Joder macho, qué putísima mierda de subnormales.
En fin, para qué molestarse.
Al del hilo, que sí, que eres gilipollas, pero mira por dónde me has recordado algo que tenía así, como oculto bajo la alfombra desde hace mucho tiempo, viene cogido por los pelos, pero me apetece contarlo, y además, creo que compensa algo el nivel extrabajo de esta porquería.
Tuve un jefe una vez, que era viudo, tenía una novia horrorosa, y además era putero. Pues bien, un día (sábado), que se empeñó en que yo fuese a repasar alguna cosa que él había hecho mal, llegué al despacho y no había nadie, así que me fui directamente a mi mesa (en despacho separado), cerré mi puerta y me dispuse a recomponer el estropicio que había montado aquel subnormal bajito. Pues mire usted qué curioso, que media hora después de que yo llegara, sonó la puerta de la oficina, y suponiendo yo que sería el enano explotador, ni me molesté en levantarme de mi mesa. Al buen rato, como no aparecía aquel monigote de sub-hombre por mi despacho, decidí ir a verle, poque ya era de tocar los cojones el tema. Cuando abría la puerta con cuidado, volvió a sonar la cerradura de la oficina, así que ahí sí me extrañé, con lo que me quedé quieto mirando quién entraba. Desde mi puerta, se tenía buena visión de la entrada, pero desde allá no se veía bien en sentido contrario, así que era un puesto de sniper perfecto. Entrando por la puerta, apareció la impresionante nariz de la hija del jefe, fea como indio cherokee puesto hasta el culo de peyote, y con un bigote cercano en tamaño al del Íñigo.
Entraba con su novio/maromo/de conveniencia, gordo como un ceporro, y más tonto que un trozo de pan integral. Pues bien, los observé bien fogosos mientras se manoseaban, y pasaban rápidamente a uno de los despachos del fondo, imagino que a ayuntarse, follar, empiernarse o como queráis llamarlo.
Ahí mi cara se convirtió en una mueca tipo Joker, porque si esa golfa había entrado ahora, sin saber que había alguien en el despacho ¿quién cojones había entrado antes?
Me acerqué a una de las dos ventanas con persianas del despacho del jefe, y pude ver en toda su plenitud, una F-E-L-A-C-I-Ó-N por parte de una presciputa (tenía todo el aspecto de serlo), con cara beatífica mirando al cielo de mi jefe inclusive.
Sé perfectamente que la mayoría de vosotros dirá que tenía que haber llamado a alguna de las puertas, para salir pitando de allá, pero me pudo más la curiosidad de cómo acabaría aquello, que otra cosa.
Como colofón y fin a esta historia, el lunes volví al trabajo, notando que padre e hija se ruborizaban cada vez que se veían, se acercaban o se hablaban, cosa que hacían mirando al suelo. Lo mejor de todo, es que el muy subnormal me llegó a decir que si era el sábado siguiente, el día en el que pasaría por la oficina para arreglar lo que él había estropeado.
Con una frialdad que a mí mismo me asustó, le dije "no, si ya estuve el sábado, lo que pasa es que cuando terminé me fui porque tenía prisa, por eso no pasé a saludarle en su despacho, que sé que estaba allí".
Dos semanitas sin mirarme a los ojos cuando me hablaba, más suave que un guante de terciopelo, amén de un puente inexistente "porque te veo estresao, anda, tómate unos días pa' descansar y llévate una visa de la empresa, que te mereces un capricho, cojones".
Ahora, que os den por el culo, majetes.