despojos seré yo, y cada vez que alguien os olvide, allí estaré yo.
Yo sólo quería vivir
Cabrones.
Barrico – Tierras de Cristal
Mierda. Mierda, mierda, mierda, mierda. Estáis todos en un lago de mierda. Se os pudre el culo en un océano de mierda. Se os pudre el alma. Los pensamientos. Todo. Una asquerosidad grandiosa, de verdad, una obra maestra de la repugnancia. Un espectáculo. Malditos bellacos.
Yo no os había hecho nada. Yo no quería más que vivir. Pero no se puede, ¿verdad? Hay que morir, hay que estar en fila pudriéndose, uno detrás de otro, ahí, dándonos asco, con gran dignidad. Reventad, cabrones. Reventad. Reventad. Reventad. Yo os veré reventar, uno tras otro, eso es lo único que quiero, veros morir y escupir en la mierda que sois. Dondequiera que os hayáis escondido que os devore el más horrendo de los males y que muráis gritando de dolor sin que ni a un perro le importe lo más mínimo, solos como animales, como los animales que habéis sido, animales infames y obscenos.
Dondequiera que estés, padre mío, tú y el horror de tus palabras, tú y el escándalo de tu felicidad, tú y el disgusto de tu vileza… que revientes de noche con el miedo aferrándote a la garganta, y un dolor infernal en tu interior, y el hedor del espanto sobre ti. Y que contigo reviente tu mujer, vomitando blasfemias que le hagan ganar un paraíso infinito de tormentos. La eternidad no le bastará para pagar todas sus culpas. Que reviente todo aquello que habéis tocado, las cosas que habéis visto y todas y cada una de las palabras que habéis dicho. Que se marchiten los prados en los que habéis posado vuestros abyectos pies, y estallen como vejigas putrefactas las personas que habéis ensuciado con el hedor de vuestras sonrisas.
Eso es lo que quiero. Veros reventar, a vosotros que me habéis dado la vida. Y junto a vosotros, a todos aquellos que después me la han quitado, gota a gota, ocultos por todas partes, espiando no otra cosa que mis deseos.
Yo soy Hector Horeau y os odio. Odio los sueños que dormís, odio el orgullo con el que acunáis la escualidez de vuestros niños, odio lo que tocan vuestras manos podridas, odio cuando os vestís para las feistas, odio el dinero que lleváis en los bolsillos, odio la blasfemia atroz de cuando os permitís llorar, odio vuestros ojos, odio la obscenidad de vuestro corazón, odio los pianos que como ataúdes pueblan el cementerio de vuestros salones, odio vuestros amores asquerosamente justos, odio todo lo que me habéis enseñado, odio la miseria de vuestros sueños, odio el ruido de vuestros zapatos nuevos, odio todas y cada una de las palabras que habéis escrito, odio cualquier momento en el que me hayáis escrito, odio todos los instantes en que habéis tenido razón, odio las vírgenes que cuelgan sobre vuestras camas, odio el recuerdo de cuando hice el amor con vosotros, odio vuestros secretos de nada, odio todos vuestros días más hermosos, odio todo lo que me habéis robado, odio los trenes que no os han llevado lejos, odio los libros que habéis enfangado con vuestras miradas, odio lo asqueroso de vuestras caras, odio el sonido de vuestros nombres, odio cuanto abrazáis, odio cuando aplaudís, odio lo que os conmueve, odio todas y cada una de las palabras que me habéis arrancado, odio la miseria de lo que veis cuando miráis a lo lejos, odio la muerte que habéis sembrado, odio todos los silencios que habéis desgarrado, odio vuestro perfume, odio cuando os comprendéis, odio cualquier tierra que os haya acogido, y odio el tiempo que ha pasado sobre vosotros.
Todos los minutos de ese tiempo han sido blasfemias. Yo desprecio vuestro destino. Y ahora que me habéis robado el mío, lo único que me importa es saber que reventaréis. El dolor que os destrozará seré yo, la angustia que os consumirá seré yo, el hedor de vuestros cadáveres seré yo, los gusanos que engordarán con vuestros despojos seré yo, y cada vez que alguien os olvide, allí estaré yo.
Yo sólo quería vivir
Cabrones.