Las dependientas.

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Mi historia comenzó así: acudí a la sección de cosméticos en la planta baja de uno de los mayores enemigos del pequeño comerciante, un Corte Inglés. Deseaba comprar un regalo para el hipócrita reparto familiar de obsequios en navidades y reyes magos donde nos reunimos varias familias -que nos llevamos fatal como todas las grandes familias- y ya tenía casi todos los regalos trampa cubiertos, me faltaba conseguir algo para una mujer adicta a las cremas anti-arrugas que a la vez pudiese dar envidia a las demás mujeres adictas a las cremas anti-arrugas -casi todas- para desatar la competición.

Parecía un buen lugar, poblado de stands de diferentes casas de cosméticos y elegí uno bastante exótico, de una empresa japonesa. Parecía suficientemente cool y sobre todo (en realidad había puesto sobre todo junto porque soy un subnormal) era muy caro comprar cualquier chorrada del catálogo. Las chicas que atendían allí no eran simplemente dependientas, trabajaban atendiendo al público y eran esteticien, hacían tratamientos de belleza con los propios cosméticos de la firma.

El caso es que compré unas cremas en el catálogo por un importe prohibitivo, pero me daba igual con tal de dar envidia y desatar los comentarios mezquinos entre las mujeres de los diferentes núcleos familiares. Aparte, regalaban una sesión donde analizaban los daños solares en tu piel y te hacían un tratamiento facial en cabina. Para los puteros desorientados, debo decir ya mismo que no era uno de esos masajes que ellos pagan, no hay información enmascarada con eufemismos, nada de "final feliz", solamente te tocan el rostro, el cuello y los brazos.

Decidí darme a mi mismo esa sesión, por el desembolso que ya había hecho y porque la joven que me atendió era bella, muy amable y otras cosas que no os enumeraré. :oops: Acudí a la cita en el día y hora que me dijo -ya en el mes de enero-; durante el tiempo que duró nuestro encuentro me hizo bastantes piropos y yo, como retarded de pocas luces que soy, no llegaba a distinguir entre la amabilidad y el interés propios de una comercial del afecto o la insinuación real de una mujer hacia un varón. También hay que decir que esto sucedió hace unos cuatro años y yo era muy joven, además de corto y universitario como los amigos de American Pie.

Me enteré entre otras cosas que tenía la piel tostada por dentro, la segunda capa de la piel (epidermis), si el cacharro no era un timo, me la mostraba llena de zonas dañadas por la radiación ultravioleta, de tantos años quemándome por ser tan lechoso como Pai Mei y no usar un alto factor de protección solar con disciplina. Supongo que esto no os importa una mierda asi que acceleraré un poco: tras quedar bastante sonrojado por sus alagos me fui a casa pensando que había ligado. :lol:

Como estabamos a mediados de enero y faltaba poco para el 14 de febrero, día de San Valentín o de los enamorados consumistas, decidí preparar mi plan maestro: accedería a la estancia de la más alta torre trepando por el cabello de mi dama, cual trovador que espera bajo la ventana de su amada. Mi visión del amor cortés consistió en hacer un pedido en una floristería y enviar rosas a su puesto de trabajo, junto con una patética carta de amor. Sí, ya se veía venir la catástrofe, pero hasta hace poco no teníamos este icono: :face:

Yo pensaba que era un genio como Alessandro Vittorio Eugenio Conte Lecquio di Assaba y Torlonia, pero no, era un pobre iluso. Recibí al día siguiente una llamada suya y como un joven atolondrado no supe articular coherentemente una sola frase, ella me invitaba a verla porque "tenía que hablar conmigo". Fui a verla y el castillo se desplomó sobre mi: tenía pareja y vivían juntos, yo había confundido sus elogios, ella no estaba interesada en mi pero me agradecía mucho el detalle, asegurando que sus compañeras de trabajo se habían quedado impresionadas (no coño, lo que pasa es que tenían envidia, como todas las mujeres entre ellas). El mejor momento de mi humillación fue cuando ella me recibió colocando la mano sobre mi para evitar que me lanzase a besarla como un tarado, para asegurarse -supongo- de que me daba dos castos besos en las mejillas y nada más.

Nos despedimos y traté desde ese día de no volver a hacer el ridículo de esa manera, aprendiendo a distinguir entre el interés comercial y el verdadero proceso de seducción donde la mujer expresa interés en una relación sentimental con un varón. Evidentemente no he dejado de hacer el ridículo hasta estos días, pero si que he dejado de gastarme pasta en obsequios a mujeres.
https://es.wikipedia.org/wiki/Alessandro_Lecquio#cite_note-0
 
Caótico Bueno rebuznó:
No se preocupe, buen hombre. Hacer el ridículo por una hembra es uno de los rasgos más "nobles" y lolérrimos de los varones.
Desde luego, rara vez será un miembro de esa panda de aburridas con coño la que tome la iniciativa con semejante apremio, bravura y arrojo.
Siéntase orgulloso porque al menos dentro de sus venas hay sangre y no escarcha.
 
Yo nunca he estado con una sudaka de esas tipo india peruana de metro veinte y 80Kgs en canal, así que a lo mejor nos puede contar más...

Coño, no sabia de dónde habias sacado ese quote :lol: Pues era española... Una más que se quedó prendada de mi mirada y rasgos apolíneos, pero sin más consecuencias. Nada que comentar al respecto.
 
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