Una parte importante de la que fue mi familia política eran Testigos de Jehová. Abuela (que no conocí, gracias a Dios), tías y primos de mi ex, y claro, algún sobrino segundo. Luego había alguno que tenía un mix extraño y otros que pasaban de todo, tanto de los testigos como de la Iglesia católica.
Cuando en Navidad se reunían para la cena de Nochebuena o para la comida de Navidad, la tía más radical les obligaba a decir que no se reunían por Navidad, sino que aquella era un comida en familia que casualmente coincidía esos días. En la mesa prohibía cualquier referencia a la navidad y tal. Yo no sé cómo soportaba el resto esa mierda cuando era una de las mayores taradas que he conocido nunca. Justo cuando me casé dejaron de hacerlas porque yo ya avisé que nosotros pasaríamos esos días con mi familia, con el abeto, el Belén y su puta madre, que para mí sí son importantes esas celebraciones. Ese año mi suegra dijo que solo nos reuniríamos los cercanos, primos y tías fuera.
Lo cojonudo del caso es que la tía esa tarada se cabreó, y se le dijo que las comidas familiares se celebrarían en otra fecha. Tampoco iba a los cumpleaños de las nietas y bueno, esa es una historia muy larga, porque la hija se casó con un moro y hay un follón ahí montado con las nietas medio musulmanas pero con ritos de los testigos...
Una tía que curraba en casa de mis suegros, que también venía de parte de la tía tarada y también era testigo, me dijo un día que dónde podía conseguir una buena mochila que soportase radiación nuclear. No supe decirle. Me preguntó sobre un teléfono que soportase también radiaciones, que no quería un smartphone, sino uno muy duro que soportase de todo. Le pregunté para qué esas cosas y me dijo que para el Armaguedón. A mí me entró la risa y le dije, ¿tú crees que si Dios acaba con casi todo el mundo se va a preocupar de que funcionen las antenas de Movistar? Se enfadó un poco, pero ahí la tienes, con la mochila preparada en casa para el Armaguedón.