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Freak total
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Aquella tarde, casi las ocho. El Rubio y yo buscando juerga. En el Opel Corsa de Ricart, yo de copiloto, adelantamos a tres chicas que iban haciendo dedo. Para , Rubio, aquí está lo que andamos buscando. Bajé la ventanilla : “¿Vais a Coolor?” Dijeron que sí. Son todas unas putas, se lo tenía dicho a Ricart. Todas unas putas y un día voy a reventar a una. Me bajé y las dejé entrar en el coche. Se sentaron atrás las tres. La discoteca estaba cerca, pero le dije al Rubio que siguiera de largo. Empezaron a gritar. No me quedó otra que sacar la pistola, una Star del nueve corto. Una sigue gritando, me giro y le doy con la pipa en la boca. Luego, hostio a las otras. Ellas lloran y callan. Saco unas cuerdas y ato a las dos primeras, para tener quieta a la tercera uso las gasas que llevo para taparme los tatuajes.
Las gasas de los tatuajes. La pistola. Las niñas llorando. El Rubio que lleva el coche hacia Catadau. Yo, que dormía allí muchas noches cuando me fui de la cárcel, le digo que tire por el camino de tierra a la derecha. Llegamos a la casa de La Romana, las sacamos del coche. Subimos, hay una colchoneta. A dos las atamos a un poste de madera. Gritan Les doy con una tranca. Voy a por la otra. La tiro en la colchoneta. Cuando acabamos con ella, la atamos. Entonces cogemos a otra. Se resiste Lo mismo. Estamos reventados. Le digo a el Rubio de bajar a comprar unos bocadillos al pueblo para seguir la fiesta. Nos vamos a Catadou.
Volvimos con los bocadillos. Dos estaban medio muertas, la otra lloraba. Habían arañado la pared para escapar. Cenamos. Desatamos a la tercera. Se resiste mucho. El Rubio le sujeta las piernas. Uso la tenaza para arrancarle los pezones. Uso el cuchillo. Me cuesta casi dos horas domarla. La volvemos a atar y la dejamos allí, con las otras. Estamos reventados. Nos echamos a dormir.
No nos dejan dormir. Lloran y hacen ruidos. Me despierto. Sé lo que hay que hacer. No me iba a pasar otra vez lo mismo que con aquella puta. La encadené, la pegué, la machaqué en casa, cuando vivíamos en Catarrosa. Pero estaban mi madre y mis hermanos y al final la dejé ir. La dejé ir y la puta me denunció. Me cayeron seis años de cárcel… No me dejan dormir. Me levanto. Cojo un pico y una azada. Cavo. Le digo al Rubio que sin cadáveres no hay crimen. Las desatamos y las hacemos salir. Casi no pueden andar, pero dejan de llorar. Creen que vuelven a casa.
Las llevamos al agujero. Es cuesta arriba y una no puede andar. El Rubio y yo la metemos en la moqueta y la subimos. Luego, las otras. Ven la fosa y empiezan a chillar que no las matemos. Meto dos piedras en una camiseta y les doy con ella. A una le clavo el cuchillo en la espalda. Se cae. Hago que las otras se arrodillen en el suelo. Saco la pistola. Apunto. Se encasquilla. Lloran. La vuelvo a montar. Una, dos, tres. En la cabeza. Recojo los casquillos. Las vestimos, las tiramos al agujero y les echo tierra. El Rubio limpia el coche. Volvemos a casa. Nos cambiamos y metemos la ropa sucia en una bolsa. Nos vamos.
Fuimos a un vertedero de Buñol y lavamos la ropa. Volvimos a casa. Sin cadáveres no hay crimen. Llegaron las televisiones, buscaban a las niñas. Decían que las habían visto en Navarra, en Madrid. Yo estaba tranquilo. Me fui a vivir a Alborache una temporada, luego volvía a casa. A Catarroja. Compraba en el supermercado y salía con El Rubio. En diciembre al Rubio lo metieron en la cárcel por robar un coche. No cantó. Yo bajaba mucho a Benetusser a arreglarme el pelo. Pero en enero unos agricultores las encontraron. Dijeron por la radio que había sospechosos, que estaban cerca. Llamé a casa y dije que no abrieran si iba la Guardia Civil, que no me habían visto. Me llevé el dinero y escapé.
Salir de allí. Llegué andando por una vía del tren hasta Vilamarxant. En la estación vieja habían acampado unos gitanos. Pagué al más viejo para que me consiguiera un coche, le dije que a las nueve volvería a por él. Mi hermano Mauri andaba por el pueblo. Allí me hicieron una encerrona.
Debía haber allí quinientos tíos para matarme. Pero me salvaron los periodistas. Alguien dijo por una emisora de radio que yo estaba en el pueblo. Mi hermano Mauri vio el mogollón de cámaras. Un circo. Me fui por pies. Me agarré a un camión. Adiós Valencia.
Me han visto. Tengo que bajar del camión. Me voy andando. Un kilómetro por la carretera. Hay un viejo trabajando en unos naranjos. Le pongo la navaja al cuello. Coge el coche y llévame a la autopista. Paramos en una gasolinera. Échame dos mil pelas. Nadie nota nada. El viejo va acojonado. Me siento delante. Llegamos a Minglanilla. Me bajo. Le digo al viejo que como vaya con la historia a la Guarida Civil vuelvo a su casa y lo mato. Le digo, soy Anglés, el asesino de las niñas. Se vuelve a su casa.
El viejo se portó. Nadie me molestó y llegé a Madrid. Luego a Lisboa. Y ahora en el barco. No fue tan difícil. No más que lo del Ejército. Querían que hiciera la mili. Así que cuando llegué al cuartel cogí una cuerda e hice como si me quisiera ahorcar. Me mandaron a casa, qué panda de gilipollas. O en la cárcel. Sabía que tenía que currármelo. Estuve dos años haciendo de electricista. El chispa me llamaban. Así hasta que me dieron mi primer permiso de fin de semana y un grupo de presos montaron un motín. Ellos pensaban que no iba a volver. Pero volví en pleno cristo. Sabía que así me darían más permisos. Y el siguiente iba a ser el bueno. No me verían el pelo.
¿¿Qué querían?? Son todas unas putas. Y yo no puedo volver. Tengo muchas cosas pendientes allí. No sólo lo de las niñas. También seis años de la paliza de esa puta, y la fuga de la cárcel, los atracos y aquella vez con el yonki. Nunca me juzgarán por eso. El Moco no quería pagar lo que debía. Tuve que pincharle un poco el cuello y hostiarle bien. Le entró tanto miedo que se tiró del coche en marcha por una ventanilla. Un fallo de las ventanillas.
Recostrucción de los hechos cometidos por Anglés y Ricart basada en la confesión de Ricart y el los datos del sumario del caso
Las gasas de los tatuajes. La pistola. Las niñas llorando. El Rubio que lleva el coche hacia Catadau. Yo, que dormía allí muchas noches cuando me fui de la cárcel, le digo que tire por el camino de tierra a la derecha. Llegamos a la casa de La Romana, las sacamos del coche. Subimos, hay una colchoneta. A dos las atamos a un poste de madera. Gritan Les doy con una tranca. Voy a por la otra. La tiro en la colchoneta. Cuando acabamos con ella, la atamos. Entonces cogemos a otra. Se resiste Lo mismo. Estamos reventados. Le digo a el Rubio de bajar a comprar unos bocadillos al pueblo para seguir la fiesta. Nos vamos a Catadou.
Volvimos con los bocadillos. Dos estaban medio muertas, la otra lloraba. Habían arañado la pared para escapar. Cenamos. Desatamos a la tercera. Se resiste mucho. El Rubio le sujeta las piernas. Uso la tenaza para arrancarle los pezones. Uso el cuchillo. Me cuesta casi dos horas domarla. La volvemos a atar y la dejamos allí, con las otras. Estamos reventados. Nos echamos a dormir.
No nos dejan dormir. Lloran y hacen ruidos. Me despierto. Sé lo que hay que hacer. No me iba a pasar otra vez lo mismo que con aquella puta. La encadené, la pegué, la machaqué en casa, cuando vivíamos en Catarrosa. Pero estaban mi madre y mis hermanos y al final la dejé ir. La dejé ir y la puta me denunció. Me cayeron seis años de cárcel… No me dejan dormir. Me levanto. Cojo un pico y una azada. Cavo. Le digo al Rubio que sin cadáveres no hay crimen. Las desatamos y las hacemos salir. Casi no pueden andar, pero dejan de llorar. Creen que vuelven a casa.
Las llevamos al agujero. Es cuesta arriba y una no puede andar. El Rubio y yo la metemos en la moqueta y la subimos. Luego, las otras. Ven la fosa y empiezan a chillar que no las matemos. Meto dos piedras en una camiseta y les doy con ella. A una le clavo el cuchillo en la espalda. Se cae. Hago que las otras se arrodillen en el suelo. Saco la pistola. Apunto. Se encasquilla. Lloran. La vuelvo a montar. Una, dos, tres. En la cabeza. Recojo los casquillos. Las vestimos, las tiramos al agujero y les echo tierra. El Rubio limpia el coche. Volvemos a casa. Nos cambiamos y metemos la ropa sucia en una bolsa. Nos vamos.
Fuimos a un vertedero de Buñol y lavamos la ropa. Volvimos a casa. Sin cadáveres no hay crimen. Llegaron las televisiones, buscaban a las niñas. Decían que las habían visto en Navarra, en Madrid. Yo estaba tranquilo. Me fui a vivir a Alborache una temporada, luego volvía a casa. A Catarroja. Compraba en el supermercado y salía con El Rubio. En diciembre al Rubio lo metieron en la cárcel por robar un coche. No cantó. Yo bajaba mucho a Benetusser a arreglarme el pelo. Pero en enero unos agricultores las encontraron. Dijeron por la radio que había sospechosos, que estaban cerca. Llamé a casa y dije que no abrieran si iba la Guardia Civil, que no me habían visto. Me llevé el dinero y escapé.
Salir de allí. Llegué andando por una vía del tren hasta Vilamarxant. En la estación vieja habían acampado unos gitanos. Pagué al más viejo para que me consiguiera un coche, le dije que a las nueve volvería a por él. Mi hermano Mauri andaba por el pueblo. Allí me hicieron una encerrona.
Debía haber allí quinientos tíos para matarme. Pero me salvaron los periodistas. Alguien dijo por una emisora de radio que yo estaba en el pueblo. Mi hermano Mauri vio el mogollón de cámaras. Un circo. Me fui por pies. Me agarré a un camión. Adiós Valencia.
Me han visto. Tengo que bajar del camión. Me voy andando. Un kilómetro por la carretera. Hay un viejo trabajando en unos naranjos. Le pongo la navaja al cuello. Coge el coche y llévame a la autopista. Paramos en una gasolinera. Échame dos mil pelas. Nadie nota nada. El viejo va acojonado. Me siento delante. Llegamos a Minglanilla. Me bajo. Le digo al viejo que como vaya con la historia a la Guarida Civil vuelvo a su casa y lo mato. Le digo, soy Anglés, el asesino de las niñas. Se vuelve a su casa.
El viejo se portó. Nadie me molestó y llegé a Madrid. Luego a Lisboa. Y ahora en el barco. No fue tan difícil. No más que lo del Ejército. Querían que hiciera la mili. Así que cuando llegué al cuartel cogí una cuerda e hice como si me quisiera ahorcar. Me mandaron a casa, qué panda de gilipollas. O en la cárcel. Sabía que tenía que currármelo. Estuve dos años haciendo de electricista. El chispa me llamaban. Así hasta que me dieron mi primer permiso de fin de semana y un grupo de presos montaron un motín. Ellos pensaban que no iba a volver. Pero volví en pleno cristo. Sabía que así me darían más permisos. Y el siguiente iba a ser el bueno. No me verían el pelo.
¿¿Qué querían?? Son todas unas putas. Y yo no puedo volver. Tengo muchas cosas pendientes allí. No sólo lo de las niñas. También seis años de la paliza de esa puta, y la fuga de la cárcel, los atracos y aquella vez con el yonki. Nunca me juzgarán por eso. El Moco no quería pagar lo que debía. Tuve que pincharle un poco el cuello y hostiarle bien. Le entró tanto miedo que se tiró del coche en marcha por una ventanilla. Un fallo de las ventanillas.
Recostrucción de los hechos cometidos por Anglés y Ricart basada en la confesión de Ricart y el los datos del sumario del caso