Joder Artest, menudas guarradas nos cuentas, qué puto asco. ¿Es que no hay nadie en PL que no haya abusado comprando el cuerpo de prostitutas? Yo nunca lo he hecho, aunque he conocido a chicas/mujeres que se prostituían. Incluso quedé con Bell como ya sabéis, apenas tenía 22 años. Cuando pasaba los veinte vi con tristeza como grupos de chicos jóvenes iban de putas como si fuera un plan más de ocio. Incluso un grupo de gente que conocí en Alcalá de Henares lo hacía y les divertía intentar invitar a otros, para meterlos en el mismo fango.
Aunque a nadie le interesa, comentaré que hace más de un lustro, "trabajé" en el Vicente Calderón con otros chicos jóvenes. Bromeo con que eso fuera un trabajo ya que era sólo en días de partido y lo que hacíamos era vender almohadillas y limpiar un poco las gradas después, para recoger un poco antes de pasar por un almacén. El salario era entre 20-25 eypos más ver el partido de fútbol sin pagar entrada, colocándote donde hubiera asientos libres.
Tanto al inicio, antes de que comenzara el partido, como al final, podías observar gente de todos los estratos sociales, de todos los niveles de poder adquisitivo, al menos según su vestimenta y aspecto en general. Nos repartían por puertas y nos colocábamos en las escaleras, después en los pasillos y finalmente por las salidas de garajes. Entre la muchedumbre había de todo, siendo falso que todos los aficionados del Atlético son "borrachos, vagos y delincuentes" o "torrentes, perdedores, puteros", etc. Por supuesto, había gordacos con mala hostia, gente maleducada, pero también personas simpáticas y entre los esquemas de consumo había pijos, melenudos rockeros, familias al completo con los niños, parejas y hasta alguna tía buena. Una tarde casi me da un infarto cuando una diosa de más de 180 centímetros de estatura se me acercó y me cogió de la muñeca, casi tocando mi mano para preguntarme cómo llegar a su localidad.
La fuente del torrentismo está más cercana al personaje de Jesús Gil que en el perfil medio de los aficionados, que son gente de clase media, heterogénea, cada cual con su esquema o patrón de consumo. Sólo coinciden en su antimadridismo, en la repugnancia que sienten hacia lo prepotentes que son los vikingos. Por eso es demagogia decir que el Atlético es el equipo de los obreros, de la gente pobre de Madrid. Y más cuando viene de la boca de tipos del club que cobran millones de euros al año.