EL EQUILIBRIO FEROZ
No, yo no soy de esos.
No esperes encontrarme dentro de una burbuja oriental,
no pienso hacer yoga ni beber leche se soja,
ni prevenir la oxidación tomando bayas tibetanas.
Yo creo en la velocidad, yo creo en las afecciones del sistema nervioso,
solo me interesa la vida si hace daño, si deja marcas,
si a la mañana siguiente tengo demasiados motivos para arrepentirme.
Creo en la potencia del odio, creo que el mejor final es acabar a hostias, perder la calma, desesperarse por cosas absurdas y sin solución.
Yo voy con la vida a toda costa, contra todo pronóstico, sin medida.
Con la vida que me obliga a implicarme, a tomar partido, a rodar por el suelo con la cabeza abierta.
Con la vida que reclama sangre a borbotes y vísceras heridas, donde se afilan los cuchillos de la noche.
Hay que encarar los asuntos con ferocidad, hacer desplantes, abandonar de una vez la laxitud, la inercia, la neutralidad emocional.
Ya me cansé de ser nihilista, ya me cansé de ser taoísta,
ahora practico la exaltación y los excesos verbales.
Lo digo bien claro para que todos lo sepan:
tengo miedo a la muerte, a la soledad, a perder el amor y tu compañía.
“La vida macha”, la vida agrede, la vida te desafía con ventaja, pero yo no quiero más refugios, ni más huidas, ni más dejadez adormecida.
Me interesa afrontar los hechos tal cual son, sin trucos, sin formulas analgésicas, con todo su todo su peso y todos sus fracasos.
Estoy de vuelta, he regresado a lo esencial, a las emociones primigenias.
Es hora quemar a los chamanes y bailar alrededor, libres, dementes,
dolorosamente felices.