No he visto cosa más insensible en mi vida, y eso que he conocido a bastantes políticos en persona.
Resulta profundamente indignante leer un comentario tan frívolo y apático ante la muerte de un abuelo. No se trata de una anécdota ni de un tema menor: es la pérdida de una vida, de una historia, de un pilar familiar que deja un vacío irreparable. Minimizar ese dolor o tratarlo con burla demuestra una alarmante falta de empatía y respeto. Detrás de cada abuelo hay recuerdos, enseñanzas y vínculos que marcan generaciones. Tomarse a la ligera una muerte no solo hiere a quienes están de duelo, sino que degrada la conversación y normaliza una indiferencia inaceptable. El respeto básico debería ser un mínimo compartido.